"Ventana abierta"
RINCÓN PARA ORAR
SOR MATILDE
JUAN, DENUNCIÓ A HERODES
17 Es que
Herodes era el que había enviado a prender a Juan y le había encadenado en la
cárcel por causa de Herodías, la mujer de su hermano Filipo, con quien Herodes
se había casado.
18 Porque Juan decía a
Herodes: «No te está permitido tener la mujer de tu hermano.»
19 Herodías le aborrecía y quería matarle, pero no
podía,
20 pues Herodes temía a Juan, sabiendo que era hombre
justo y santo, y le protegía; y al oírle, quedaba muy perplejo, y le escuchaba
con gusto.
21 Y llegó el día oportuno, cuando Herodes,
en su cumpleaños, dio un banquete a sus magnates, a los tribunos y a los
principales de Galilea.
22 Entró la hija de la misma Herodías, danzó,
y gustó mucho a Herodes y a los comensales. El rey, entonces, dijo a la
muchacha: «Pídeme lo que quieras y te lo daré.»
23 Y le juró: «Te daré lo que me
pidas, hasta la mitad de mi reino.»
24 Salió la muchacha y preguntó a su
madre: «¿Qué voy a pedir?» Y ella le dijo: «La cabeza de
Juan el Bautista. »
25 Entrando al punto apresuradamente adonde
estaba el rey, le pidió: «Quiero que ahora mismo me des, en una
bandeja, la cabeza de Juan el Bautista.»
26 El rey se llenó de tristeza, pero no
quiso desairarla a causa del juramento y de los comensales.
27 Y al instante mandó el rey a uno de su
guardia, con orden de traerle la cabeza de Juan. Se fue y le decapitó en la
cárcel
28 y trajo su cabeza en una bandeja, y se la dio a la
muchacha, y la muchacha se la dio a su madre.
29 Al enterarse sus discípulos, vinieron a recoger el cadáver y le dieron sepultura. (Mc. 6, 17- 29)
Un misterio rodea la figura de Juan el
Bautista. Jesús, lo declaró “el mayor nacido de
mujer”. Y, en verdad lo fue, pero no con la grandeza que
aprecian y desean los hombres sino con la grandeza de Dios.
Y, la grandeza para Dios está en la humildad; en vivir de y con la
verdad; el confesar a Cristo, porque es el Hijo de Dios…
Juan Bautista, fue seguido, fue
admirado por las muchedumbres y quisieron elevarlo como el Mesías
esperado. Y, supo abajarse donde precisamente estaba
su santidad: “yo no soy el que esperáis, hay otro que viene
detrás de mí, Ése, es a quien debéis seguir y
escuchar”. Y, después de haber manifestado a Jesús como el Mesías
esperado claramente y sin ambigüedades, comenzó su descenso ante los
hombres y ante sí mismo. Comprendió que, su gloria le venía del cielo para
una misión y ahora que ésta había concluido, entró en el camino
de la humildad y el de menguar.
Dios, aquí, no lo
lanzaba a más, sino que, sólo lo sostenía para llegar
hasta el final en su plan divino. Fue admirado por
Herodes, pero también perseguido por él, por instigación de Satanás. Fue
odiado y aborrecido por la pérfida Herodías que, quería
matarlo. Y, es que, la verdad en el mundo, siempre está
haciendo violencia a los poderes demoníacos y oscuros. Y, Juan, al
igual que Cristo, a quien precedía, no se defendió, guardó silencio y
se dejó hacer pues, aquí estaba también la voluntad de Dios y sus
misteriosas permisiones.
¡Señor Jesús, confesarte en tiempo de
bonanza es fácil y hasta se nos puede pegar algo de tu gloria! Pero, manifestar
que Tú eres el Hijo de Dios; que, seguimos a un crucificado;
que, preferimos sufrir el mal antes que hacerlo, ¡ah, eso ya es
otra cosa, son “palabras y obras
mayores” que, sólo pueden ser sostenidas en nosotros por una
gracia inmensa! ¡La misma que, sostuvo y sostendrá a tantos santos, a tus
mártires y al gran Mártir de la Verdad y el Amor: Jesús, ¡el Verbo de
Dios!
La vida de Juan Bautista, acabó
oscuramente en lo humano: una mazmorra fue el preludio de una muerte
sangrante y violenta. Y, al final, como el de todos los
hombres: “sus discípulos fueron a recoger el cadáver y lo
enterraron”. Sobre él, desde el cielo, pesaba una
bienaventuranza: “dichosos los que sufren persecución por la
justicia, por la verdad, porque de ellos es el Reino de
los Cielos”. Él, es un santo a imitar en su grandiosa
humildad y en su dejarse hacer por los planes salvadores de Dios.
¿Y
sus asesinos? Pues, pesaba en sus vidas un horrendo crimen
y maldad. Sólo Dios puede desentrañar la
vida de seres tan aborrecibles y hacer con ellos como
quiere la verdad y la justicia y, también el amor… A nosotros sólo nos
corresponde el mirar el bien y la santidad de un coloso de la misma.
¡Oremos: “danos Señor, algo de su espíritu y mejor, danos tu Espíritu Santo que, nunca se equivoca en su donación y, también en su justicia!” ¡Qué así sea! ¡Amén! ¡Amén!
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