"Ventana abierta"
RINCÓN PARA ORAR
SOR MATILDE
SEÑOR, A QUIÉN VAMOS A ACUDIR, TÚ TIENES PALABRAS DE VIDA ETERNA
60 Muchos de sus
discípulos, al oírle, dijeron: «Es duro este lenguaje. ¿Quién puede
escucharlo?»
61 Pero sabiendo Jesús
en su interior que sus discípulos murmuraban por esto, les dijo: «¿Esto os
escandaliza?
62 ¿Y cuando veáis al
Hijo del hombre subir adonde estaba antes?...
63 « El espíritu es el
que da vida; la carne no sirve para nada. Las palabras que os he dicho son
espíritu y son vida.
64 « Pero hay entre
vosotros algunos que no creen. » Porque Jesús sabía desde el principio quiénes
eran los que no creían y quién era el que lo iba a entregar.
65 Y decía: «Por esto
os he dicho que nadie puede venir a mí si no se lo concede el Padre.»
66 Desde entonces
muchos de sus discípulos se volvieron atrás y ya no andaban con él.
67 Jesús dijo entonces a los
Doce: «¿También vosotros queréis marcharos?»
68 Le respondió Simón
Pedro: «Señor, ¿dónde quién vamos a ir? Tú tienes palabras de vida eterna,
69 y nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios.» (Jn. 6, 60-69)
Muchos discípulos de Jesús se escandalizaron de
sus palabras al decirles que tenían que comer su carne si querían tener vida
eterna. Estas palabras son duras de asimilar a nuestra razón. Por ello, es
lógico que estos discípulos se apartaran de Jesús y decidieran no
volver a ir con Él. Y, es que, si Dios no nos aparta los
pensamientos carnales y pone en su lugar los espirituales, no podremos
salir de nuestra ceguera para entrar y comprender la vida en el
Espíritu. ¡Dios mío, pon ante nuestros ojos la diferencia de “lo que nace
de la carne, es carne; de lo que nace del Espíritu, es
Espíritu”!
En esta coyuntura, estaban los doce
apóstoles cuando Jesús les preguntó: “¿también vosotros
queréis marcharos? Jesús sabía que, este puñado de
hombres, habían sido revestidos de una fe en Él, inquebrantable.
Así, no titubearon en responder: “¿A quién vamos a
acudir?”. Tú tienes palabras de vida eterna”... “¡Tú
eres el Hijo de Dios!”. El Padre se había fijado en ellos y, por un acto
de su benevolencia, les ha abierto la puerta para entrar en Jesús, en
su Corazón, en sus Misterios. ¡Su adhesión a Jesús,
procedía de un germen divino y no de su decisión humana! Qué insondable
Misterio el de la elección divina que, sin hacer agravio a los otros hombres,
pues Dios, a todos bendice, ¡se escoge unos pocos para que estén con Él y lo
adoren como su Señor y su Dios!
¡Oh Señor, nosotros queremos ser
de “esos pocos” en quienes tu amor ha revestido de Gloria:
y, “esto con persecuciones”, que les aseguró
Jesús, pues “el que se acerque para servir al Señor que se prepare
para la prueba”. ¡Qué no “haga ascos” a cargar con su
cruz, pues, Jesús, pasó primero por
la Pasión y, desde entonces, su Cruz, ¡está ungida para nosotros! Ya
no es un madero duro y oscuro, sino que está rociado por
la Sangre del Hijo de Dios y acercarse a Él es
quedar empapado de su Amor sangrante.
Y así la verdad, diremos con San
Pedro: “¿a quién vamos a acudir?, Tú tienes palabras de vida eterna”.
Todo lo que no entendemos de Ti, queda sepultado por una fe
que Tú nos has regalado para que, te amemos sobre todas las
cosas y sobre nosotros mismos.
Para ti, Señor, nada es
imposible, por ello, has querido rociarnos con tu gracia, ¡para
que te comprendamos y te amemos en la medida que tu Don nos
lo conceda! Pero, es claro que Tú, Señor, estás
detrás de nuestra vida porque el confesarte como nuestro Dios y
Señor, ¡nos produce un gozo que no puede proceder sino de Ti y de tu
santa voluntad! Pues, Tú, no eres un
Dios solitario, sino que tu amor ha multiplicado muchos hijos que
acceden a la gloria y a tu felicidad eterna.
¡Qué grande es tu bondad y tu
misericordia para con seres tan pequeños como nosotros, pero que
tenemos grabado en nuestro corazón tu imagen que nos dice: “! ¡Soy hijo de
Dios y heredero de su gloria!”.
¡Señor, ya que nos has dado lo más, cúbrenos para vencer lo menos, que son nuestras resistencias a tu Amor! ¡Qué así sea! ¡Amén! ¡Amén!
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