"Ventana abierta"
RINCÓN PARA ORAR
SOR MATILDE
ME BUSCÁIS, PORQUE OS SACIASTEIS DE PAN
24 Cuando la gente vio
que Jesús no estaba allí, ni tampoco sus discípulos, subieron a las barcas y
fueron a Cafarnaúm, en busca de Jesús.
25 Al encontrarle a la
orilla del mar, le dijeron: «Rabbí, ¿cuándo has llegado aquí?»
26 Jesús les
respondió: «En verdad, en verdad os digo: vosotros me buscáis, no
porque habéis visto señales, sino porque habéis comido de los panes y os habéis
saciado.
27 Obrad, no por el
alimento perecedero, sino por el alimento que permanece para vida eterna, el
que os dará el Hijo del hombre, porque a éste es a quien el Padre, Dios, ha
marcado con su sello.»
28 Ellos le
dijeron: «¿Qué hemos de hacer para obrar las obras de Dios?»
29 Jesús les
respondió: «La obra de Dios es que creáis en quien él ha enviado.»
30 Ellos entonces le
dijeron: «¿Qué señal haces para que viéndola creamos en ti? ¿Qué obra
realizas?
31 Nuestros padres
comieron el maná en el desierto, según está escrito: Pan del cielo les dio a
comer.»
32 Jesús les
respondió: «En verdad, en verdad os digo: No fue Moisés quien os dio
el pan del cielo; es mi Padre el que os da el verdadero pan del cielo;
33 porque el pan de Dios es el
que baja del cielo y da la vida al mundo.»
34 Entonces le
dijeron: «Señor, danos siempre de ese pan.»
35 Les dijo Jesús: «Yo soy el pan de la vida. El que venga a mí, no tendrá hambre, y el que crea en mí, no tendrá nunca sed. (Jn. 6, 24- 35)
Seguir a Jesús por ver “los
signos” que hace, ya es un principio para llegar a su seguimiento.
Pero la admiración, aunque es buena, no basta
porque, en ésta no hay todavía un ápice de fe, a la
que le sigue el amor.
El pueblo de Jesús, estaba todavía en los
primeros estadios y, no estaba preparado para “quemar las naves” y, seguir
las huellas del Maestro. Jesús, repite una y otra vez: “¡Qué creáis!, ¡Qué creáis!”.
Es un acto de fe que, sabemos, sólo lo puede hacer el
Espíritu Santo en nosotros. Hay mucho camino para andar hasta
llegar a desear que este Espíritu nos revele al que el Padre nos ha
enviado, a Jesús.
Si en lo material, somos
incompletos, ¿qué decir de lo espiritual? Dios, nos dio
su Espíritu, como aliento de vida y ésta, tenía la fuerza de
saltar hasta la vida eterna. Pero apareció en escena el Tentador,
y arrebató muchos dones divinos del ser del
hombre. Y, el mundo, quedó marcado por la
división, el pecado y la muerte. Mas, “Dios, rico en
misericordia, por el gran amor con que nos amó, estando nosotros
muertos por los pecados, nos ha hecho vivir con Cristo: ¡por pura
gracia estamos salvados y resucitados con Él!”...
Si, pero tenemos que hacer un acto
libre, para elegir a Jesús como Nuestro Señor y Nuestro Pan
de Vida, el que nos nutre para la vida eterna. “Esta, es la
única obra que Dios nos pide”. Todo lo demás, está bien:
la asistencia a los pobres; el servicio a los enfermos y necesitados; las
austeridades que nos imponemos para agradar a Dios, etc. etc. Pero
si, todas ellas, no van impregnadas de la entrega y abandono en
Dios, en Jesús, de todo nuestro ser, serían obras
humanas, buenas, pero, no alcanzan el ser de Dios, no nos
salvan. Porque, somos para la vida eterna, en la medida en que, nos
pegamos a Cristo y nos bañamos con su gracia. Porque, “lo que nace del Espíritu
es espíritu”. ¡Cuánto le costó al Pueblo de Israel el entender y
seguir a Quién el Padre había enviado: ¡a Jesús, su
Hijo! Y, aún hoy, después de haber visto tantos signos
y, ¡el más inaudito, la Resurrección de
Cristo!, no creen en Él. Jesús, es un desconocido para
su Pueblo. Así, se cumple la Palabra de
Jesús: “vendrán de Oriente y Occidente y se sentarán en la mesa junto
a Abrahán y vosotros, os quedaréis fuera del banquete del
Reino”.
Pero, como la elección de Dios y sus
promesas, son irrevocables, san Pablo, aseguraba en sus
cartas que, al final, Israel será salvado. Y, no será por
su fe o sus obras de la Ley, sino, por pura gracia y
benevolencia divina. Porque Dios, no se contradice cuando nos elige.
Somos nosotros los que vamos de un ídolo a otro ídolo, hasta que, la
gloria bondadosa de Dios nos arrastra hacia Sí, para que tengamos
vida eterna.
Y, en este intermedio de
tiempo, también su bondad nos hace pasar por crisoles de purificación e
iluminación. Pues, nada impuro puede habitar con Dios. Pero hasta nuestras
cruces, son siempre signos del amor de Dios que, nos une con Cristo
en la Cruz, para ser por Él glorificados.
¡ ¡Gracias Señor! ¡Sigue haciendo en nosotros tu obra de amor! ¡Amén!
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