CARTA DEL PAPA APERTURA V CENTENARIO
Carta del Papa Francisco con motivo
del V Centenario
Papa Francisco ante el
inicio del Año Jubilar con Motivo del V Centenario del nacimiento de Santa
Teresa (1515-2015):
El 28 de marzo de 1515
nació en Ávila una niña que con el tiempo sería conocida como santa Teresa de
Jesús. Al acercarse el V centenario de su nacimiento, vuelvo la mirada a esa
ciudad para dar gracias a Dios por el don de esta gran mujer y animar a los
fieles de la querida diócesis abulense y a todos los españoles a conocer la
historia de esa insigne fundadora, así como a leer sus libros, que, junto con
sus hijas en los numerosos Carmelos esparcidos por el mundo, nos siguen
diciendo quién y cómo fue la Madre Teresa y qué puede enseñarnos a los hombres
y mujeres de hoy.
En la escuela de la
santa andariega aprendemos a ser peregrinos. La imagen del camino puede
sintetizar muy bien la lección de su vida y de su obra. Ella entendió su vida
como camino de perfección por el que Dios conduce al hombre, morada tras
morada, hasta Él y, al mismo tiempo, lo pone en marcha hacia los hombres. ¿Por
qué caminos quiere llevarnos el Señor tras las huellas y de la mano de santa
Teresa? Quisiera recordar cuatro que me hacen mucho bien: de la oración, de la fraternidad del camino de la alegría, y del propio tiempo.
Teresa de Jesús
invita a sus monjas a «andar alegres sirviendo» (Camino 18,5). La verdadera
santidad es alegría, porque “un santo triste es un triste santo”. Cada santo
nos manifiesta un rasgo del multiforme rostro de Dios. Los santos, antes que
héroes esforzados, son fruto de la gracia de Dios a los hombres. En santa
Teresa contemplamos al Dios que, siendo «soberana Majestad, eterna Sabiduría»
(Poesía 2), se revela cercano y compañero, que tiene sus delicias en conversar
con los hombres: Dios se alegra con nosotros y, de sentir su amor, le nacía a la Santa una alegría
contagiosa que no podía disimular y que transmitía a su alrededor. Esta alegría
es un camino que hay que andar toda la vida No es instantánea, superficial,
bullanguera. Hay que procurarla ya «a los principios» (Vida 13,l). Expresa el
gozo interior del alma, es humilde y «modesta» (cf. Fundaciones 12,l). No se alcanza por el
atajo fácil que evita la renuncia, el sufrimiento o la cruz, sino que se
encuentra padeciendo trabajos y dolores (cf. Vida 6,2; 30,8), mirando al Crucificado
y buscando al Resucitado (cf. Camino 26,4). De ahí que la alegría de santa
Teresa no sea egoísta ni autorreferencial… consiste en «alegrarse que se
alegren todos», poniéndose al servicio de los demás con amor desinteresado. Al
igual que a uno de sus monasterios en dificultades, la Santa nos dice también hoy a
nosotros, especialmente a los jóvenes: «¡No dejen de andar alegres»! (Carta 284,4).
¡El Evangelio no es una
bolsa de plomo que se arrastra pesadamente, sino una fuente de gozo que llena
de Dios el corazón y lo impulsa a servir a los hermanos!
La Santa transitó
también el camino de la oración, que definió bellamente como un «tratar de
amistad estando muchas veces a solas con quien sabernos nos ama». (Vida 8,5). Cuando
los tiempos son “recios”, son necesarios «amigos fuertes de Dios» para sostener
a los flojos. (Vida 15,5). Rezar no es una forma de huir, tampoco de meterse en
una burbuja, ni de aislarse, sino de avanzar en una amistad que tanto más crece
cuanto más se trata al Señor, «amigo verdadero» y «compañero» fiel de viaje,
con quien «todo se puede sufrir», pues siempre «ayuda, da esfuerzo y nunca
falta» (Vida!22,6). Para orar «no está la cosa en pensar mucho sino en amar
mucho» (Moradas IV,1,7), en volver los ojos para mirar a quien no deja de
mirarnos amorosamente y sufrirnos pacientemente (cf. Camino 26,34). Por muchos
caminos puede Dios conducir las almas hacia sí, pero la oración es el «camino
seguro» (Vida 213). Dejarla es perderse (cf. Vida! 19,6). Estos consejos de la Santa
son de perenne actualidad. ¡Vayan adelante, pues, por el camino de la oración,
con determinación, sin detenerse, hasta el fin! Esto vale singularmente para todos los miembros
de la vida consagrada. En una cultura de lo provisorio, vivan la fidelidad del
«para siempre, siempre, siempre» (Vida 1,5); en un mundo sin esperanza,
muestren la fecundidad de un «corazón enamorado» (Poesía 5); y en una sociedad
con tantos ídolos, sean testigos de que «solo Dios basta» (Poesía 9).
Este camino no
podemos hacerlo solos, sino juntos. Para la santa reformadora la senda de la
oración discurre por la vía de la fraternidad en el seno de la Iglesia madre. Esta
fue su respuesta providencial, nacida de la inspiración divina y de su
intuición femenina, a los problemas de la Iglesia y de la sociedad de su
tiempo: fundar pequeñas comunidades de mujeres que, a imitación del “colegio apostólico”,
siguieran a Cristo viviendo sencillamente el Evangelio y sosteniendo a toda la
Iglesia con una vida hecha plegaria. «Para esto os junto El aquí, hermanas» (Camino2,5)
y tal fue la promesa: «que Cristo
andaría con nosotras» (Vida 32,11). ¡Que linda definición de la fraternidad en
la Iglesia: andar juntos con Cristo como hermanos! Para ello no recomienda
Teresa de Jesús muchas cosas, simplemente tres: amarse mucho unos a otros, y
verdadera humildad, desasirse de todo (Camino 4,4). ¡Cómo desearía, en estos
tiempos, unas comunidades cristianas más fraternas donde se haga este camino: andar
en la verdad de la humildad que nos libera de nosotros mismos para amar más y mejor a los demás,
especialmente a los más pobres! ¡Nada hay más hermoso que vivir y morir
como hijos de esta Iglesia madre!
Precisamente porque
es madre de puertas abiertas, la Iglesia siempre está en camino hacia los
hombres para llevarles aquel «agua viva» (Camino 4,4) que riega el huerto de su
corazón sediento. La santa escritora y maestra de oración fue al mismo tiempo
fundadora y misionera por los caminos de España. Su experiencia mística no la
separo del mundo ni de las preocupaciones de la gente. Al contrario, le dio
nuevo impulso y coraje para la acción y los deberes de cada día, porque también
«entre los pucheros anda el Señor» (Fundaciones 5,8). Ella vivió las
dificultades de su tiempo -tan complicado- sin ceder a la tentación del lamento
amargo, sino más bien aceptándolas en la fe como una oportunidad para dar un
paso más en el camino. Y es que, «para hacer Dios grandes mercedes a quien de
veras le sirve, siempre es tiempo» (Fundaciones 4,6). Hoy Teresa nos dice: Reza
más para comprender bien lo que pasa a tu alrededor y así actuar mejor. La
oración vence el pesimismo y genera buenas iniciativas (cf. Moradas VII, 4,6). ¡Éste es el realismo
teresiano, que exige obras en lugar de emociones, y amor en vez de ensueños, el
realismo del amor humilde frente a un ascetismo afanoso! Algunas veces la Santa
abrevia sus sabrosas cartas diciendo: «Estamos de camino» (Carta 469,7.9), como
expresión de la urgencia por continuar hasta el fin con la tarea comenzada.
Cuando arde el mundo, no se puede perder el tiempo en negocios de poca
importancia. ¡Ojalá contagie a todos esta santa prisa por salir a recorrer los
caminos de nuestro propio tiempo, con el Evangelio en la mano y el Espíritu en
el corazón!
«¡Ya es tiempo de caminar!»
(Ana de San Bartolomé, Últimas acciones de la vida de santa Teresa). Estas palabras de santa Teresa de Ávila a
punto de morir son la síntesis de su vida y se convierten para nosotros
especialmente para la familia carmelitana-teresiana, sus paisanos abulenses y
todos los españoles, en una preciosa herencia a conservar y enriquecer.
¡Ya es tiempo de
caminar, andando por los caminos de la alegría, de la oración, de la
fraternidad, del tiempo vivido como gracia! Recorramos los caminos de la vida
de la mano de santa Teresa. Sus huellas nos conducen siempre a Jesús.
Les pido, por favor,
que recen por mí, pues lo necesito.
Que Jesús los bendiga y la Virgen Santa los cuide.
Fraternalmente,
Francisco
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