"Ventana abierta"
LA
CUARESMA: “TIEMPO EN EL QUE TIENES QUE...”
Caminamos de su Mano
Unos días antes de empezar la cuaresma
hablaba con una persona y me decía: “Aroa quiero hacer bien esta cuaresma,
quiero hacer muchas cosas para convertirme, para ser mejor…” y yo le dije: “pero
la conversión es a Jesucristo y experimentar cada día su amor te hace mejor”,
quien me escuchaba dio un suspiro y dijo: buff!! Eso me lo tienes que explicar
más despacio.
Te voy a contar mi experiencia sobre la
conversión, siempre he creído que cuando me decía: “tiempo de cuaresma es
tiempo de conversión... tienes que convertirte.” Yo creía que era algo que yo
tenía que hacer, tenía que esforzarme por no protestar, no quejarme, ser más
mortificada, menos perezosa, mas servicial, todo lo veía desde mí, yo tengo que,
tengo que ... Poco después de la segunda semana de cuaresma ya no podía más, se
me acababan las fuerzas y no conseguía nada de mis propósitos. Al final me
ponía triste. Vivir desde el NO es un error, no tienes que tener envidia, no
tienes que querer tener cosas, no tienes que ser tan comodona, no tienes que
enfadarte, es como estar diciéndote: no tienes que sentir, no tienes derecho a
fallar, y el camino al que me conducía a mí todo esto era a la culpabilidad y
al autorreproche. Una cosa que me liberó fue cuando me explicaron la diferencia
entre sentir y consentir.
Sentir no es pecado consentir
sí. Yo pudo sentir tristeza, puedo sentir ira, pereza... y no pasa nada lo
mismo que lo siento se la entregó al Señor y lo deja que se vaya cuando quiera,
ni lo retengo ni lo hago ni caso, consentir quiere decir, que por ejemplo esa
tristeza es mía y que nadie me la quite porque quiero que todos se enteren que
estoy mal, que el enfado que tengo es con razón entonces que todos sepan que yo
tengo la razón y el otro se va a enterar. Consentir es querer vivir de esa
tristeza o enfado o lo que sea, en vez de soltarla y querer vivir del amor de
Cristo. Esto es importante para quitar culpabilidad, muchas cosas que creemos
pecado no lo son, es un engaño de enemigo para desanimarnos.
Al final llegué a tocar fondo
de mi impotencia y me quedó el pleno convencimiento de que yo no podía hacer
nada bueno si no me era dado el don. Entonces podía tomar dos caminos, o me
desesperaba o clamaba y pedía que Cristo me concediera su Espíritu Santo para
actuar movida por El.
Así de sencillo. La conversión
no es a ser mejor sino a Jesucristo, la conversión es experimentar el amor de
Cristo que me ama pobre y ese amor es el que me hace mejor. La conversión es un
acto de fe en el amor que Cristo me tiene y decir desde el corazón: “mi Señor y
mi Dios”. La conversión es un don que te viene de Cristo, te regala la gracia
para, en tu libertad, no querer vivir del pecado sino de Él.
Te puedes pasar la vida luchando contra tus defectos en una
batalla continua o puedes entregarle a Cristo tus pecados y no querer vivir de
ellos, esperando con paciencia hasta que te los quite (si te los quita pues a
San Pablo no le quitó el aguijón del que se quejaba), le dijo: “te basta mi
gracia”. En esta purificación donde tus pecados pasan a ser debilidad y pobreza
porque los tienes que padecer, se fortalece tu corazón y tu voluntad en un amor
más puro por Cristo. Para que tu fe empiece a funcionar con alegría sólo tienes
que pedir al Espíritu Santo que te llene del amor de Cristo, empezarás a vivir
desde la acogida del don y su gracia empezará a obrar milagros en ti. Sor Aroa
O.P.
http://dominicaslerma.es/
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