"Ventana abierta"
LA MAYOR POBREZA ES NO CONOCER A CRISTO
Sor Leticia, maestra de novicias dominicas de Lerma, las
monjas del Reto «La mayor pobreza es no conocer a Cristo. Dios nos llama a
darlo a los demás»
Su Reto
del amor llega cada día a decenas de miles de móviles. Su libro Si no puedes
perdonar, este libro es para ti está sanando multitud de relaciones. Desde su
convento han lanzado iniciativas de magia para evangelizar y videos con
marionetas para niños; también diseñan múltiples objetos con citas del Evangelio
y en proyecto tienen la creación de aplicaciones y videojuegos. Todo eso,
además de las continuas visitas que reciben en el convento. Pero para las
dominicas de Lerma, con sor Leticia como maestra de novicias, lo fundamental es
la oración. Detrás de cada Reto hay cinco horas y media diarias de plegaria,
mucho estudio y una fuerte vida comunitaria
¿Cuál
es el alma de todo vuestro apostolado?
La
oración, sin duda. Somos una comunidad contemplativa y evangelizadora. Nuestro
carisma es contemplar y dar lo contemplado. No nos quedamos lo que recibimos en
la oración. Lo que recibes lo tienes que dar.
¡Y
desde la clausura!
Sí, para
muchos puede parecer contradictorio, pero siempre surge todo de la oración.
Nunca nos hemos propuesto: «¡Venga, ahora vamos a evangelizar!». Desde su
origen esta comunidad siempre ha sido muy acogedora, de hablar mucho con la
gente. Cuando alguien llama a un torno no viene simplemente a comprar cerámica,
busca algo más. Y ese algo más, ese «rezamos por ti», es lo que queremos dar.
Siempre hemos pensado que a todas estas personas les tenemos que dar algo más.
Por eso, en cuanto hay ocasión, hablamos de Jesucristo. Es que ésa es la mejor
noticia: Cristo ha muerto y ha resucitado por ti, por amor. Siempre el anuncio
del kerigma, buscando suscitar un encuentro personal con Cristo, que es lo que
de verdad te cambia la vida. Es impactante, porque, ante el anuncio del
kerygma, nadie queda indiferente, pues tiene muchísima fuerza…
Entonces
todo esto no surgió de una «lluvia de ideas» un día en el convento.
No, ¡para
nada! Nosotras somos las primeras sorprendidas… Ha sido experimentar una vez
más que el protagonismo es del Señor. Él es quien va por delante. Así es
siempre en nuestra fe. Al fin y al cabo, tú no puedes dar lo que no tienes. Si
no te sientes amado, ¿qué vas a dar? Cada uno de nosotros actúa siempre por las
referencias que hemos tenido; es decir, tú amas tal y como te han amado. Nos
limitamos a repetir los patrones que hemos vivido. Lo que pasa es que muchas
veces nos han amado mal y nos han hecho daño. Por eso es muy importante la
oración, porque en la oración es donde experimentas el amor del Señor, el
perdón, la alegría… La gracia precede a las obras. Se trata experimentar el
amor del Señor que te llena por completo, te hace feliz… y te da unos ojos
nuevos para que seas capaz de ver a los demás y sus necesidades. Es entonces
cuando puedes amar, porque te sientes amado por el Señor. Si no experimentas a
Cristo en tu vida, ¿qué vas a dar?
Sería todo una
obligación…
Sería una
religión del deber. «Tienes que hacer esto, tienes que pensar lo otro»… Pero
así la gente se quema. El deber te acaba dejando vacío. Todo comienza por la
gracia. Eso lo hemos visto con el libro del perdón: si no puedes perdonar, es
estupendo reconocerlo. Somos criaturas, no podemos con todo. Siéntate con
Cristo y pídele ese don. Mientras no lo recibas, es inútil que te empeñes. Y
cuando lo recibes, todo es llevadero, todo es más fácil, todo es más ligero…
¿Esto también se
aplica a la evangelización?
Por
supuesto. La oración es el motor, es lo primero. Antes de emprender cualquier
obra de evangelización, párate delante del Señor, y descubre qué es lo que Él
te pide. Antes de evangelizar, siéntate delante de Cristo para empaparte de
cómo es Él, su amor, su perdón… porque eso es lo que tú vas a dar después.
¿Y cómo empezar,
una vez que ya lo sabes?
Mira, el
gran arma de los evangelizadores del siglo XXI es el amor. Hoy en día la
palabra no tiene fuerza. Lo que sí la tiene es el gesto: que te aprendas los nombres
de tus compañeros de trabajo, dar los buenos días y decir el nombre del que te
lleva cada mañana en el autobús, acabarle el trabajo a un compañero que se
tiene que ir pronto a casa… Son esos pequeños detalles del día a día, de un
amor cristiano que no se cansa, y que tú has recibido cada día de la oración.
¿Cómo se pasa
después del gesto al anuncio explícito de Jesucristo?
Cuando
llevas unos días sonriendo a aquel en el que nadie se fija, un día te dirá: «Y
tú, ¿por qué siempre estás contento?» Un cristiano tiene los frutos del
Espíritu: la alegría, la paz, la mansedumbre… Estos frutos chocan muchísimo a
la gente. ¡Especialmente los lunes! [risas]. En cuanto empieza el diálogo ya
puedes lanzarte: «Esta alegría no es mía, me la da Jesucristo».
¿Quién no da a
Dios, da demasiado poco, como decía Benedicto XVI?
Como dice
un dominico, nosotras como parte de la Orden de Predicadores, deberíamos
confesarnos de un pecado de omisión si no damos a conocer a Cristo. Nosotras
estamos llamadas, más que a dar de comer, a dar de comer a las almas. Dios nos
llama a dar a Cristo. La mayor pobreza es no conocer a Jesucristo. A nuestro
convento han llegado personas con muchos bienes pero con una vida rota. No
tener al Señor es un vacío muy grande. Y, en cambio, ¡cómo te cambia la vida
cuando te encuentras con Él! La persona que no tiene nada pero tiene a Cristo,
es feliz.
Muchas veces se
piensa que evangelizar es cosa de curas y de monjas. Y los laicos, ¿qué?
Uff, ¡los
laicos podéis evangelizar muchísimo! Si un laico no evangeliza, es como si a la
Iglesia le amputaran un brazo. Porque donde él está no puede llegar un
sacerdote, sólo llega él. Cristo ha enviado a todos los cristianos, no sólo a
los curas y a las monjas. Tenéis el arma del amor, del que ya hemos hablado. Y
no os acomplejéis, el Señor está a vuestro lado. Sin embargo, hay gente que
tiene una fe muy de dudas… pero hay que pedirle a Cristo una fe de certeza:
pídele tener certeza de lo que transmites: «Señor, grábame esta fe como sea».
El cristianismo no es un cuento, es real, es todo un Dios que te ama. No
podemos acobardarnos, tenemos que decir al otro: «Ven». Pero antes él tiene que
sentir dónde estás tú, tiene que ver que eso que dices es de verdad muy
importante para ti, que es real. El cristianismo, o es una forma de vivir, o
son cuatro normas. Experimentar en nuestra propia vida el amor de Cristo es la
esencia de nuestra fe: ¡se nos está ofreciendo la Felicidad en mayúsculas!
Por todo lo que
decís, entonces evangelizar no es algo propio de «profesionales» que saben unas
cuantas técnicas…
Para
nada. Mira, algo que deberíamos tener todos los cristianos siempre con nosotros
es un crucifijo de bolsillo, para poder regalarlo a quienes nos encontremos y
estén sufriendo. Si alguien te confiesa: «Me han detectado un cáncer», ¿tú qué
puedes decir? Tú reza, deja que se desahogue, y luego déjale un signo:
«Agárrate a Este». Cristo es lo mejor que nos ha pasado en la vida, con Él
descubres una forma nueva de vivir, de afrontar la debilidad, de disfrutar del
mundo que te regala. Con Cristo descubres que hay no momentos de felicidad,
sino la Felicidad en mayúsculas. Así que, anunciarle a Él, ¡es el mayor regalo
que podemos hacer a los de nuestro alrededor! ¿Te apuntas a la aventura de
amar? ¡Con Cristo este reto es posible! ¡Vive de Cristo!
AYUDANDO
A VIVIR…, Y A MORIR
¿QUÉ
FEEDBACK TENÉIS VOSOTRAS DEL RETO?
Llevamos cinco años con el Reto, y en este tiempo hemos recibido muchas
impresiones. Desde parejas que se han casado por la Iglesia, a hermanos que se
han reconciliado después de muchos años, o gente que ha vuelto a recuperar la
fe también después de mucho tiempo… Y nos impresiona mucho también que ha
servido como preparación al cielo.
¿Preparación
al cielo…?
Personas con cáncer, en el hospital, que lo único que esperaban cada mañana
era el Reto… Personas que han pasado su último mes preparándose con el Reto y
morir con una paz impresionante… Gente que de repente pierde el miedo a la
muerte, que configura su alma con esta forma de ver a Dios, el Dios que en
Cristo se ha hecho hombre, que se ha hecho pobre, que te entiende, que quiere
que seas feliz, y que está deseando entrar en tu vida. Eso las personas que
están enfermas lo viven muy bien por su debilidad, tienen más apertura y
sensibilidad para descubrir al Señor.
Estáis preparando
también un libro con testimonios sobre la debilidad… ¿Por qué es importante
este tema?
Lo primero, como siempre, le preguntamos al Señor: ¿qué libro quieres
ahora? Y entonces sentimos muy fuerte en el corazón el tema de la debilidad.
Hay personas que están muy, muy rotas. Nos han enseñado a todos que tenemos que
ser fuertes, que tenemos que ser perfectos… pero la realidad es que no lo somos
y, por mucho que nos lo proponemos, no logramos serlo. Tú llegas por la noche a
tu cama y rompes a llorar porque no has podido amar, porque no has podido
reconciliarte, porque tienes una enfermedad… Durante el día te has mostrado
fuerte, pero el llegar a la cama te derrumbas. «Tienes que ser fuerte», pero no
es posible. No somos fuertes, no somos como Dios. Hemos visto personas muy
rotas y sólo podemos decirles: «Es que tú eres humano, no tengas miedo de
sentir tu humanidad. Hay Alguien que es fuerte en ti, hay Alguien en el que
puedes descansar». Y la gente descansa. ¡Es como quitarte una faja! [risas]. No
tenemos que ser perfectos, no tenemos que estar dando siempre una imagen. No
podemos asustarnos de nuestra debilidad. Pero la sociedad ante la debilidad
sólo te ofrece una pastilla para dormir. En cambio, nosotras te decimos que la
debilidad es buena porque te hace dependiente, y cuanto más dependiente de
Cristo, más feliz vas a ser.
¿Tenéis
algún otro proyecto más a la vista?
Sí. Hemos percibido también que la gente se sienta a rezar y no sabe muy
bien qué hacer. Por ello, tenemos en mente escribir un libro para enseñar a
rezar, que se va a llamar «Háblame de Él». Y vamos a hablar de cómo es Cristo,
su amor, su cercanía, y cómo orar, cómo hablar con Él. Nosotras sentimos que
todas estas iniciativas salen de Él, porque Él es el primer interesado. Es algo
que Él nos regala.
¿Algo más
para nuestros lectores?
Sí, que no tengan miedo de dar la mano a Cristo y dejar que llene toda su
vida. El Señor cuenta con vosotros, cuenta contigo para llevar la alegría de su
amor a todos los rincones. Pero, recuerda, la clave está en la oración:
recibirlo todo de Cristo, ¡para darlo después a los demás! O, en otras
palabras, ¡ora y ama! Vive de Cristo.
Entrevista completa publicada en
Alfa y Omega.
Por Juan Luis Vázquez
Díaz-Mayordomo.