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Sean bienvenidos

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Invitación y bienvenida

Hola amig@s, bienvenid@s a este lugar, "Seguir la Senda.Ventana abierta", un blog que da comienzo e inicia su andadura el 6 de Diciembre de 2010, y con el que sólo busco compartir con ustedes algo de mi inventiva, artículos que tengo recogidos desde hace años, y también todo aquello bonito e instructivo que encuentro en Google o que llega a mí desde la red, y sin ánimo de lucro.

Si alguno de ustedes comprueba que es suyo y quiere que diga su procedencia, o por el contrario quiere que sea retirado de inmediato, por favor, comuníquenmelo y lo haré en seguida y sin demora.

Doy las gracias a tod@s mis amig@s blogueros que me visitan desde todas partes del mundo y de los cuales siempre aprendo algo nuevo. ¡¡¡Gracias de todo corazón y Bienvenid@s !!!!

Si lo desean, bajo la cabecera de "Seguir la Senda", se encuentran unos títulos que pulsando o haciendo clic sobre cada uno de ellos pueden acceder directamente a la sección que les interese. De igual manera, haciendo lo mismo en cada una de las imágenes de la línea vertical al lado izquierdo del blog a partir de "Ventana abierta", pasando por todos, hasta "Galería de imágenes", les conduce también al objetivo escogido.

Espero que todos los artículos que publique en mi blog -y también el de ustedes si así lo desean- les sirva de ayuda, y si les apetece comenten qué les parece...

Mi ventana y mi puerta siempre estarán abiertas para tod@s aquell@s que quieran visitarme. Dios les bendiga continuamente y en gran manera.

Aquí les recibo a ustedes como se merecen, alrededor de la mesa y junto a esta agradable meriendita virtual.

No hay mejor regalo y premio, que contar con su amistad.

No hay mejor regalo y premio, que contar con su amistad.
No hay mejor regalo y premio, que contar con su amistad. Les saluda atentamente: Mª Ángeles Grueso (Angelita)

miércoles, 1 de enero de 2020

MANIFIESTO DEL AÑO NUEVO. Miércoles, 1 - Enero - 2020

"Ventana abierta"


MANIFIESTO DEL AÑO NUEVO


Hermanos:
La Nochevieja no es un invento de la Iglesia, 
no es una fiesta litúrgica.
Pero es una fiesta del hombre 
y es, por tanto, también una fiesta nuestra.
Es una fiesta agridulce, 
donde el hombre expresa sin saberlo su afán de futuro,
su deseo de eternidad, 
su esperanza secreta, inconfesada y vergonzante,
 pero a la vez radical y profunda, 
de resurrección.
No lo cree quizá, pero lo sueña;
 no lo sabe, pero lo siente;
no se atreve, pero lo necesita.
¡Vida nueva!
¡Si fuera verdad...!
¡Nueva, siempre nueva!
¡Vida, siempre vida y siempre viva!
Esta fiesta,
este juego,
este sueño a la vez humilde y ambicioso 
que el hombre eleva a Dios sin saberlo
es un grito que el Padre escucha
y que el cristiano entiende.
Si tiene usted más barriga, pero más corazón;
si tiene usted más arrugas, pero más amor;
si tiene usted más años, pero menos egoísmo...
¡Feliz Año Nuevo!


Si ha luchado por el hombre y piensa seguir haciéndolo;
si levantó a los caídos en el camino;
si escuchó al que necesitaba explayarse con alguien;
si visitó al solitario;
si colaboró para mejorar injusticias;
si ensayó tenazmente, mil y mil veces,
de ser bueno y portarse como un hombre,
aunque en este momento compruebe que todavía es un calamidad;
si gastó trescientos sesenta y cinco días
en ayudar a su prójimo en lo que podía
sin olvidar que también Dios Padre es su prójimo,
¡Feliz Año Nuevo!


Si mira el año próximo como algo inédito,
lleno de posibilidades irrepetidas e irrepetibles,
que nunca se han dado, como un paisaje que nunca ha cruzado,
como una tierra virgen aún no conquistada,
en la que cada día caerá un rayo nuevo de sol
que todavía no ha salido nunca de aquel astro,
sino que saldrá especialmente para usted y para ese momento;
si sabe andar con capacidad de sorpresa,
si comprende de verdad que el hombre nunca es lo mismo,
que el corazón no envejece si nosotros no lo entablillamos,
que cada segundo del futuro es un mensaje de Alguien que está más allá del tiempo
desde donde nos llama  y hacia donde nos llama
aunque ya lo tenemos aquí cerca del corazón;
si siente que el amor y la alegría todavía están vivos
allá en algún rincón de su conciencia,
y que le gustaría caminar siempre por la vida haciendo felices a la gente
y así siendo usted feliz;
si cree que Dios es bueno y que nos ama,
o al menos le gustaría creerlo;
si cree que el hombre es bueno, en el fondo,
o al menos le gustaría creerlo...
¡Feliz Año Nuevo!


En realidad y a pesar de las apariencias,
¡está usted más joven, señor!
¡Está usted más joven, Señora!

Hermanos:
Cristo es nuestro tiempo.
Cristo es nuestro futuro.
Cristo no juega con nosotros
cuando nos dice con su mayor seriedad
a la vez que con enorme alegría:
¡Feliz Año Nuevo!



Feliz Año que no sólo no te aleja de la vida,
sino que te acerca incansablemente a ella...!

¡GRACIAS SEÑOR POR ESTE MES DE ENERO QUE INICIA! Miércoles, 1 - Enero - 2020

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ORACIÓN DEL DÍA 1 DE ENERO DE 2020



¡GRACIAS SEÑOR POR ESTE MES DE ENERO QUE INICIA!


Mi Señor, cuando el sol con sus primeros rayos anuncia la llegada del mes de Enero, yo me acerco hasta Ti, Padre Eterno, porque Tú eres el sol de luz eterna.

Señor, Tú me regalas la oportunidad de vivir este nuevo mes y es como si me dijeras: 
"Es hora de levantarse, llenarse de fe, de fuerza y de voluntad, porque Tú eres mi hijo y has sido creado para hacer cosas maravillosas".

Gracias amado Dios de infinita misericordia por el hermoso don de la vida, por permitirme vivirla con mi familia y con mis amigos y por las sublimes bendiciones con las que Tú colmas nuestros días.

En tus manos dejo todo lo que soy, todo lo que anhelo y todo lo que tengo; por favor nunca te apartes de nuestras vidas, pues cada día que pasa necesitamos mucho más de Ti.

Señor, te pido que en este nuevo mes de Enero me brindes sabiduría para tomar buenas decisiones, por favor dame amor para compartir con los demás, fuerzas para no caer en tentación y voluntad para poder cumplir con todas mis obligaciones.

Padre, por favor camina conmigo y llévame por sendas de luz. Protégeme a mí y a todos los que amo para que nada ni nadie nos pueda hacer ningún tipo de daño. Señor, si Tú estás con nosotros, entonces nada habremos de temer.

Tú me regalas un nuevo mes para vivirlo en amor y alegría, para tratar de ser una mejor persona y para seguir exaltando tu precioso nombre.

Señor, por favor permíteme ser un instrumento de tu obra y ayúdame a comprender que sin importar a donde yo vaya, nunca estaré solo, pues Tú siempre estás conmigo en todo lugar.


Padre celestial, gracias por amarme y gracias por apoyarme.

Mi vida, mi fe, mis esperanzas y mis ilusiones para este mes de enero están puestas en tus manos. Confío en Ti, te amo con todo mi corazón y sé que Tú seguirás obrando de manera maravillosa en mi vida.

Que el Sagrado Corazón de Jesús, bendiga nuestro hogar para que nunca falte salud, éxito, prosperidad y sus bendiciones en nuestras vidas y San Miguel Arcángel nos proteja de todo mal en este mes de enero. Amén.

Gracias por orar conmigo. Hoy le pido al Señor que bendiga tu vida y la vida de tu familia y que no les falte el pan en su mesa en este mes de enero y que los guíe por sendas de bendición y prosperidad.

Gracias Señor por el trabajo que nos sustenta cada día, el alimento que nutre nuestro cuerpo, por el techo y el abrigo que nos cobijan, por nuestras familias, amigos, nuestra salud y nuestra vida. 
Feliz año 2020.

Deseos para el Nuevo Año

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Oración para Año Nuevo. Miércoles, 1 - Enero - 2020

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Saludo y buenos deseos para el nuevo año que acaba de comenzar. Miércoles, 1 - Enero - 2020

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Estas son las 12 Intenciones de Oración del Papa Francisco para el año 2020

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Estas son las 12 Intenciones de Oración del Papa Francisco para el año 2020


El Vaticano dio a conocer todas las intenciones de oración del Papa Francisco para el año 2020.

El sacerdote jesuita Frédéric Fornos, director de la Red del Apostolado de la Oración del Papa, concedió una entrevista al diario del Vaticano, L’Osservatore Romano (LOR) en la que explicó las novedades en las intenciones.

El P. Fornos dijo que en ellas “encontramos un eco en los desafíos para el mundo que el Papa ha presentado al inicio de enero a los miembros del cuerpo diplomático”, en el que invitó a “ser puente entre los pueblos y constructores de la paz” y a vivir en esta paz entre las religiones y las personas de buena voluntad.

Una prioridad del Santo Padre es el tema de los migrantes, “a quienes el Papa lleva en el corazón y en la oración desde hace mucho tiempo”, la lucha contra la trata de persona, la Iglesia en China, “la relación con nuestra casa común” y los desafíos del Sínodo de la Amazonía que se realizará en octubre de este año.

En las intenciones para 2020 también se rezará por quienes “se dejan llevar por caminos de muerte, a causa de diversas dependencias: abuso de drogas o de alcohol, uso nocivo de las nuevas tecnologías o pornografía online, con todas sus consecuencias”.

“Ante los desafíos del mundo, la Iglesia se moviliza a través de la oración, el servicio y la solidaridad. Promover una sociedad más justa y más humana es parte integral del anuncio del Evangelio de Jesucristo”, resaltó el sacerdote.

El P. Fornos también recordó que los fieles pueden sumarse a las intenciones del Santo Padre a través de la aplicación Click to Pray.

A continuación, las intenciones de oración del Papa Francisco para todo el año 2020:


Enero

Intención de oración por la evangelización: Promoción de la paz en el mundo.
Recemos para que los cristianos, los que siguen otras religiones y las personas de buena voluntad promuevan la paz y la justicia en el mundo.

Febrero

Intención de oración universal: Escuchar los gritos de los migrantes.
Recemos para que el clamor de los hermanos migrantes víctimas del tráfico criminal sea escuchado y considerado.

Marzo

Intención de oración por la evangelización: Los católicos en China.
Recemos para que la Iglesia en China persevere en la fidelidad al Evangelio y crezca en unidad.

Intención de oración universal: Liberación de las adicciones.
Recemos para que todas las personas bajo la influencia de las adicciones sean bien ayudadas y acompañadas.

Mayo

Intención de oración por la evangelización: Por los diáconos.
Recemos para que los diáconos, fieles al servicio de la Palabra y de los pobres, sean un signo vivificante para toda la Iglesia.

Junio

Intención de oración por la evangelización: El camino del corazón.
Recemos para que aquellos que sufren encuentren caminos de vida, dejándose tocar por el Corazón de Jesús.

Julio

Intención de oración universal: Nuestras familias.
Recemos para que las familias actuales sean acompañadas con amor, respeto y consejo.

Agosto

Intención de oración universal: El mundo del mar.
Recemos por todas las personas que trabajan y viven del mar, entre ellos los marineros, los pescadores y sus familias.

Septiembre

Intención de oración universal: Respeto de los recursos del planeta.
Recemos para que los recursos del planeta no sean saqueados, sino que se compartan de manera justa y respetuosa.

Octubre

Intención de oración por la evangelización: La misión de los laicos en la Iglesia.
Recemos para que en virtud del bautismo los fieles laicos, en especial las mujeres, participen más en las instancias de responsabilidad de la Iglesia.

Noviembre

Intención de oración universal: La inteligencia artificial.
Recemos para que el progreso de la robótica y de la inteligencia artificial esté siempre al servicio del ser humano.

Diciembre

Intención de oración por la evangelización: Para una vida de oración.
Recemos para que nuestra relación personal con Jesucristo se alimente de la Palabra de Dios y de una vida de oración.

Redacción ACI PRENSA
Apostolado, Comunicado


Mensaje del Papa Francisco para la Jornada Mundial de la Paz. Miércoles, 1 - Enero - 2020

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Mensaje del Papa Francisco para la Jornada Mundial de la Paz 2020
Redacción ACI Prensa

El Papa Francisco en la Audiencia General Foto: Daniel Ibáñez / ACI Prensa

El Vaticano publicó este 12 de diciembre el mensaje del Papa Francisco con motivo de la Jornada Mundial de la Paz que se celebrará el próximo 1 de enero de 2020 con el tema “La Paz como camino de Esperanza: Diálogo, Reconciliación y Conversión ecológica”.

En el mensaje, el Santo Padre afirmó que “la brecha entre los miembros de una sociedad, el aumento de las desigualdades sociales y la negativa a utilizar las herramientas para el desarrollo humano integral ponen en peligro la búsqueda del bien común. En cambio, el trabajo paciente basado en el poder de la palabra y la verdad puede despertar en las personas la capacidad de compasión y solidaridad creativa”.
A continuación, el texto completo del mensaje del Papa Francisco:

1. La paz, camino de esperanza ante los obstáculos y las pruebas

La paz, como objeto de nuestra esperanza, es un bien precioso, al que aspira toda la humanidad. Esperar en la paz es una actitud humana que contiene una tensión existencial, y de este modo cualquier situación difícil «se puede vivir y aceptar si lleva hacia una meta, si podemos estar seguros de esta meta y si esta meta es tan grande que justifique el esfuerzo del camino».[1] En este sentido, la esperanza es la virtud que nos pone en camino, nos da alas para avanzar, incluso cuando los obstáculos parecen insuperables.
Nuestra comunidad humana lleva, en la memoria y en la carne, los signos de las guerras y de los conflictos que se han producido, con una capacidad destructiva creciente, y que no dejan de afectar especialmente a los más pobres y a los más débiles. Naciones enteras se afanan también por liberarse de las cadenas de la explotación y de la corrupción, que alimentan el odio y la violencia. Todavía hoy, a tantos hombres y mujeres, niños y ancianos se les niega la dignidad, la integridad física, la libertad, incluida la libertad religiosa, la solidaridad comunitaria, la esperanza en el futuro. Muchas víctimas inocentes cargan sobre sí el tormento de la humillación y la exclusión, del duelo y la injusticia, por no decir los traumas resultantes del ensañamiento sistemático contra su pueblo y sus seres queridos.
Las terribles pruebas de los conflictos civiles e internacionales, a menudo agravados por la violencia sin piedad, marcan durante mucho tiempo el cuerpo y el alma de la humanidad. En realidad, toda guerra se revela como un fratricidio que destruye el mismo proyecto de fraternidad, inscrito en la vocación de la familia humana.
Sabemos que la guerra a menudo comienza por la intolerancia a la diversidad del otro, lo que fomenta el deseo de posesión y la voluntad de dominio. Nace en el corazón del hombre por el egoísmo y la soberbia, por el odio que instiga a destruir, a encerrar al otro en una imagen negativa, a excluirlo y eliminarlo. La guerra se nutre de la perversión de las relaciones, de las ambiciones hegemónicas, de los abusos de poder, del miedo al otro y la diferencia vista como un obstáculo; y al mismo tiempo alimenta todo esto.
Es paradójico, como señalé durante el reciente viaje a Japón, que «nuestro mundo vive la perversa dicotomía de querer defender y garantizar la estabilidad y la paz en base a una falsa seguridad sustentada por una mentalidad de miedo y desconfianza, que termina por envenenar las relaciones entre pueblos e impedir todo posible diálogo. La paz y la estabilidad internacional son incompatibles con todo intento de fundarse sobre el miedo a la mutua destrucción o sobre una amenaza de aniquilación total; sólo es posible desde una ética global de solidaridad y cooperación al servicio de un futuro plasmado por la interdependencia y la corresponsabilidad entre toda la familia humana de hoy y de mañana».[2]
Cualquier situación de amenaza alimenta la desconfianza y el repliegue en la propia condición. La desconfianza y el miedo aumentan la fragilidad de las relaciones y el riesgo de violencia, en un círculo vicioso que nunca puede conducir a una relación de paz. En este sentido, incluso la disuasión nuclear no puede crear más que una seguridad ilusoria.
Por lo tanto, no podemos pretender que se mantenga la estabilidad en el mundo a través del miedo a la aniquilación, en un equilibrio altamente inestable, suspendido al borde del abismo nuclear y encerrado dentro de los muros de la indiferencia, en el que se toman decisiones socioeconómicas, que abren el camino a los dramas del descarte del hombre y de la creación, en lugar de protegerse los unos a los otros.[3] Entonces, ¿cómo construir un camino de paz y reconocimiento mutuo? ¿Cómo romper la lógica morbosa de la amenaza y el miedo? ¿Cómo acabar con la dinámica de desconfianza que prevalece actualmente?
Debemos buscar una verdadera fraternidad, que esté basada sobre nuestro origen común en Dios y ejercida en el diálogo y la confianza recíproca. El deseo de paz está profundamente inscrito en el corazón del hombre y no debemos resignarnos a nada menos que esto.

2. La paz, camino de escucha basado en la memoria, en la solidaridad y en la fraternidad

Los Hibakusha, los sobrevivientes de los bombardeos atómicos de Hiroshima y Nagasaki, se encuentran entre quienes mantienen hoy viva la llama de la conciencia colectiva, testificando a las generaciones venideras el horror de lo que sucedió en agosto de 1945 y el sufrimiento indescriptible que continúa hasta nuestros días. Su testimonio despierta y preserva de esta manera el recuerdo de las víctimas, para que la conciencia humana se fortalezca cada vez más contra todo deseo de dominación y destrucción: «No podemos permitir que las actuales y nuevas generaciones pierdan la memoria de lo acontecido, esa memoria que es garante y estímulo para construir un futuro más justo y más fraterno».[4]
Como ellos, muchos ofrecen en todo el mundo a las generaciones futuras el servicio esencial de la memoria, que debe mantenerse no sólo para evitar cometer nuevamente los mismos errores o para que no se vuelvan a proponer los esquemas ilusorios del pasado, sino también para que esta, fruto de la experiencia, constituya la raíz y sugiera el camino para las decisiones de paz presentes y futuras.
La memoria es, aún más, el horizonte de la esperanza: muchas veces, en la oscuridad de guerras y conflictos, el recuerdo de un pequeño gesto de solidaridad recibido puede inspirar también opciones valientes e incluso heroicas, puede poner en marcha nuevas energías y reavivar una nueva esperanza tanto en los individuos como en las comunidades.
Abrir y trazar un camino de paz es un desafío muy complejo, en cuanto los intereses que están en juego en las relaciones entre personas, comunidades y naciones son múltiples y contradictorios. En primer lugar, es necesario apelar a la conciencia moral y a la voluntad personal y política. La paz, en efecto, brota de las profundidades del corazón humano y la voluntad política siempre necesita revitalización, para abrir nuevos procesos que reconcilien y unan a las personas y las comunidades.
El mundo no necesita palabras vacías, sino testigos convencidos, artesanos de la paz abiertos al diálogo sin exclusión ni manipulación. De hecho, no se puede realmente alcanzar la paz a menos que haya un diálogo convencido de hombres y mujeres que busquen la verdad más allá de las ideologías y de las opiniones diferentes. La paz «debe edificarse continuamente»,[5] un camino que hacemos juntos buscando siempre el bien común y comprometiéndonos a cumplir nuestra palabra y respetar las leyes. El conocimiento y la estima por los demás también pueden crecer en la escucha mutua, hasta el punto de reconocer en el enemigo el rostro de un hermano.
Por tanto, el proceso de paz es un compromiso constante en el tiempo. Es un trabajo paciente que busca la verdad y la justicia, que honra la memoria de las víctimas y que se abre, paso a paso, a una esperanza común, más fuerte que la venganza. En un Estado de derecho, la democracia puede ser un paradigma significativo de este proceso, si se basa en la justicia y en el compromiso de salvaguardar los derechos de cada uno, especialmente si es débil o marginado, en la búsqueda continua de la verdad.[6] Es una construcción social y una tarea en progreso, en la que cada uno contribuye responsablemente a todos los niveles de la comunidad local, nacional y mundial.
Como resaltaba san Pablo VI: «La doble aspiración hacia la igualdad y la participación trata de promover un tipo de sociedad democrática. [...] Esto indica la importancia de la educación para la vida en sociedad, donde, además de la información sobre los derechos de cada uno, sea recordado su necesario correlativo: el reconocimiento de los deberes de cada uno de cara a los demás; el sentido y la práctica del deber están mutuamente condicionados por el dominio de sí, la aceptación de las responsabilidades y de los límites puestos al ejercicio de la libertad de la persona individual o del grupo».[7]
Por el contrario, la brecha entre los miembros de una sociedad, el aumento de las desigualdades sociales y la negativa a utilizar las herramientas para el desarrollo humano integral ponen en peligro la búsqueda del bien común. En cambio, el trabajo paciente basado en el poder de la palabra y la verdad puede despertar en las personas la capacidad de compasión y solidaridad creativa.
En nuestra experiencia cristiana, recordamos constantemente a Cristo, quien dio su vida por nuestra reconciliación (cf. Rm 5,6-11). La Iglesia participa plenamente en la búsqueda de un orden justo, y continúa sirviendo al bien común y alimentando la esperanza de paz a través de la transmisión de los valores cristianos, la enseñanza moral y las obras sociales y educativas.

3. La paz, camino de reconciliación en la comunión fraterna

La Biblia, de una manera particular a través de la palabra de los profetas, llama a las conciencias y a los pueblos a la alianza de Dios con la humanidad. Se trata de abandonar el deseo de dominar a los demás y aprender a verse como personas, como hijos de Dios, como hermanos. Nunca se debe encasillar al otro por lo que pudo decir o hacer, sino que debe ser considerado por la promesa que lleva dentro de él. Sólo eligiendo el camino del respeto será posible romper la espiral de venganza y emprender el camino de la esperanza.
Nos guía el pasaje del Evangelio que muestra el siguiente diálogo entre Pedro y Jesús: «“Señor, si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces tengo que perdonarlo? ¿Hasta siete veces?”. Jesús le contesta: “No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete”» (Mt 18,21-22). Este camino de reconciliación nos llama a encontrar en lo más profundo de nuestros corazones la fuerza del perdón y la capacidad de reconocernos como hermanos y hermanas. Aprender a vivir en el perdón aumenta nuestra capacidad de convertirnos en mujeres y hombres de paz.
Lo que afirmamos de la paz en el ámbito social vale también en lo político y económico, puesto que la cuestión de la paz impregna todas las dimensiones de la vida comunitaria: nunca habrá una paz verdadera a menos que seamos capaces de construir un sistema económico más justo. Como escribió hace diez años Benedicto XVI en la Carta encíclica Caritas in veritate: «La victoria sobre el subdesarrollo requiere actuar no sólo en la mejora de las transacciones basadas en la compraventa, o en las transferencias de las estructuras asistenciales de carácter público, sino sobre todo en la apertura progresiva en el contexto mundial a formas de actividad económica caracterizada por ciertos márgenes de gratuidad y comunión» (n. 39).

4. La paz, camino de conversión ecológica

«Si una mala comprensión de nuestros propios principios a veces nos ha llevado a justificar el maltrato a la naturaleza o el dominio despótico del ser humano sobre lo creado o las guerras, la injusticia y la violencia, los creyentes podemos reconocer que de esa manera hemos sido infieles al tesoro de sabiduría que debíamos custodiar».[8]
Ante las consecuencias de nuestra hostilidad hacia los demás, la falta de respeto por la casa común y la explotación abusiva de los recursos naturales —vistos como herramientas útiles únicamente para el beneficio inmediato, sin respeto por las comunidades locales, por el bien común y por la naturaleza—, necesitamos una conversión ecológica.
El reciente Sínodo sobre la Amazonia nos lleva a renovar la llamada a una relación pacífica entre las comunidades y la tierra, entre el presente y la memoria, entre las experiencias y las esperanzas.
Este camino de reconciliación es también escucha y contemplación del mundo que Dios nos dio para convertirlo en nuestra casa común. De hecho, los recursos naturales, las numerosas formas de vida y la tierra misma se nos confían para ser “cultivadas y preservadas” (cf. Gn 2,15) también para las generaciones futuras, con la participación responsable y activa de cada uno. Además, necesitamos un cambio en las convicciones y en la mirada, que nos abra más al encuentro con el otro y a la acogida del don de la creación, que refleja la belleza y la sabiduría de su Hacedor.
De aquí surgen, en particular, motivaciones profundas y una nueva forma de vivir en la casa común, de encontrarse unos con otros desde la propia diversidad, de celebrar y respetar la vida recibida y compartida, de preocuparse por las condiciones y modelos de sociedad que favorecen el florecimiento y la permanencia de la vida en el futuro, de incrementar el bien común de toda la familia humana.
Por lo tanto, la conversión ecológica a la que apelamos nos lleva a tener una nueva mirada sobre la vida, considerando la generosidad del Creador que nos dio la tierra y que nos recuerda la alegre sobriedad de compartir. Esta conversión debe entenderse de manera integral, como una transformación de las relaciones que tenemos con nuestros hermanos y hermanas, con los otros seres vivos, con la creación en su variedad tan rica, con el Creador que es el origen de toda vida. Para el cristiano, esta pide «dejar brotar todas las consecuencias de su encuentro con Jesucristo en las relaciones con el mundo que los rodea».[9]

5. Se alcanza tanto cuanto se espera [10]

El camino de la reconciliación requiere paciencia y confianza. La paz no se logra si no se la espera. En primer lugar, se trata de creer en la posibilidad de la paz, de creer que el otro tiene nuestra misma necesidad de paz. En esto, podemos inspirarnos en el amor de Dios por cada uno de nosotros, un amor liberador, ilimitado, gratuito e incansable.
El miedo es a menudo una fuente de conflicto. Por lo tanto, es importante ir más allá de nuestros temores humanos, reconociéndonos hijos necesitados, ante Aquel que nos ama y nos espera, como el Padre del hijo pródigo (cf. Lc 15,11-24). La cultura del encuentro entre hermanos y hermanas rompe con la cultura de la amenaza. Hace que cada encuentro sea una posibilidad y un don del generoso amor de Dios. Nos guía a ir más allá de los límites de nuestros estrechos horizontes, a aspirar siempre a vivir la fraternidad universal, como hijos del único Padre celestial.
Para los discípulos de Cristo, este camino está sostenido también por el sacramento de la Reconciliación, que el Señor nos dejó para la remisión de los pecados de los bautizados. Este sacramento de la Iglesia, que renueva a las personas y a las comunidades, nos llama a mantener la mirada en Jesús, que ha reconciliado «todas las cosas, las del cielo y las de la tierra, haciendo la paz por la sangre de su cruz» (Col 1,20); y nos pide que depongamos cualquier violencia en nuestros pensamientos, palabras y acciones, tanto hacia nuestro prójimo como hacia la creación.
La gracia de Dios Padre se da como amor sin condiciones. Habiendo recibido su perdón, en Cristo, podemos ponernos en camino para ofrecerlo a los hombres y mujeres de nuestro tiempo. Día tras día, el Espíritu Santo nos sugiere actitudes y palabras para que nos convirtamos en artesanos de la justicia y la paz.
Que el Dios de la paz nos bendiga y venga en nuestra ayuda.
Que María, Madre del Príncipe de la paz y Madre de todos los pueblos de la tierra, nos acompañe y nos sostenga en el camino de la reconciliación, paso a paso.
Y que cada persona que venga a este mundo pueda conocer una existencia de paz y desarrollar plenamente la promesa de amor y vida que lleva consigo.

Vaticano, 8 de diciembre de 2019
FRANCISCO

[1] Benedicto XVI, Carta enc. Spe salvi (30 noviembre 2007).
[2] Discurso sobre las armas nucleares, Nagasaki, Parque del epicentro de la bomba atómica, 24 noviembre 2019. [3] Cf. Homilía en Lampedusa, 8 julio 2013.
[4] Encuentro por la paz, Hiroshima, Memorial de la Paz, 24 noviembre 2019.
[5] Conc. Ecum. Vat. II, Const. past. Gaudium et spes, 78.
[6] Cf. Benedicto XVI, Discurso a los dirigentes de las asociaciones cristianas de trabajadores italianos, 27 enero 2006. [7] Carta. ap. Octogesima adveniens (14 mayo 1971), 24.
[8] Carta enc. Laudato si’ (24 mayo 2015), 200.
[9] Ibíd., 217.
[10] Cf. S. Juan de la Cruz, Noche Oscura, II, 21, 8.



Oración de Comunión Espiritual. Jornada por la Paz. Miércoles, 1 - Enero - 2020

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Oración de Comunión Espiritual


Jornada por la Paz


Nosotros queremos recibir a Jesús nuestro Salvador.
Hagamos la Comunión Espiritual todos los amigos que seguís este blog, guardemos y meditemos en silencio, como María, todo en el corazón.


"Al inicio de este nuevo año, te rezamos, oh Dios,  con nuestra mirada puesta en María, tu Madre y nuestra Madre, para que por su intercesión sea posible la civilización del amor y la paz.
Ella nos trajo tu Palabra de Vida, Jesucristo.
Ella vivió en silencio su condición de Madre de Dios, en su corazón maternal guardaba y meditaba todos los acontecimientos haciéndolos vida en su vida, aceptando siempre tu voluntad.

Señor, bendícenos, protégenos y concédenos tu favor y danos la Paz.
Tú que para rescatar al esclavo entregaste a tu Hijo, y así pudiéramos llegar a ser hijos tuyos y poder llamarte Padre.
Ayúdanos para poder contar tus maravillas, las que vemos y experimentamos en la vida, también en la enfermedad, en el dolor, la muerte.
Que en el silencio de nuestro corazón ahí meditemos tus obras de amor para con nosotros, aunque a veces no las entendamos, siempre tu voluntad.

Pedimos la intercesión de María, Madre atenta a las necesidades, de la humanidad, para que nos obtenga de su Hijo Jesús, Príncipe de la Paz, el cumplimiento de nuestra súplica y la bendición de nuestro compromiso cotidiano en favor de un mundo fraterno y solidario.
Santa María Madre de Dos, ruega por nosotros"