"Ventana abierta"
RINCÓN PARA ORAR
JUAN, ERES PROFETA DEL ALTÍSIMO
67 Zacarías, su padre, quedó
lleno de Espíritu Santo, y profetizó diciendo:
68 « Bendito el Señor
Dios de Israel porque ha visitado y redimido a su pueblo.
69 y nos ha suscitado una fuerza
salvadora en la casa de David, su siervo,
70 como había prometido desde tiempos
antiguos, por boca de sus santos profetas,
71 que nos salvaría de nuestros
enemigos y de las manos de todos los que nos odiaban
72 haciendo misericordia a
nuestros padres y recordando su santa alianza
73 y el juramento que juró a
Abraham nuestro padre, de concedernos
74 que, libres de manos enemigas,
podamos servirle sin temor
75 en santidad y justicia delante
de él todos nuestros días.
76 Y tú, niño, serás
llamado profeta del Altísimo, pues irás delante del Señor para preparar sus
caminos
77 y dar a su pueblo conocimiento
de salvación por el perdón de sus pecados,
78 por las entrañas de
misericordia de nuestro Dios, que harán que nos visite una Luz de la altura,
79 a fin de iluminar a los que habitan en tinieblas y sombras de muerte y guiar nuestros pasos por el camino de la paz.» (Lc. 1, 67-79)
Desde niño, Juan
el Bautista oiría en su casa que, él era el “Profeta
del Altísimo”. No era un profeta más, sino el último profeta, porque su
misión era señalar al que tenía que venir y que, ya estaba
entre todos. Juan, ante Jesús, se abajará porque decía machaconamente
en sus últimos días: “Él tiene que crecer y, yo tengo que
menguar”. Él, se sabe ante Jesús nada y menos que
nada. Él, ha de preparar el camino a Jesús invitando a todos a
convertirse. Jesús, mando por delante a su emisario, como Rey que era.
Y éste, cumplió fielmente la encomienda de su Maestro y
Señor Jesucristo.
Juan, sabía que, para acercarse
a Dios, el hombre ha de purificarse, o mejor, ha de dejarse
purificar por ÉI. Y, saliendo de su soledad, comenzó
a predicar un bautismo de conversión. Se plantó en
el Jordán ya él acudían las gentes para
ser bautizadas y que, se les perdonaran los pecados.
La misión de Juan Bautista era extraordinaria,
como extraordinaria fue su gestación y nacimiento. Seres
celestes anunciaron su entrada en el mundo. Todo fue maravilloso, en los
comienzos de su vida. Pero todos estos signos desembocaron en una vida
muy austera en el desierto, y después el salir de este
retiro, por voluntad de Dios, para “gritar” la vuelta
a ÉI, por las obras de justicia. Porque Dios, ama a
los hombres, al pecador que somos también nosotros; Pero no ama
nuestras malas obras o infidelidades. ¡Y estas, sólo las puede
perdonar el Señor, cubriéndolas con su misericordia!
¡Señor, nosotros reconocemos nuestra impiedad y
más al saber que un día nos prometiste: “nos visitará el Sol, que nace de lo
alto”! ¡Y así lo has cumplido derrochando tu amor con
tu Encarnación, tu Vida y tu Muerte en la
Cruz! ¡Y, todo por amor, un amor, que no merecemos, y nos es
impensable poder alcanzar! Ahora, con tus promesas hechas realidad, nos
acogemos todos a ese “Sol que ha nacido de lo alto”, a Jesucristo, Nuestro Salvador.
¡Ya no vivimos de los profetas ni, nos
quedamos en la figura del fiel Juan el Bautista! ¡Ahora es la
gracia, es tu gracia, que gravita en toda nuestra vida, invitándonos a
convertirnos de todo lo que queda todavía de
impureza y, a sumergirnos, en el piélago divino de
tu caridad!
¡Señor Dios, Tú también quieres que seamos
profetas, pero no de la abolición del pecado, sino de “el excesivo amor” que,
¡Jesús nos ha inaugurado! ¡Y que ya nos está salvando!.. La voz
de Jesús: “Dios te ama” a todos los hombres, es nuestra plenitud de ser
profetas del Nuevo Testamento!
¡Hazlo tú, Señor! ¡Qué así sea! ¡Amén! ¡Amén!"





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