"Ventana abierta"
El recuerdo de la madre siempre es tranquilizador, pero cuando esta Madre es María, la paz inunda nuestra alma, la sonrisa aflora a nuestros labios, la alegría penetra a nuestra vida. Piensa, pues, con frecuencia en María, tenla presente en todos los momentos de tu vida, invócala sobre todo en los tramos más difíciles y comprometidos.
SI VAS CON ELLA, NO PERDERÁS EL RUMBO
ÁNGELUS
LOS CINCO MINUTOS DE MARÍA
En la familia humana el elemento cohesivo, que une estrechamente a todos los integrantes del hogar, es a no dudarlo, la madre, con su ternura, su intuición, su entrega sin reservas.
En la familia de Dios es también ella, la dulce Madre buena, la Virgen María, la que unirá a los hijos de Dios, la que impedirá la dispersión, la que construirá la verdadera comunidad de la Iglesia.
En ella y por ella desaparecen los "Yoes" y los "Túes" y aflora el "Nosotros"; todos juntos, todos hijos de un mismo Padre-Dios y de una misma Madre la Virgen María.
AYÚDANOS A PRONUNCIAR EL NOSOTROS EN TODA CIRCUNSTANCIA.
Padre Nuestro...
Ave María...
Gloria...
♡Desposorio de San José con la
Virgen María♡
Volvieron los hombres a sus casas y el joven se
retiró al monte Carmelo, junto con los sacerdotes que vivían allí desde el
tiempo de Elías, quedándose con ellos y orando continuamente por el
cumplimiento de la Promesa.
Luego vi a los sacerdotes del Templo buscando
nuevamente en los registros de las familias, si quedaba algún descendiente de
la familia de David que no hubiese sido llamado.
Hallaron la indicación de seis hermanos que
habitaban en Belén, uno de los cuales era desconocido y andaba ausente desde
hacía tiempo. Buscaron el domicilio de José, descubriéndolo a poca distancia de
Samaria, en un lugar situado cerca de un riachuelo. Habitaba a la orilla del
río y trabajaba bajo las órdenes de un carpintero.
Obedeciendo a las órdenes del Sumo Sacerdote,
acudió José a Jerusalén y se presentó en el Templo. Mientras oraban y ofrecían
sacrificio pusiéronle también en las manos una vara, y en el momento en que él
se disponía a dejarla sobre el altar, delante del Santo de los Santos, brotó de
la vara una flor blanca, semejante a una azucena; y pude ver una aparición
luminosa bajar sobre él: era como si en ese momento José hubiese recibido al
Espíritu Santo. Así se supo que éste era el hombre designado por Dios para ser
prometido de María Santísima, y los sacerdotes lo presentaron a María, en
presencia de su madre. María, resignada a la voluntad de Dios, lo aceptó
humildemente, sabiendo que Dios todo lo podía, puesto que Él había recibido su
voto de pertenecer sólo a Él.
Ceremonia nupcial
Las bodas de María y José, que duraron de seis
a siete días, fueron celebradas en Jerusalén en una casa situada cerca de la
montaña de Sión que se alquilaba a menudo para ocasiones semejantes.
Además de las maestras y compañeras de María de
la escuela del Templo, asistieron muchos parientes de Joaquín y de Ana, entre
otros un matrimonio de Gofna con dos hijas. Las bodas fueron solemnes y
suntuosas, y se ofrecieron e inmolaron muchos corderos como sacrificio en el
Templo.
He podido ver muy bien a María con su vestido
nupcial. Llevaba una túnica muy amplia abierta por delante con anchas mangas.
Era de fondo azul, con grandes rosas rojas, blancas y amarillas, mezcladas de
hojas verdes, al modo de las ricas casullas de los tiempos antiguos. El borde
inferior estaba adornado con flecos y borlas. Encima del traje llevaba un manto
celeste parecido a un gran paño. Además de este manto, las mujeres judías
solían llevar en ciertas ocasiones algo así como un abrigo de duelo con mangas.
El manto de María caíale sobre los hombros volviendo hacia adelante por ambos
lados y terminando en una cola. Llevaba en la mano izquierda una pequeña corona
de rosas blancas y rojas de seda; en la derecha tenía, a modo de cetro, un
hermoso candelero de oro sin pie, con una pequeña bandeja sobrepuesta, en el
que ardía algo que producía una llama blanquecina. Ana había traído el vestido
de boda, y María, en su humildad, no quería ponérselo después de los
esponsales.
Las jóvenes del Templo arreglaron el cabello de
María, terminando el tocado en muy breve tiempo. Sus cabellos fueron ajustados
en torno a la cabeza, de la cual colgaba un velo blanco que caía por debajo de
los hombros. Sobre este velo le fue puesta una corona. Es rubia la cabellera de
María era abundante, de color rubio de oro, cejas negras y altas, grandes ojos
de párpados habitualmente entornados con largas pestañas negras, nariz de bella
forma un poco alargada, boca noble y graciosa, y fino mentón. Su estatura era
mediana. Vestida con su hermoso traje, era su andar lleno de gracia, de
decencia y de gravedad. Vistióse luego para la boda con otro atavío menos
adornado, del cual poseo un pequeño trozo que guardo entre mis reliquias. Las
personas acomodadas mudaban tres o cuatro veces sus vestidos durante las bodas.
Llevó este traje listado en Caná y en otras ocasiones solemnes. A veces volvía
a ponerse su vestido de bodas cuando iba al Templo. En ese traje de gala, María
me recordaba a ciertas mujeres ilustres de otras épocas, por ejemplo a Santa
Elena y a Santa Cunegunda, aunque distinguiéndose de ellas por el manto con que
se envolvían las mujeres judías, más parecido al de las damas romanas. Había en
Sión, en la vecindad del Cenáculo, algunas mujeres que preparaban hermosas
telas de todas clases, según pude ver a propósito de sus vestidos.
José llevaba un traje largo, muy amplio, de
color azul con mangas anchas y sujetas al costado por cordones. En torno al
cuello tenía una esclavina parda o más bien una ancha estola, y en el pecho
colgábanle dos tiras blancas. He visto todos los pormenores de los esponsales
de María y José: la comida de boda y las demás solemnidades; pero he visto al
mismo tiempo otras tantas cosas. Me encuentro tan enferma, tan molesta de mil
diversas formas, que no me atrevo a decir más para no introducir confusión en
estos relatos.
XXVI El anillo nupcial de María
He visto que el anillo nupcial de María no es
de oro ni de plata ni de otro metal. Tiene un color sombrío con reflejos
cambiantes. No es tampoco un pequeño círculo delgado, sino bastante grueso como
un dedo de ancho. Lo vi todo liso, aunque llevaba incrustados pequeños
triángulos regulares en los cuales había letras.
Vi que estaba bien guardado bajo muchas
cerraduras en una hermosa iglesia. Hay personas piadosas que antes de celebrar
sus bodas tocan esta reliquia preciosa con sus alianzas matrimoniales. En estos
últimos días he sabido muchos detalles relativos a la historia del anillo
nupcial de María; pero no puedo relatarlo en el orden debido. He visto una
fiesta en una ciudad de Italia (Perusa) donde se conserva este anillo. Estaba
expuesto en una especie de viril, encima del tabernáculo. Había allí un gran
altar embellecido con adornos de plata. Mucha gente llevaba sus anillos para hacerlos
tocar en la custodia.
Durante esta fiesta he visto aparecer de ambos
lados del altar del anillo, a María y a José con sus trajes de bodas. Me
pareció que José colocaba el anillo en el dedo de María. En aquel momento vi el
anillo todo luminoso, como en movimiento. A la izquierda y a la derecha del
altar, vi otros dos altares, los cuales probablemente no se hallaban en la
misma iglesia; pero me fueron mostrados allí en esta visión. Sobre el altar de
la derecha se hallaba una imagen del Ecce Homo, que un piadoso magistrado
romano, amigo de San Pedro, había recibido milagrosamente. Sobre el altar de la
izquierda estaba una de las mortajas de Nuestro Señor. Terminadas las bodas, se
volvió Ana a Nazaret, y María partió también en compañía de varias vírgenes que
habían dejado el Templo al mismo tiempo que ella. No sé hasta dónde acompañaron
a María: sólo recuerdo que el primer sitio donde se detuvieron para pasar la
noche fue la escuela de Levitas de Bet-Horon. María hacía el viaje a pie.
Después de las bodas, José había ido a Belén para ordenar algunos asuntos de
familia. Más tarde se trasladó a Nazaret.
XXVII La casa de Nazaret
He visto una fiesta en la casa de Santa Ana. Vi
allí a seis huéspedes, sin contar a los familiares de la casa, ya algunos niños
reunidos con José y María en torno de una mesa, sobre la cual había vasos. La
Virgen tenía un manto con flores rojas, azules y blancas, como se ve en las
antiguas casullas. Llevaba un velo transparente y por encima otro negro. Esta
parecía una continuación de la fiesta de bodas.
Mi guía me llevó a la casa de Santa Ana, que
reconocí enseguida con todos sus detalles. No encontré allí a José ni a María.
Vi que Santa Ana se disponía a ir a Nazaret, donde habitaba ahora la Sagrada
Familia. Llevaba bajo el brazo un envoltorio para María. Para ir a Nazaret tuvo
que atravesar una llanura y luego un bosquecillo, delante de una altura. Yo
seguí el mismo camino. He visto a Ana visitando a María y entregarle lo que
había traído para ella, volviéndose luego a su casa. María lloró mucho y
acompañó a su santa madre un trozo de camino. Vi a San José frente a la casa en
un sitio algo apartado.
La casita de Nazaret, que Ana había preparado
para María y José, pertenecía a Santa Ana. Ella podía, desde su casa, llegar
allí sin ser observada, por caminos extraviados, en media hora de camino.
La casa de José no estaba muy lejos de la
puerta de la ciudad y no era tan grande como la de Santa Ana. Había en la
vecindad un pozo cuadrangular al cual se bajaba por algunas escaleras. Delante
de la casa había un pequeño patio cuadrado. Estaba sobre una colinita, no
edificada ni cavada, sino que estaba separada de la colina por la parte de
atrás, y a la cual conducía un sendero angosto abierto en la misma roca. En la
parte posterior tenía una abertura por arriba, en forma de ventana, que miraba
a lo alto de la colina. Había bastante oscuridad detrás de la casa. La parte
posterior de la casita era triangular y era más elevada que la anterior. La
parte baja estaba cavada en la piedra; la parte alta era de materiales
livianos.
En la parte posterior estaba el dormitorio de
María: allí tuvo lugar la Anunciación del Ángel. Esta habitación tenía forma
semicircular debido a los tabiques de juncos entretejidos groseramente, que
cubrían las paredes posteriores en lugar de los biombos livianos que se usaban.
Los tabiques que cubrían las paredes tenían dibujos de varias formas y colores.
El lecho de María estaba en el lado derecho; detrás de un tabique entretejido.
En la parte izquierda estaba el armario y la pequeña mesa con el escabel: era
éste el lugar de oración de María. La parte posterior de la casa estaba
separada del resto por el hogar, que era una pared en medio de la cual se
levantaba una chimenea hasta el techo. Por la abertura del techo salía la
chimenea, terminada en un pequeño tejadito. Más tarde he visto al final de esta
chimenea dos pequeñas campanas colgadas.
A derecha e izquierda había dos puertas con
tres escalones que iban a la alcoba de María. En las paredes del hogar había
varios huecos abiertos con el menaje y otros objetos que aún veo en la casa de
Loreto, Detrás de la chimenea había un tirante de cedro, al cual estaba
adherida la pared del hogar con la chimenea. Desde este tirante, plantado
verticalmente salía otro a través, a la mitad de la pared posterior, donde
estaban metidos otros, por ambos lados. El color de estos maderos era azulado
con adornos amarillos. A través de ellos se veía el techo, revestido
interiormente de hojas y de esteras; en los ángulos había adornos de estrellas.
La estrella del ángulo del medio era grande y parecía representar el lucero de
la mañana. Más tarde he visto allí más número de estrellas. Sobre el tirante
horizontal que salía de la chimenea e iba a la pared posterior por una abertura
exterior, colgaba la lámpara. Debajo de la chimenea se veía otro tirante. El techo
exterior no era en punta, sino plano, de modo que se podía caminar sobre él,
pues estaba resguardado por un parapeto entorno de esa azotea.
Cuando la Virgen Santísima, después de la muerte de San José, dejó la casita de Nazaret y fue a vivir en las cercanías de Cafarnaúm, se empezó a adornar la casa, conservándola como un lugar sagrado de oración. María peregrinaba a menudo desde Cafarnaúm hasta allá, para visitar el lugar de la Encarnación y entregarse a la oración. Pedro y Juan, cuando iban a Palestina, solían visitar la casita para consagrar en ella, pues se había instalado un altar en el lugar donde había estado el hogar. El armarito que María había usado lo pusieron sobre la mesa del altar como a manera de tabernáculo.
Textos tomados del Libro "Los cinco minutos de María" del Padre Alfonso Milagro.





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