"Ventana abierta"
Carta pastoral del Arzobispo de Sevilla
‘Jornada Mundial de Oración por
las Vocaciones’
Queridos hermanos y
hermanas:
El domingo IV de Pascua, que
hoy celebramos, es conocido como el domingo del Buen Pastor. El evangelio nos
presenta a Jesucristo como el pastor que llama y reúne a sus ovejas, las conoce
por su nombre, las cuida, guía y conduce a frescos pastizales, busca a la oveja
perdida y, en su inmolación pascual, da la vida por sus ovejas, siendo al mismo
tiempo modelo y espejo de los pastores de la grey que Él adquirió con su
sangre.
En este domingo celebramos
también la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones. En ella se nos
recuerda que, en la tarea salvadora que nace del misterio pascual, el Buen
Pastor necesita colaboradores. A través de humildes instrumentos humanos, el
Señor ha de seguir predicando, santificando, perdonando los pecados, sanando
las heridas físicas y morales, consolando a los tristes, enseñando a los
ignorantes y acompañando a quien se siente solo y abandonado. Son las distintas
vocaciones que el Espíritu suscita en su Iglesia para seguir cumpliendo la
misión del Buen Pastor, viviendo como Él en castidad, pobreza y obediencia, al
servicio del Pueblo de Dios.
En esta Jornada damos gracias
a Dios por la vida y el testimonio de tantos sacerdotes y consagrados, que en
el ministerio pastoral, en la oración, el trabajo y el silencio del claustro, en
el servicio a los pobres y marginados, en el acompañamiento a los enfermos y
ancianos y en la escuela católica están gastando generosamente su vida al
servicio de Dios y de sus hermanos. Es incalculable la riqueza que aporta a la
Iglesia el don del ministerio sacerdotal y de la vida consagrada en sus
múltiples carismas e instituciones. Que en esta Jornada y siempre les
acompañemos con el afecto y la oración para que sean fieles a la llamada
recibida y el Señor nos conceda muchas, santas y generosas vocaciones para
gloria de Dios y bien de la Iglesia.
Consciente de que la oración
es el alma de la pastoral vocacional, invito a todos los fieles de la
Archidiócesis a pedir insistentemente, hoy y todos los días, “al Dueño de la mies que envíe
obreros a su mies”. Os pido también que os impliquéis en esta
pastoral, que es tarea de toda la comunidad cristiana, especialmente de los
sacerdotes, consagrados, catequistas, educadores y padres. Las familias
cristianas han sido siempre el manantial del que han surgido las vocaciones. Un
clima familiar sereno, alegre y piadoso, iluminado por la fe, en el que se
acoge y celebra el don de la vida, y en el que se vive la comunión y la unidad
entre sus miembros, favorece el florecimiento vocacional. De ahí la relación
estrecha entre la pastoral vocacional y la pastoral familiar.
Me dirijo ahora a los
sacerdotes y consagrados de nuestra Archidiócesis, a quienes urge antes que a
nadie esta pastoral preciosa. Invitad a los jóvenes a plantearse su futuro
vocacional, orad con vuestras comunidades por las vocaciones, y sobre todo,
procurad que vuestra vida sencilla, entregada, pobre, casta y alegre, suponga
una invitación tácita para que muchos jóvenes se decidan a seguir nuestra
vocación.
No puedo concluir sin decir
una palabra a los jóvenes de nuestra Archidiócesis. Queridos jóvenes: Estáis
viviendo una etapa trascendental, en la que tratáis de diseñar vuestro futuro.
Yo os propongo un camino apasionante y fecundo para vuestra realización
personal: seguir a Jesús en el sacerdocio o en la vida consagrada. Como san
Pablo después de su conversión, preguntad también vosotros al Señor: “¿Qué quieres que haga?”, ¿qué
quieres que haga con la vida que me has regalado?, ¿qué quieres que haga por
Ti?, y mostradle vuestra entera disponibilidad, sin planes previos y con una
gran confianza.
Un amigo de Jesús no organiza
su existencia sin contar con el Señor. Las grandes decisiones sobre nuestro
futuro hemos de tomarlas con Él, con espíritu de fe, obediencia y amor,
arriesgándonos a ponernos a su alcance para que Él tome y conquiste nuestra
vida, la convierta, posea y oriente al servicio del Evangelio, de la Iglesia y
de los hermanos. Esta es la única forma de no equivocarse y acertar en un
asunto tan importante. Esta es la puerta estrecha que da acceso a la felicidad,
de la mano del Señor y guiados por su Espíritu. Es la mejor forma de emplear la
vida, dignificada por la llamada del Señor, guiada y poseída por Él, y abierta
a los hermanos con su mismo amor.
Él nos ha dicho que “no hay amor más grande que el
de aquel que da la vida por sus amigos”. Él ha prometido
recompensar con el ciento por uno a quien entregue su vida por Él y por el
Evangelio. A Él le pido que os conceda corazón generoso, oído de discípulo y
labios de mensajero para que Cristo sea conocido y amado.
Para vosotros y para todos, mi
saludo fraterno y mi bendición.
+ Juan José Asenjo Pelegrina
Arzobispo de Sevilla
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