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Sean bienvenidos

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Invitación y bienvenida

Hola amig@s, bienvenid@s a este lugar, "Seguir la Senda.Ventana abierta", un blog que da comienzo e inicia su andadura el 6 de Diciembre de 2010, y con el que sólo busco compartir con ustedes algo de mi inventiva, artículos que tengo recogidos desde hace años, y también todo aquello bonito e instructivo que encuentro en Google o que llega a mí desde la red, y sin ánimo de lucro.

Si alguno de ustedes comprueba que es suyo y quiere que diga su procedencia, o por el contrario quiere que sea retirado de inmediato, por favor, comuníquenmelo y lo haré en seguida y sin demora.

Doy las gracias a tod@s mis amig@s blogueros que me visitan desde todas partes del mundo y de los cuales siempre aprendo algo nuevo. ¡¡¡Gracias de todo corazón y Bienvenid@s !!!!

Si lo desean, bajo la cabecera de "Seguir la Senda", se encuentran unos títulos que pulsando o haciendo clic sobre cada uno de ellos pueden acceder directamente a la sección que les interese. De igual manera, haciendo lo mismo en cada una de las imágenes de la línea vertical al lado izquierdo del blog a partir de "Ventana abierta", pasando por todos, hasta "Galería de imágenes", les conduce también al objetivo escogido.

Espero que todos los artículos que publique en mi blog -y también el de ustedes si así lo desean- les sirva de ayuda, y si les apetece comenten qué les parece...

Mi ventana y mi puerta siempre estarán abiertas para tod@s aquell@s que quieran visitarme. Dios les bendiga continuamente y en gran manera.

Aquí les recibo a ustedes como se merecen, alrededor de la mesa y junto a esta agradable meriendita virtual.

No hay mejor regalo y premio, que contar con su amistad.

No hay mejor regalo y premio, que contar con su amistad.
No hay mejor regalo y premio, que contar con su amistad. Les saluda atentamente: Mª Ángeles Grueso (Angelita)

sábado, 10 de septiembre de 2016

Cuentos con moraleja: “Y lo demás se os dará por añadidura”. 10 - Septiembre - 2016

"Ventana abierta"


“Y lo demás se os dará por añadidura”
Adelante la Fe
Por Padre Lucas Prados
10/09/2016


Una de las tareas más comunes a la que nos hemos de enfrentar los sacerdotes es la de explicar a nuestros feligreses la importancia que tiene saber ordenar nuestro tiempo, de tal modo que pongamos primero las cosas más importantes que debemos hacer y que no podemos posponer; después, aquellas cosas que son importantes y necesarias, pero no urgentes; y por último, todo aquello que podemos hacer ahora, más tarde o quizás nunca.

Si somos sinceros con nosotros mismos, muchos de nosotros hemos de reconocer que con bastante frecuencia solemos alterar el orden de nuestras “tareas”: Primero hacemos todo aquello que, porque nos lo mandan…, no podemos dejar de hacer. Segundo, hacemos los que más nos gusta, sea o no necesario; y normalmente le dedicamos a ello, incluso, más tiempo del necesario: deporte, televisión, internet, redes sociales, compras, y un largo etcétera que dependerá de los gustos de cada uno. Y por último, hacemos aquellas cosas que aunque son necesarias, las posponemos porque nos resultan más dificultosas o sencillamente, no nos gustan.

En el fondo, nuestro modo de actuar está regido con bastante frecuencia más por lo que nos gusta que por lo que realmente tenemos que hacer: ¿quién no ha dejado la Misa para lo último del domingo? ¿Quién no ha pospuesto para más tarde arreglar algo que se había roto y para lo que nunca encontramos tiempo para repararlo? Y en el sentido totalmente contrario también ocurre: ¿en cuántas ocasiones hacemos primero cosas que no son realmente urgentes pero que nos resultan más agradables?

Si en nuestra vida normal actuamos así, en nuestra vida espiritual no es muy diferente. ¿En cuántas ocasiones hemos dejado de ir a Misa un domingo, de leer la Biblia o de rezar el Santo Rosario porque nos ha salido un “un plan mejor”?

El cuento de hoy nos va a enseñar el orden que hemos de seguir a la hora de realizar nuestras actividades; un orden que no debe estar regido tanto por el gusto cuanto por la necesidad, la urgencia o incluso la conveniencia.

Érase una vez un experto asesor de empresas que se dedicaba a dar conferencias por todo el país enseñando a los trabajadores cuál era el mejor modo de gestionar el tiempo de trabajo. Nuestro conferenciante quiso sorprender a los asistentes a su disertación poniéndoles un sencillo ejemplo.

Se agachó, y sacó de debajo del escritorio donde estaba sentado, un frasco de cristal grande de boca ancha. Lo colocó sobre la mesa, junto a una bandeja con piedras del tamaño de un puño y preguntó:
– ¿Cuántas piedras piensan que entran en el frasco?

Después que los asistentes hicieran sus conjeturas, empezó a meter piedras hasta que llenó el frasco. Luego preguntó:
– ¿Está lleno?

Todo el mundo lo miró y asintió. Entonces sacó de debajo de la mesa un cubo con grava. Metió grava en el frasco y lo agitó. Las piedrecillas penetraron por los espacios que dejaban las piedras grandes.
El experto sonrió con ironía y repitió:
– ¿Está lleno?

Esta vez los oyentes dudaron y dijeron:
– ¿Tal vez no?

– ¡Bien! – Afirmó el experto al tiempo que ponía en la mesa un cubo con arena que comenzó a introducir en el frasco. La arena se filtraba en los pequeños recovecos que dejaban las piedras y la grava.
– ¿Está lleno? – preguntó de nuevo.

– ¡No! – exclamaron los asistentes.

– Bien – dijo, mientras tomaba una jarra de agua de un litro que comenzó a verter en el frasco. El frasco aún no rebosaba.
– Bueno, ¿qué hemos demostrado? – preguntó.

– Que no importa lo llena que esté tu agenda, si lo intentas, siempre puedes hacer que quepan más cosas – respondió un asistente.

– ¡NO! – se alarmó el experto- lo que esta lección nos enseña es que si no colocas las piedras grandes primero, nunca podrás colocarlas después.

Los asistentes aplaudieron ante esta lección práctica y sacaron una buena enseñanza para aplicar en su trabajo y también en su vida.


Y si en las cosas que hemos de hacer debemos seguir un orden, ¡cuánto más en aquellas en las que ponemos nuestro corazón y de las que depende nuestra vida terrena y más tarde, la vida futura!

¿Cuáles son las grandes piedras en tu vida? ¿Dios, tus hijos, tus amigos, tus sueños, tu salud, la persona amada? ¿Cuáles son las grandes piedras en tu trabajo? ¿Cuáles son tus prioridades? Recuerda ponerlas primero. El resto encontrará su lugar.

Con palabras más profundas nos lo enseñó el mismo Jesucristo: “Buscad primero el Reino de Dios y su justicia, lo demás se os dará por añadidura” (Mt 6:33)

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