"Ventana abierta"
NUESTRA VIDA: UN PASO HACIA LA ETERNIDAD. UNIDOS A CRISTO EN LA VIDA Y EN LA MUERTE.
31 – Octubre - 2016
Caminamos de su mano
Todas las culturas y las distintas épocas se han situado
ante la muerte como delante de un enigma sin resolver, ¿Por qué se nace? ¿Por
qué se muere? ¿Dónde se va después de muertos? ¿El hombre nace para morir? ¿qué
es la muerte? En Cristo todas estas preguntas encuentran respuesta...
“Enséñanos a calcular nuestros años, para
que adquiramos un corazón sensato”. Sal 89
Un hombre que se declaraba no creyente, le
confiaba un día a un amigo sacerdote: «Yo no frecuento la iglesia. Pero a
veces, con ocasión de la muerte de algún conocido, tengo que ir al cementerio.
Allí escucho a los sacerdotes o a los pastores. Dicen: “Este hombre o esta
mujer resucita¬rá”. Yo miro a la gente que está alrededor. Nadie se sobre¬salta
ni se inmuta. Y yo sé que son creyentes. Yo que no creo en esa locura, me digo
entonces a mí mismo que si creyese habría tenido un terrible shock. ¿Entendéis?
Habría que ponerse a gritar, a saltar, a romper con todo aquello que se hacía
anteriormente. Si creyese, soltaría un ¡Hurra!, un ¡Viva! que se oiría hasta en
los confines de la tierra. Y, en cambio, todo esto no les dice nada a ellos y
cada uno permanece impasible en su sitio.”
Tengamos clara una cosa: El hombre no nace
para morir, sino que en Cristo cuando nace es para vivir la vida eterna. Cuando
Cristo muere por todos en la cruz, salda toda nuestra deuda del pecado y nos
abre las puertas del cielo, porque muriendo ha destruido la muerte y el último
paso de esta vida a la otra se convierte sólo en un tránsito a la vida eterna.
Sólo la
fe en la Resurrección en Cristo trae a nuestras vidas esta esperanza ante la
muerte y con total certeza podemos repetir como San Pablo: “: La muerte ha sido
devorada en la victoria. ¿Dónde está, oh muerte, tu victoria? ¿Dónde está,
oh muerte, tu aguijón? ... Pero ¡gracias sean dadas a Dios, que nos da la
victoria por nuestro Señor Jesucristo!” I Cor 15, 55.57
Tres muros de separación nos alejaban de Dios, el de la
naturaleza, el del pecado y el de la muerte. En Cristo los tres muros son
destruidos, el de la naturaleza lo derriba Cristo en la Encarnación, haciéndose
verdaderamente hombre y pasando por las mismas cosas que nosotros pasamos. El
muro del pecado fue abatido por Cristo en la cruz, allí fue clavado nuestro
pecado y por ello murió en la cruz. Y el muro de la muerte que fue destruido
por Cristo cuando Dios Padre lo Resucitó y lo sentó a su derecha. Existe un
solo y verdadero remedio para la muerte: Jesucristo. Asumamos la grandeza de
Jesucristo, asumamos, que es la esperanza, que nos regala la vida eterna.
Veamos la muerte física como un paso, como el tránsito hasta Jesucristo!
Fijémonos en la misa, y detengámonos en el momento de después de la
consagración, todos decimos: “Anunciamos tu muerte, proclamamos tu
Resurrección. Ven Señor Jesús.” En el tema de la vida y de la muerte como en
todo, el protagonista principal es Cristo, por eso lo importante no es que
nosotros tengamos que morir sino el hecho de que Cristo ya ha muerto y Resucitado,
“creemos que Jesús murió y que resucitó” 1 ts 4,13-14 por eso en la vida, el
mayor problema no es vivir y morir sino vivir para uno mismo y no vivir para el
Señor. Si uno vive en Cristo y muere en Cristo desaparece todo temor en el tema
de la muerte, y ésta es sólo la puerta para un encuentro, un abrazo con el
Amor. Solo con nuestro convencimiento de que nuestra vida es un paso, una
puerta que se abre tras la muerte, dejaremos de sufrir y angustiarnos por este
concepto de vida y muerte tan limitado que muchas veces tenemos.
El problema es el mismo que Jesús le planteó a Marta:
“yo soy la Resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque muera, vivirá....
¿...Crees esto?” Lo que cuenta es la fe. Jesús resucitado nos repite a cada uno
de nosotros aquello que un día le dijo a Marta: “Yo soy la re¬surrección y la
vida. El que cree en mí, aunque muera, vivirá; y todo el que vive y cree en mí,
no morirá jamás. ¿Crees esto?” Dichosos aquellos que creen poder responder, por
gracia de Dios y desde lo profundo de su corazón: “Sí, Señor, creo”. Jn
11,21-26
Y tu: ¿Crees en la muerte y la Resurrección
de Cristo? “Porque, si confiesas con tu boca que Jesús es Señor y crees en tu
corazón que Dios le resucitó de entre los muertos, serás salvo.” Rm 10,9
(Este artículo está inspirado en un libro de Raniero Cantalamessa llamado
Hermana Muerte)
Feliz mes de noviembre y feliz día de todos
los santos, celebra a tus seres queridos que pasaron ya a la vida eterna en
compañía de nuestro señor Jesucristo. Sor Aroa O.P.
http://dominicaslerma.es/
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