"Ventana abierta"
Homilía en la Solemnidad de la Asunción, fiesta de la Virgen
-Ntra. Sra. de los Reyes.
Monseñor D. Juan José Asenjo Pelegrina. Arzobispo metropolitano de Sevilla.
S.I. Catedral de Santa María de la Sede, Sevilla.
SOLEMNIDAD DE
LA ASUNCIÓN
DE LA VIRGEN MARÍA A LOS CIELOS.
1. Celebramos la fiesta de
Ntra. Sra. de los Reyes, patrona de Sevilla y de su Archidiócesis, en la
solemnidad de la Asunción de la Santísima Virgen, el misterio de
la glorificación y del triunfo de María. En esta solemnidad manifestamos
nuestra certeza de que al final de su vida la Virgen no conoció la
corrupción del sepulcro, sino que fue asunta inmediatamente al cielo en
cuerpo y alma. Esta conciencia de que María fue asunta al cielo tiene su
reflejo patente en los Padres de la Iglesia, en los escritos de los
teólogos escolásticos y en toda la tradición medieval. Estalla, sin
embargo, de forma incontenible en el Renacimiento y en la época barroca.
2. A partir del siglo XVI son
incontables los pueblos y ciudades de España y de la América recién
descubierta que se acogen a su patronazgo. Por ello, más de la mitad de
los retablos de nuestras catedrales e iglesias, también el retablo mayor de
nuestra Catedral, el más grande y hermoso de toda la cristiandad, están
dedicados a la Santísima Virgen en el misterio de su Asunción, que es
además la titular de un gran número de catedrales y cabildos españoles,
también del cabildo sevillano.
3. La certeza del triunfo de
María no decrece en los siglos posteriores, sino que va en aumento. Por
ello, el día 1 de noviembre de 1950, con gran alegría de toda
la cristiandad, el Papa Pío XII define solemnemente ser “dogma
divinamente revelado que la inmaculada madre de Dios, siempre Virgen
María, cumplido el curso de su vida terrestre, fue asunta en cuerpo y alma
a la gloria celeste”, donde goza ya de la misma condición que,
después de la resurrección de la carne, disfrutarán los bienaventurados.
4. Acabamos de responder a la
Palabra de Dios con estas palabras del salmo 44: “De pie, a tu
derecha está la reina enjoyada con oro”. Con ellas hemos
manifestado nuestra convicción de que la Santísima Virgen, después de su
asunción a los cielos, fue coronada por la Santísima Trinidad como reina y
señora de todo lo creado. Así nos lo ha sugerido el libro del Apocalipsis,
que cierra sus alentadoras visiones orientando nuestra mirada a María, la “mujer vestida
de sol, con la luna por pedestal y coronada con doce estrellas”,
sentada a la derecha de su Hijo en la gloria celestial (Apoc 12,1). También
los Padres de la Iglesia ponderan esta verdad consoladora. Destaca entre
ellos san Ildefonso de Toledo, el gran cantor de la realeza de María, a la
que prodiga los títulos de Señora, Dueña, Dominadora y Reina. La liturgia
llama también a MaríaReina del cielo, Reina
y madre de misericordia.
5. María es reina por ser la
madre del que es “Rey de reyes y
señor de los señores” (Apoc
19,16). María es reina por haber cooperado activamente con su Hijo en
la obra saludable de nuestra redención, al aceptar su dolor y su muerte y
ofrecerla al Padre por la salvación de toda la humanidad. Por ello, el
Concilio Vaticano II afirma con mucha concisión y claridad que María,“asunta en cuerpo y alma a la gloria celestial,
fue ensalzada por el Señor como reina del universo con el fin de que se
asemejase de forma más plena a su Hijo, Señor de los señores y vencedor
del pecado y de la muerte” (LG
62).
6. La coronación de María como
reina del mundo, es para la humanidad peregrina que gime en este valle de
lágrimas, signo de
esperanza segura y de consuelo hasta que llegue el día del Señor(LG
68). Ella, como primera redimida por el misterio pascual de su Hijo, nos
ha precedido en el reino prometido a los que, como ella, hacen de su vida
un sí a Dios. Allí reinaremos con Cristo y con María (Apoc 22,5) y recibiremos
la corona de gloria que no se
marchita (1 Pet 5,4). Este es
el destino feliz que nos aguarda, queridos hermanos y hermanas.
7. El misterio de la
coronación de la Virgen nos desvela además la misión de María en la vida
de la Iglesia y en nuestra propia vida. María es la mujer que hiere
la cabeza de la serpiente en los umbrales de la historia y se nos muestra
como garantía segura de victoria (Gén 3,15). María es la señal que da Dios
al rey Acaz por medio de Isaías: una virgen dará a luz un hijo y le pondrá
por nombre Dios-con-nosotros (Is 7,13-15).
8. María es la señal magnífica
y deslumbrante que llena por entero la apoteósica visión del capítulo 12
del Apocalipsis. En ella aparece un enorme dragón rojo, calificado como “la serpiente
antigua, el llamado diablo y Satanás, el seductor del mundo entero” (Ap 12,9), en lucha perenne contra la
humanidad. En el fragor de esta lucha se levanta el signo grandioso de la
Virgen victoriosa sobre el gran dragón, que es entronizada como reina a
la derecha de su Hijo. Con ello nos enseña san Juan que en la lucha
espiritual entre el bien y el mal, entre la vida y la muerte, entre el
pecado y la gracia, es decisiva la ayuda de María a la Iglesia y a cada
uno de los cristianos para lograr la victoria definitiva sobre el mal.
9. Desde las alturas de Dios
María contempla a sus hijos.
Como madre solícita, vela por nosotros,
sostiene nuestro esfuerzo y alienta nuestra fidelidad. Nos lo dice la
Escritura Santa. Nos lo dice también la tradición cristiana, la enseñanza
perenne de la Iglesia y el sentido de la fe de nuestro pueblo, que siempre
se ha acogido bajo el
amparo de aquella que es abogada nuestra, auxilio de los cristianos, socorro y medianera
entre Dios y los hombres.
10. La fiesta de Ntra. Sra. de
los Reyes en la solemnidad de la Asunción y la coronación de la Virgen
como reina y señora de todo lo creado, nos invita a coronar a la Virgen de
los Reyes en nuestros corazones y en nuestras vidas. “La Virgen de
los Reyes en el corazón” podría
ser un buen lema para este día; “La Virgen de los Reyes en el corazón” de todos
los sevillanos. Si, queridos hermanos y hermanas, pongamos a la Virgen de
los Reyes en el centro de nuestros corazones y de nuestras vidas.
Caminemos con ella, a la zaga de su huella, poniéndola como estandarte de
nuestro camino en esta tierra. ¡Qué mejor compañía que la de María! Que en
este día, con un gozo y un compromiso renovados, la Virgen de los Reyes
sea el centro de nuestros pensamientos, el norte de nuestros anhelos, el
apoyo de nuestras luchas, el bálsamo de nuestros sufrimientos y la causa
redoblada de nuestras alegrías.
11. Con “La Virgen de
los Reyes en el corazón”, nuestra vida se convertirá en un
camino de conversión y de gracia, de reconciliación con Dios y con los
hermanos, de fraternidad y servicio esmerado a los pobres y a los que
sufren, y en un manantial de misericordia, santidad, dinamismo apostólico y
fidelidad a nuestra vocación cristiana, meta final de esta fiesta que a
todos nos llena de alegría.
12. En esta mañana, en que la
Virgen nos mira con especial ternura, nos dirigimos a ella y la invocamos.
Le pedimos por la Iglesia. Le pedimos por la persona e intenciones del
Papa.
Le pedimos por España en esta hora crucial. Que ella nos ayude
a alumbrar días serenos, en los que prime la búsqueda generosa del bien común
de todos los españoles.
Le pedimos por nuestra Archidiócesis, por sus
obispos, sus sacerdotes, consagrados y laicos.
Le pedimos por Sevilla, que
sostenga a sus autoridades en su servicio a la ciudad y que cuide de los
pobres y de los que sufren.
Le pedimos, por fin, que todos los que
participamos en esta solemne Eucaristía seamos siempre fieles al amor a la
Virgen de los Reyes. Guíanos a todos a amar, adorar y servir a Jesús,
fruto bendito de tu vientre, ¡oh clementísima, oh piadosa, oh dulce Virgen
María! Amén.
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