El caso es que sigue habiendo miles de familias sirias a la espera de una solución definitiva al drama que sufren, y seguimos a la espera de una decisión final de los organismos europeos, una solución a la medida de la tragedia que están viviendo -como digo- miles de familias que literalmente no tienen dónde ir.
A los europeos en general y a las autoridades en particular, no vamos a pedirles que se lean la Biblia -aunque tampoco nos vendría nada mal- , la verdad, nos conformaríamos con que se repasara los libros de historia y se charlara -por qué no- con supervivientes de algunos episodios negros de la reciente memoria europea.
Les resumimos la Carta que el Arzobispo ha escrito con motivo de la Jornada del Emigrante y el Refugiado.
Monseñor Asenjo comienza su Carta, recordando la realidad de miles de familias que esperan en las fronteras de Europa una decisión política que les permita reconducir sus vidas en paz:
"En las esferas políticas apenas se a adoptado un compromiso, todavía no cumplido de albergar alrededor de un 20% de los que ya están esperando a lo largo de la extensa valla del límite del Este de la Unión. Esta manifiesta incapacidad para dar respuesta a una emergencia humanitaria de tal calibre, contrasta con la generosidad desplegada por los ciudadanos europeos de buena voluntad, decididos a ser hospitalarios ofreciendo edificios, recursos y víveres".
D. Juan José reitera el magnífico comportamiento de Instituciones eclesiales y particulares, y denuncia el efecto perverso que ha tenido esta crisis con el reforzamiento de fronteras:
" No podemos permanecer indiferentes y ser cómplices silenciosos de que se está financiando a los países limítrofes para que sean gendarmes de Europa a cualquier precio, mirando para otro lado y sin preocuparnos por el elemental respeto a los Derechos Humanos".
Para terminar, el Arzobispo subraya cuál debe ser la respuesta de los cristianos ante situaciones como esta:
"Ante los emigrantes, nuestra respuesta es el Evangelio de la Misericordia", lema de esta Jornada en el Año Jubilar, en el que todos estamos llamados a ser misericordiosos como el Padre.
La existencia de emigrantes y refugiados, golpea nuestra conciencia, nos emplaza a una conversión profunda del corazón".
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