Creyendo que eran más dulces
ventana
Sean bienvenidos
Invitación y bienvenida
Hola amig@s, bienvenid@s a este lugar, "Seguir la Senda.Ventana abierta", un blog que da comienzo e inicia su andadura el 6 de Diciembre de 2010, y con el que sólo busco compartir con ustedes algo de mi inventiva, artículos que tengo recogidos desde hace años, y también todo aquello bonito e instructivo que encuentro en Google o que llega a mí desde la red, y sin ánimo de lucro.
Si alguno de ustedes comprueba que es suyo y quiere que diga su procedencia, o por el contrario quiere que sea retirado de inmediato, por favor, comuníquenmelo y lo haré en seguida y sin demora.
Doy las gracias a tod@s mis amig@s blogueros que me visitan desde todas partes del mundo y de los cuales siempre aprendo algo nuevo. ¡¡¡Gracias de todo corazón y Bienvenid@s !!!!
Si lo desean, bajo la cabecera de "Seguir la Senda", se encuentran unos títulos que pulsando o haciendo clic sobre cada uno de ellos pueden acceder directamente a la sección que les interese. De igual manera, haciendo lo mismo en cada una de las imágenes de la línea vertical al lado izquierdo del blog a partir de "Ventana abierta", pasando por todos, hasta "Galería de imágenes", les conduce también al objetivo escogido.
Espero que todos los artículos que publique en mi blog -y también el de ustedes si así lo desean- les sirva de ayuda, y si les apetece comenten qué les parece...
Mi ventana y mi puerta siempre estarán abiertas para tod@s aquell@s que quieran visitarme. Dios les bendiga continuamente y en gran manera.
Aquí les recibo a ustedes como se merecen, alrededor de la mesa y junto a esta agradable meriendita virtual.
No hay mejor regalo y premio, que contar con su amistad.
jueves, 6 de noviembre de 2014
El Buen Pastor. Mártires del siglo XX en España. 6-Noviembre-2014.
Creyendo que eran más dulces
martes, 4 de noviembre de 2014
SAL A LOS CAMINOS Y CERCAS, Y OBLIGA A ENTRAR HASTA QUE SE LLENE MI CASA Día litúrgico: Martes XXXI del tiempo ordinario Texto del Evangelio (Lc 14,15-24). 4 - Noviembre - 2014
»Regresó el siervo y se lo contó a su señor. Entonces, airado el dueño de la casa, dijo a su siervo: ‘Sal en seguida a las plazas y calles de la ciudad, y haz entrar aquí a los pobres y lisiados, y ciegos y cojos’. Dijo el siervo: ‘Señor, se ha hecho lo que mandaste, y todavía hay sitio’. Dijo el señor al siervo: ‘Sal a los caminos y cercas, y obliga a entrar hasta que se llene mi casa’. Porque os digo que ninguno de aquellos invitados probará mi cena».
Comentario: Rev. D. Joan COSTA i Bou (Barcelona, España)
Es necesario, sin embargo, que queramos ir. Y a pesar de saber que es donde mejor se está, porque el cielo es nuestra morada eterna, que excede todas las más nobles aspiraciones humanas —«ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni al corazón del hombre llegó, lo que Dios preparó para los que le aman» (1Cor 2,9) y, por lo tanto, nada le es comparable—; sin embargo, somos capaces de rechazar la invitación divina y perdernos eternamente el mejor ofrecimiento que Dios podía hacernos: participar de su casa, de su mesa, de su intimidad para siempre. ¡Qué gran responsabilidad!
Somos, desdichadamente, capaces de cambiar a Dios por cualquier cosa. Unos, como leemos en el Evangelio de hoy, por un campo; otros, por unos bueyes. ¿Y tú y yo, por qué somos capaces de cambiar a aquél que es nuestro Dios y su invitación? Hay quien por pereza, por dejadez, por comodidad deja de cumplir sus deberes de amor para con Dios: ¿Tan poco vale Dios, que lo sustituimos por cualquier otra cosa? Que nuestra respuesta al ofrecimiento divino sea siempre un sí, lleno de agradecimiento y de admiración.
www.evangeli.net
domingo, 2 de noviembre de 2014
La oración de los difuntos
Aunque la sociedad del bienestar pone todos los medios a su alcance para borrar de la conciencia de las personas la realidad de la muerte, invitando a no pensar en ella y a centrar la atención en el disfrute inmediato y en la posesión de bienes materiales, sin embargo la muerte de los seres queridos siempre nos devuelve a la cruda realidad y nos invita a preguntarnos por el sentido de la existencia en este mundo y por el más allá de la muerte.
Ante la falta de respuestas convincentes para estos interrogantes, los no creyentes se desesperan o toman la decisión de no hacerse preguntas, pues tienen que asumir que todas sus realizaciones y proyectos terminan debajo de una lápida en el cementerio. Al no creer y confiar en alguien que pueda ofrecer vida más allá de la muerte, la existencia humana se convierte en el mayor fracaso y sinsentido. Cuando el hombre piensa que, alejándose de Dios, se encuentra a sí mismo, es más libre y llega a su plena realización, descubre que su existencia termina en el mayor fracaso.
Los cristianos, por el contrario, apoyamos nuestra vida y nuestra esperanza en Jesucristo muerto y resucitado por la salvación de los hombres. En virtud de la encarnación, muerte y resurrección de Jesucristo, Dios se hace cercano a cada ser humano, comparte su misma existencia y le regala la posibilidad de participar de su salvación. Por medio de Cristo, el mismo Dios habita en nuestros corazones y nos ofrece la luz que tiene el poder de iluminar el presente y el final de la existencia.
Injertados en Cristo en virtud del sacramento del bautismo, todos los bautizados estamos convocados a vivir en Él, descubriendo su voluntad, dejándonos guiar por su Palabra y alimentándonos de su misma vida en los sacramentos. De este modo, además de permanecer en Cristo a lo largo de nuestra peregrinación por este mundo, podemos esperar confiadamente la muerte y el encuentro definitivo con Él por toda la eternidad.
Esto no quiere decir que los cristianos no experimentemos dolor y sufrimiento ante la pérdida de nuestros seres queridos o que tengamos claridad total ante la realidad de la muerte. La fe en Jesucristo resucitado y la experiencia de su amor hacia cada ser humano durante la vida terrena nos permiten esperar con paz y esperanza el momento de la muerte, porque también en ese instante el Señor está presente para cumplir sus promesas y librarnos del poder de la muerte: “Quien cree en mí, aunque haya muerto, vivirá y todo el que vive y cree en mí, no morirá para siempre”.
Que el Señor renueve nuestra fe en su resurrección y nos ayude a vivir como resucitados ya en esta vida.
Con mi sincero afecto, feliz día del Señor.
Atilano Rodríguez, obispo de Sigüenza-Guadalajara
sábado, 1 de noviembre de 2014
Solemnidad de todos los Santos. 1-Noviembre-2014.
Buenos días amig@s:
Este mes comienza con esta solemnidad. La Iglesia celebra en un solo día a todos los Santos.
La primera lectura de este día está tomada del libro del Apocalipsis (Ap. 7,2-4.9-14). En el texto se afirma que los salvados ("marcados") era "una muchedumbre inmensa que nadie podía contar". Es una noticia que nos llena de alegría.
La segunda lectura se halla en la primera Carta de Juan
(1 Jn. 3,1-3).
En ella se nos dice cómo la realidad de la santidad, el ser hijos de Dios se debe manifestar en una profunda relación de hermandad entre todos, pues somos hijos del mismo Padre. Todos estamos, por tanto, llamados a la santidad: vivir a fondo nuestra condición de hijos de Dios en comunión fraterna con las personas que nos rodean. "Este ideal de perfección no debe ser malentendido, como si implicase una una especie de vida extraordinaria, practicable sólo por algunos "genios" de la santidad. Los caminos de la santidad son múltiples y adecuados a la vocación de cada uno".
(San Juan Pablo II, "El Nuevo Milenio n. 31).
En el Evangelio de hoy se nos propone la lectura de las Bienaventuranzas (Mt.5, 1-12).
En esta lectura se nos muestra un brillante desfile de bienaventurados que llegaron a la salvación, asumiendo los valores fundamentales del Reino. La solemnidad de Todos los Santos es en concreto la celebración anual en que más se evidencia un artículo de nuestra fe cristiana profesada en el "Credo": la Comunión de los Santos. Todo el dinamismo de la vida sobrenatural se mueve en este contexto de comunión de todos los fieles en la caridad. Todos constituimos el cuerpo de Cristo. Los santos en el cielo nos ayudan con su intercesión, son un ejemplo para los fieles y son como el altar del cielo en el que se depositan las oblaciones y oraciones de los hombres.
Señor Jesús, Tú dijiste:
"Dichosos los pobres en el espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos".
Ayúdanos a poner en Ti nuestro amor.
Señor Jesús, Tú dijiste:
"Dichosos los sufridos, porque ellos heredarán la tierra".
Concédenos ofrecer el sufrimiento asociándonos a tu pasión.
Señor Jesús, Tú dijiste:
"Dichosos los que lloran, porque ellos serán consolados".
Enséñanos a arrepentirnos de nuestros pecados.
Señor Jesús, Tú dijiste:
"Dichosos los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos quedarán saciados".
haz que crezca siempre el hambre y la sed de Ti en la Sagrada Comunión.
Señor Jesús, Tú dijiste:
"Dichosos los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia".
Conviértenos a la misericordia para con todos.
Señor Jesús, Tú dijiste:
"Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios".
Danos tu gracia para que nunca nos dejemos arrastrar por las pasiones y por la seducción del maligno.
Señor Jesús, Tú dijiste:
"Dichosos los que trabajan por la paz, porque ellos se llamarán hijos de Dios".
Líbranos de toda violencia y enemistad en cada familia y en toda la sociedad.
Señor Jesús, Tú dijiste:
"Dichosos los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos".
Haz que vivamos siempre en la justicia para alcanzar Contigo y con todos los santos el reino de los cielos.
Este es un día en el que toda la Iglesia, que somos todos los fieles cristianos, celebramos la vida de cuantos fueron un referente para nosotros, nos inspiraron, nos ayudaron a ser mejores; los que tras su paso por la vida dejaron un mundo algo mejor de como lo encontraron; fueron alegres, optimistas y esperanzados en un mundo donde reinaba la tristeza y el pesimismo; honestos en un mundo de sobornos y tráfico de influencias, de dinero negro y de comisiones ilícitas.
Hoy le damos gracias a Dios por todos ellos, nos alegramos por haberlos conocido y deseamos ardientemente podernos contar un día entre ellos, y que un día futuro la Iglesia nos recuerde también a nosotros en esta fecha y celebre la misericordia de Dios para con nosotros.
Hoy es nuestra futura fiesta, el día en el que la Iglesia nos recordará después de nuestra muerte.
Dónde te buscaré
San Anselmo
Señor, si no estás aquí,
¿dónde te buscaré estando ausente?
Si estás por doquier,
¿cómo no descubro tu presencia?
Cierto es que habitas
en una claridad inaccesible.
Pero ¿dónde se halla
esa inaccesible claridad?
¿Quién me conducirá hasta allí
para verte en ella?
Y luego, ¿con qué señales,
bajo qué rasgos te buscaré?
Nunca jamás te vi, Señor, Dios mío;
no conozco tu rostro...
Enséñame a buscarte
y muéstrate a quien te busca,
porque no puedo ir en tu busca,
a menos que Tú me enseñes,
y no puedo encontrarte
si Tú no te manifiestas.
Deseando te buscaré, te desearé buscando,
amando te hallaré,
y encontrándote te amaré.