"Ventana abierta"
RINCÓN PARA ORAR
EL REINO DE LOS CIELOS, ESTÁ ESCONDIDO
44 « El Reino de los
Cielos es semejante a un tesoro escondido en un campo que, al encontrarlo un
hombre, vuelve a esconderlo y, por la alegría que le da, va, vende todo
lo que tiene y compra el campo aquel. »
45 « También es
semejante el Reino de los Cielos a un mercader que anda buscando perlas finas,
46 y que, al encontrar una perla de gran valor, va, vende todo lo que tiene y la compra. (Mt. 13, 44-46)
El hombre es un buscador empedernido.
Si ya no busca en su vida es que está enfermo de indolencia y
apatía. Y así no se le puede llamar propiamente hombre.
Cuando su búsqueda descansa en los bienes de
este mundo, su esfuerzo no se llama propiamente “encuentro con
el Bien”, pues los mismos bienes materiales, como burlándose de
él, le dicen: “nosotros no somos lo que buscas, pero descansa y
disfruta de nosotros porque te daremos como cosecha la frustración”. Los bienes
de acá abajo son “sensatos”, saben lo que dicen y conocen muy bien sus
límites. Es el hombre el que es “necio” y elige con su
ceguera y embotamiento lo que no vale.
Pero Dios que, observa la pobreza
y desvío de su criatura, “por el gran amor con que nos amó estando nosotros muertos por nuestros pecados, nos ha hecho
vivir con Cristo y esto por pura gracia que estamos salvados”.
Así, Dios rompiendo las ataduras de nuestra ignorancia, irrumpe en nuestra
vida y se nos ofrece como “el tesoro escondido” o “la perla
preciosa”. No, Dios no está al alcance de nuestra vista o de
cualquier sentido humano. Si fuera así, nuestra insensatez e
ignorancia lo pisotearía muchas veces. Pero no, nuestro Dios ¡está
escondido y espera a muchos “buscadores inquietos” que vayan tras
sus huellas!
Dice un salmo: “Señor, tú eres un Dios escondido, el Dios de Israel, el Salvador” y, más adelante afirma: “no te hablé a escondidas en un país tenebroso, no dije a la estirpe de Jacob buscadme en el vacío”... La Palabra de Dios irrumpió en nuestro mundo a través de un pueblo escogido por ÉI y comenzó a hablarle con lenguaje humano para que, poco a poco, fuera entendiendo la Palabra de Dios. Pero, la plenitud de esta Revelación, sucedió en el tiempo, en su plenitud. Y “el Verbo, la Palabra, se hizo carne y habitó entre nosotros”.
Es que Jesús-Niño, ¿no era también un
Dios escondido? Por supuesto, pero algunos pudieron reconocerlo vivo
y presente: los humildes, los pobres, los pastores, los que esperaban
un Mesías-Dios que los salvara. Dios, siendo un tesoro
divino, está soterrado para que el que lo halle, al que Dios se
le revele, valore que vale más que su vida y venda todo para adquirir este
tesoro, esta perla del cielo.
¡Oh Señor, que comprendamos esta parábola
y meditemos en nuestra vida! Y si aún no vendimos todo para apegarnos sólo
a Jesús y tengamos todo como menos que Él, aún ahora ¡el Señor nos ofrece
este tiempo de conversión! ¡Sí, sabe el Señor que solos no
podemos nada, ni siquiera un buen pensamiento! Por esto, nos envía un
Defensor, un Auxilio, una Fuerza poderosa que nos limpiará los
ojos de nuestro corazón para que veamos a qué Gloria nos llama Dios,
a qué Amor divino nos entregamos con total ansia y deseo...
¡Él lo hará, nos ha prometido su Espíritu Santo al que se lo pida y, entonces, veremos a Dios cara a cara y gozaremos eternamente en su Gloria! ¡Qué así sea! ¡Amén! ¡Amén!
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