"Ventana abierta"
Los cinco minutos del Espíritu Santo
Mons. Víctor Manuel Fernández
En lo más íntimo de nuestro ser, en la raíz de nuestra existencia, sólo el Espíritu Santo puede hacernos sentir vivos. Sólo él puede hacer que dejemos de sobrevivir o de soportar la vida, y que realmente vivamos, que experimentemos en todo nuestro ser los efectos de la gloriosa resurrección de Jesús, algo de esa deslumbrante intensidad de la vida divina.
La Palabra de Dios tiene una promesa de vida, no sólo de vida eterna, sino de vitalidad en esta tierra, de manera que si poco a poco dejamos que el Espíritu Santo invada nuestro ser, iremos experimentando que cada vez estamos más vivos. Veamos lo que nos asegura la Palabra de Dios y creamos en estas promesas:
"El hombre de Dios florece como una palmera, crece como un cedro del Líbano... En la vejez sigue dando fruto, se mantiene fresco y lleno de vida" (Salmo 92,13.15).
"Bendito el que confía en el Señor, porque él no defraudará su confianza. Es como un árbol plantado a las orillas del agua... No temerá cuando llegue el calor, y su follaje estará frondoso. En año de sequía no se inquieta, y no deja de dar fruto" (Jeremías 17,7-8).
Notemos que esta promesa de vida incluye también el gozo de dar frutos, de ser
útiles, de producir algo para el bien de los demás; porque nadie se siente vivo
si no se siente también fecundo: en el servicio, en la paternidad espiritual,
en el arte, en el trabajo, etc.
Pidamos al Espíritu Santo esa agradable fecundidad.
Oración de meditación inspirada en la reflexión del viernes 24 de enero de 2025
"Espíritu Santo, fuente inagotable de vida, ven a llenar cada rincón de mi ser con tu presencia transformadora. Ayúdame a dejar de lado la rutina de sobrevivir y a abrazar la plenitud de vivir en tu gracia. Hazme partícipe de esa gloriosa vida nueva que viene de la resurrección de Jesús.
Quiero florecer como la palmera y crecer fuerte como el cedro, manteniéndome lleno de vida incluso en las adversidades. Espíritu Santo, enséñame a confiar en ti, a ser como ese árbol plantado junto a las aguas, que no teme al calor ni se inquieta en la sequía, porque siempre encuentra sustento en tu amor.
Dame la gracia de ser fecundo en el amor, en el servicio y en todo aquello que edifique a los demás. Que mi vida dé frutos de esperanza y paz, y que a través de mí otros puedan también descubrir el gozo de vivir en tu presencia.
Amén".
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