"Ventana abierta"
La Navidad de los pobres
Estamos ya en Navidad
y el mundo entero sufre una gran explosión de emociones, luces y colores. Pero
no lamentablemente poco tiene esto que ver con el espíritu de la Navidad.
Estamos tan lejos de aquel sentido primero de la Navidad pues quedamos perdidos
en el mar de propuestas del capitalismo que nos pesca con la red de consumismo
compulsivo, del “tener para ser”, de los fuegos artificiales. Somos parte de un
gran circo mundial preparado perfectamente para convencernos de que la Navidad
es simplemente una gran razón para que todo el mundo, durante alrededor de un
mes, gaste la mayor cantidad de dinero posible con tal de no darse un tiempo de
reflexión e interiorización. La Navidad pasa a ser un barullo exterior que nos
aparta del silencio interior que todos necesitamos, de la comunión íntima con
lo importante.
Visto así pareciera que toda
la sociedad, en sus diferentes capas, pudiera cumplir con los requisitos que le
impone el mercado. Pero no, no todos lo pueden hacer. No todos en la sociedad
poseen tarjetas de crédito ni cuentas bancarias, no todos manejan chequeras, no
todos tienen tarjetas de débito, no todos cuentan con sueldos que alcancen para
pagar las cuentas del mes y guardar algo como reserva para estas ocasiones. No
todos pueden ir de compras al super y comprar sin preocuparse. No a todos le
alcanza el sueldo para irse de shopping (aprovechando la rebaja del 23%) y
comprarse hasta aquello que no necesita, y que aún le sobre dinero en su
bolsillo. No a todos le sobra para hacer esto, cuando días antes pasó el tan
esperado “día del centro” donde todos corren a aprovechar las ofertas de los
productos que tanto se desean. No, no todos lo pueden hacer. Los pobres viven
de una manera muy distinta este consumismo masivo.
Muchos son los que no tienen
sueldo, muchos los que no llegan a fin de mes, los que sacan préstamos cada dos
por tres para poder comprarse algo que los haga sentir iguales a los de la
clase pudiente. Éstos llegan a de dejar de comer bien durante un tiempo para
poder acceder a los mismos productos que los demás pero a un costo mayor: el
crédito eterno de las mil cuotas, donde se condena la conciencia a una deuda a
largo plazo. Son lo que piden prestada la tarjeta de un conocido para poder
comprarse lo que los demás tienen. Son los que lapidan de antemano su flaco
aguinaldo al cual ven como la solución a tantos problemas: el pago de las
cuentas atrasadas, la oportunidad de comprar algo nuevo para el hogar (si ya
tienen la TV plasma y el equipo de música), el hacer regalos, comprar adornos
para la navidad, comprar el cordero o el lechón para comer muy bien, el
casillero de cerveza, el pan dulce y la sidra. La felicidad pasa por lo que se
puede consumir.
La Navidad es mucho más que
consumismo
Con todo lo anterior parece
que la Navidad es sólo consumir cosas, comidas, regalos, y cuentas. Pero no, la
Navidad tiene otras connotaciones que tienen que ver con esa necesidad humana
de reunirse para celebrar, de sentirnos unidos y poder festejar. Por eso
también en toda la sociedad se experimenta la necesidad de reunirse en familia
y con amigos para poder compartir un momento todos juntos, de compartir el
mismo pan en la mesa y de sentir el cariño de otros mediante el recibimiento de
un abrazo, de un beso, de un regalo, sin importar lo que sea. Tiene muchas
veces al árbol de Navidad como centro y, en la mayoría de los casos al pesebre,
aunque en el fondo la escusa es estar cerca unos de otros.
Experimentamos en el alma y en
el cuerpo esa necesidad afecto que nos atraviesa a lo largo del año y nos hace
padecer, que la vamos posponiendo por la velocidad con que vivimos a lo largo
del año entre familia, trabajo, compromisos, estudio, etc. Es el abrazo, el
beso, el cariño que se transforma en la gran descarga de emociones que el mundo
continuamente reprime porque la vida es dura y hay que estar siempre bien para
poder sobrellevar las responsabilidades. Al coincidir con el final del año la
Navidad es la oportunidad de pasar raya y hacer las cuentas, no sólo las
monetarias, sino las que tienen que ver con la propia realización, con aquellas
cosas que logré hacer y me hicieron sentir vivo, con las personas que conocí y
que se integraron a mis redes de afectos, con aquellos que perdí y que en estos
momentos siento su falta. La Navidad es oportunidad de darnos cuenta si al
terminar el año hemos crecido en humanidad o si nos hemos cosificado.
La Navidad en la Palabra de
Dios
Por un lado dijimos que la
Navidad no es consumismo aunque nos quieran convencer de ello y todos seamos
víctimas del mercado, y a peor grado los pobres. Por otro lado afirmamos que la
Navidad es la oportunidad de dejar aflorar los verdaderos sentimientos que
cargamos en nuestro interior y que es la posibilidad de dar y recibir el cariño
que nos merecemos por ser seres humanos. Pero aun nos queda algo más por
intentar desvelar: la posibilidad que tienen los pobres de vivir el verdadero
significad de la Navidad, lo cual no es tan fácil para los que no lo son, ya
que el poder adquisitivo mayor es factor de mayor distracción de lo
verdaderamente importante. Vayamos a la Palabra bíblica para que nos ilumine en
nuestra reflexión.
Leemos en Lucas
2, 6-12: “Estando ellos allí, le llegó
la hora del parto y dio a luz a su hijo primogénito. Lo envolvió en pañales y
lo acostó en un pesebre, porque no había encontrado sitio en la posada. Había
unos pastores en la zona que cuidaban por turnos los rebaños a la intemperie.
Un ángel del Señor se les presentó. La gloria del Señor los cercó de resplandor
y ellos sintieron un gran temor. El ángel del Señor les dijo: -No teman. Miren,
les doy una Buena Noticia, una gran alegría para todo el pueblo: Hoy ha nacido
en la Ciudad de David el Salvador, el Mesías y Señor. Esto les servirá de
señal: encontrarán un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre”. ¿Cómo
ilumina nuestra reflexión este texto? Intentaremos destacar
algunos puntos que queremos describir:
1- Los pastores, en la época
de Jesús, eran parte de la gran masa de excluidos sociales, despreciados no
sólo en el ámbito social sino en su mismísima humanidad. Eran vistos como esa
parte escindida del pueblo elegido, pues eran pobres, y si eran pobres era
porque ellos o alguien de su familia había pecado y Dios los había castigado
con la pobreza. En un mundo donde la riqueza era vista como bendición, la
pobreza significaba que Dios se había olvidado de ellos, abandonándolos a su
propia suerte. Así ellos dedicaban sus vidas al cuidado de las ovejas y
guardaban, como todo judío religioso, la esperanza de la llegada del liberador
que les traería la vida en abundancia y la liberación de su condición de
esclavos y excluidos.
2- El anuncio del Ángel. Más
allá de la figura del Ángel nos queremos detener en el contenido de su mensaje:
la llegada del tan esperado Mesías del Pueblo elegido, no es con bombos y
trompetas, rodeado de un gran ejército poderoso y majestuoso. El Mesías
Salvador llega en forma de un niño recién nacido; Dios ha elegido para
revelarse la manera más débil de la condición humana: un bebé. Alguien
totalmente dependiente de las decisiones de una madre joven y de un padre
postizo que aún no saben bien qué hacer con lo que reciben. Es imagen de la
completa debilidad: necesita ser alimentado con leche materna, necesita abrigo,
necesita cuidados, necesita ser protegido de todos los peligros de la árida
vida propia de los pobres.
3- El pesebre. Dios no eligió
nacer en el gran Palacio de Herodes, rodeado de todos los lujos propios de la
aristocracia judía, donde no falta la comida, ni el vino, ni el mejor coro de
aduladores del poder. Tampoco ha decidido nacer en el Gran Templo de Jerusalén
donde los sacerdotes decían adorar a al Dios Todopoderoso, creador de todo lo existente,
que guió con mano firme al pueblo de la mano de los padres y de los profetas,
llegando hasta el Rey Herodes. Dios no ha elegido ni la riqueza ni el poder de
los hombres, sino todo lo contrario: ha elegido ser un pobre completo, sin
poder alguno y sin riqueza alguna. Ha elegido la debilidad y dependencia. El
pesebre quizá sea el peor de los lugares pensables para a llegada del Mesías,
del Hijo de Dios, pero así ha sido, ¿porqué? Porque Dios lo ha querido y si lo
quiso es porque era bueno.
Estos elementos analizados nos
ayudan a destacar un determinado accionar de Dios en la historia humana, que es
nuestra historia y que es la historia de Dios con el hombre, y que es allí
donde confirmamos nuestra fe en un Dios que se hizo hombre no sólo para que el
hombre lo comprenda, sino que -y sobre todo- lo hace para experimentar en su
propia carne las necesidades humanas. Creemos firmemente (y así lo confirman
los últimos estudios sobre el Jesús histórico de Pagola, Küng, Nolan, Sobrino y
tantos otros) en la veracidad del acontecimiento y por ello en ello sostenemos
nuestra reflexión.
La Navidad de los pobres: una
oportunidad única
Dios regala su mensaje a los
olvidados de la sociedad, a los expulsados de los caminos por donde va el común
de la masa social. Los pobres hoy son aquellos que, aunque intenten imitar lo
que viven y tienen los ricos, no lo pueden hacer, ya que son sometidos a un
desprecio social debido a su condición de ser simplemente pobres. Pero son
ellos a los que justamente Dios elige para anunciar la llegada del Mesías.
También hoy siguen siendo los predilectos de Dios y los que más se asemejan a
su Hijo Jesús. Éstos pobres son lo que el Ángel, al dirigirse a ellos, comienza
diciéndoles: “No teman. Miren, les doy una Buena Noticia,
una gran alegría para todo el pueblo…” El ser visitados por un
mensajero de Dios los asusta. Desde el primer momento se muestra que los
pastores no se sienten merecedores de ser los primeros en recibir la Buena
Noticia. Hoy en día son muchos los pobres que no se creen con derechos a ser
felices por lo que la misma sociedad les hace sentir. Muchos de ellos se
sienten abandonados por Dios. Pero esto no es así, pues el Dios de Jesús es
justamente el Dios de los pobres, de los que no se sienten dichosos de ser los
primeros en el Reino.
Muchos pobres se avergüenzan
por vivir en las condiciones que viven: en casas hechas con restos de
materiales, chapas viejas y usadas, ventanas con nylon transparente como
vidrio, puertas herrumbradas, pedazos de muebles viejos sacados de algún
basurero o construidos con maderas encontradas en la calle, colchones viejos
con olor a humedad, frazadas viejas y sucias… Muchas personas se sienten que no
pueden recorrer un shopping con la ropa y costumbres que cargan consigo, pues
la sociedad los ha estigmatizado y les hace saber de su rechazo. Es en
condiciones similares en las cuales el hijo de Dios nace: un pesebre oloroso y
sucio, utilizado como dormitorio y de baño por animales. Es allí donde el
Mesías encontró acogida y decidió bajar al mundo terrenal del amor humano. Es
allí, y bajo similares condiciones de pobreza, que el Salvador es recibido.
¿No son, entonces, los pobres
los que Dios quiere privilegiar con su llegada? ¿Acaso no es entre ellos que el
Reino de Dios comienza a tomar forma? Desde aquel día y hasta hoy es entre los
pobres donde Dios sigue armando su carpa y en donde nos espera que lo visitemos
y lo elijamos para quedarnos a vivir con él. No es en la Meca, ni lo que queda
del antiguo Templo Judío ni los palacios del Vaticano, ni las más hermosas
estructuras que abrigan la Hostia Consagrada en sus sagrarios, sino que es la
vida misma del pobre la que nos muestra el verdadero lugar de Dios, donde
habita siempre. Si Dios elige llegar como débil y pobre entre los pobres ¿cómo
no ver en la pobreza la posibilidad de descubrir, o al menos convivir, con el
Misterio del Dios encarnado? Nuestros trabajos y esfuerzos deben posarse en la
pobreza porque es fruto del egoísmo humano que no sabe compartir los bienes que
son de todos y que algunos se lo apropian para beneficio de pocos.
Por eso son los pobres los
privilegiados. Aunque deben ser conscientes de su ser víctimas de un sistema,
también pueden sacar fuerzas del Dios de los pobres, el Dios de Jesús, que
decidió venir al mundo en situaciones como las de ellos. El pobre puede
encontrar en el pesebre de Belén la inspiración necesaria para recobrar su
dignidad de Hijo de Dios, de ser elegido directamente por el Altísimo, que lo
ama más que nadie, para saberse DIGNO de Dios, merecedor de una vida feliz y
próspera, de saberse valorado, no por lo que tenga, sino simplemente por ser
humano. Sin duda que también nosotros, todos los cristianos, tenemos la misión
de ayudarlo a ser consciente de esto por todos los medios posibles, pero sobre
todo con nuestro compromiso social, político y religioso, de luchar por un
mundo más justo y equitativo, donde todos podamos vivir bien. Dios viene en la
pobreza para que percibamos donde está la gravedad de los grandes problemas y
errores humanos.
“No caben más discusiones:
Jesús estuvo de parte de los pobres, los que lloran, los que pasan hambre, los
que no tienen éxito, los impotentes, los insignificantes” (Küng),
y esta decisión madura de Jesús le viene por una decisión anterior: la decisión
de Dios de nacer pobre entre pobres. Por eso los pobres tienen la gran
oportunidad de experimentar el verdadero Misterio de la Navidad, ya que llevan
marcadas en su alma las cicatrices de los latigazos sociales que reciben a lo
largo de todo el año. Mientras algunos intentamos adornar el árbol con un
pesebre acorde al nacimiento de Jesús, los pobres parten de su vida diaria para
vivir el pesebre. Pero también tienen esa gran posibilidad de mostrar al mundo
la horrible situación en la cual todos nosotros los hemos puesto y que esto exige
un cambio radical, una revolución urgente.
Deseo ardientemente que la
Navidad de los pobres, que no es solamente el día 25 de diciembre sino que cada
día de su vida, nos ayude a ver en ellos el verdadero rostro de Dios encarnado,
hecho hombre y despreciado hace más de dos mil años y hasta hoy. Somos nosotros
los que seguimos ignorándolo mientras comemos tranquilos en nuestra mesa
mientras Jesús nace y muere en cada hermano que sufre la pobreza. Que estos
pobres de hoy y con los que nos toca convivir, nos ayuden a animarnos a vivir
el pesebre de forma real y no solamente representado en una linda imagen de
plástico o porcelana, por más piadosa que sea. La Navidad de Jesús nos
espera entre los pobres… ¿seremos capaces de vivirla de verdad?
Link: eclesalia.wordpress.com
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