"Ventana abierta"
DOMINGO 29° DEL TIEMPO ORDINARIO - DOMINGO
UNIVERSAL DE LAS MISIONES
“Den al César lo que es del
César, y a Dios, lo que es de Dios”.
Estamos hoy ante una de las frases más citadas
del evangelio, y a la vez muchas veces interpretada con un sentido oportunista,
según el interés de cada uno. Lo que sí es cierto que marca el comienzo de una
corriente histórica de pensamiento social, un primitivo cristianismo que
comenzó a establecer diferencias entre la moral y el derecho, entre el fuero
interno (la conciencia) y la conducta externa (la ley). Ambos campos, en
realidad, dialogan continuamente. En el evangelio de hoy se nos da una
respuesta en la que cada elemento tiene su papel.
DIOS NOS HABLA. CONTEMPLAMOS SU
PALABRA
I LECTURA
En un contexto politeísta, Dios afirma por boca
del profeta: “Yo soy el Señor”. Este Dios único reclama un amor total. Toda
nuestra vida es para él, todas nuestras acciones son para él. En Dios se aúna
lo disperso de nuestra vida. Por él tienen sentido hasta las mínimas acciones
de nuestro devenir cotidiano.
Lectura del libro de Isaías 45,
1. 4-6
Así habla el Señor a su ungido, a Ciro, a quien
tomé de la mano derecha, para someter ante él a las naciones y desarmar a los
reyes, para abrir ante él las puertas de las ciudades, de manera que no puedan
cerrarse. Por amor a Jacob, mi servidor, y a Israel, mi elegido, yo te llamé
por tu nombre, te di un título insigne, sin que tú me conocieras. Yo soy el
Señor, y no hay otro, no hay ningún Dios fuera de mí. Yo te hice empuñar las
armas, sin que tú me conocieras, para que se conozca, desde el Oriente y el
Occidente, que no hay nada fuera de mí. Yo soy el Señor, y no hay otro.
Palabra de Dios.
SALMO
Salmo 95, 1. 3-5. 7-10ac
R. Aclamen la gloria y el poder
del Señor.
Canten al Señor un canto nuevo, cante al Señor
toda la tierra; anuncien su gloria entre las naciones, y sus maravillas entre
los pueblos. R.
Porque el Señor es grande y muy digno de
alabanza, más temible que todos los dioses. Los dioses de los pueblos no son
más que apariencia, pero el Señor hizo el cielo. R.
Aclamen al Señor, familias de los pueblos,
aclamen la gloria y el poder del Señor; aclamen la gloria del nombre del Señor.
Entren en sus atrios trayendo una ofrenda. R.
Adoren al Señor al manifestarse su santidad:
¡Que toda la tierra tiemble ante él! Digan entre las naciones: “¡El Señor
reina! El Señor juzgará a los pueblos con rectitud”. R.
II LECTURA
San Pablo conoce bien a esta comunidad, por eso
puede escribirles con toda confianza y dar gracias a Dios por los dones con que
la ha enriquecido. También nosotros pongamos nuestra mirada en las personas que
nos rodean. Seguramente encontraremos muchos de quienes podremos decir que
ponen en obras su fe, hacen activa su caridad y mantienen su vida en la
esperanza. Demos gracias a Dios porque el testimonio de estos hermanos y
hermanas sostiene nuestra vida.
Lectura de la primera carta del
apóstol san Pablo a los cristianos de Tesalónica 1, 1-5b
Pablo, Silvano y
Timoteo saludan a la Iglesia de Tesalónica, que está unida a Dios Padre y al
Señor Jesucristo. Llegue a ustedes la gracia y la paz. Siempre damos gracias a
Dios por todos ustedes, cuando los recordamos en nuestras oraciones, y sin
cesar tenemos presente delante de Dios, nuestro Padre, cómo ustedes han
manifestado su fe con obras, su amor con fatigas y su esperanza en nuestro
Señor Jesucristo con una firme constancia. Sabemos, hermanos amados por Dios,
que ustedes han sido elegidos. Porque la Buena Noticia que les hemos anunciado
llegó hasta ustedes, no solamente con palabras, sino acompañada de poder, de la
acción del Espíritu Santo y de toda clase de dones.
Palabra de Dios.
ALELUYA Flp
2, 15-16
Aleluya. Ustedes brillan como rayos de luz en
el mundo, mostrando la Palabra de Vida. Aleluya.
EVANGELIO
Los emperadores buscaban ser venerados como
dioses. Su imagen se grababa sobre el dinero y era una forma de que todos sus
súbditos los tuvieran presentes. Pero por encima de ese señorío que los
emperadores quieren imponer, está el señorío de Dios. Somos “de Dios”, nuestra
vida le pertenece, está entregada a él y no a un poder temporal.
Evangelio de nuestro Señor
Jesucristo según san Mateo 22, 15-21
Los fariseos se
reunieron para sorprender a Jesús en alguna de sus afirmaciones. Y le enviaron
a varios discípulos con unos herodianos, para decirle: “Maestro, sabemos que
eres sincero y que enseñas con toda fidelidad el camino de Dios, sin tener en
cuenta la condición de las personas, porque tú no te fijas en la categoría de
nadie. Dinos qué te parece: ¿Está permitido pagar el impuesto al César o no?”.
Pero Jesús, conociendo su malicia, les dijo: “Hipócritas, ¿por qué me tienden
una trampa? Muéstrenme la moneda con que pagan el impuesto”. Ellos le
presentaron un denario. Y él les preguntó:”¿De quién es esta figura y esta
inscripción?”. Le respondieron: “Del César”. Jesús les dijo: “Den al César lo
que es del César, y a Dios, lo que es de Dios”.
Palabra del Señor.
MEDITAMOS LA PALABRA
Una trampa en forma de pregunta: “¿Es
lícito o no pagar tributo al Cesar?”
¿Cuántas veces nos hacen preguntas que no
buscan obtener información sino únicamente tendernos una trampa para poder
descalificarnos o llevar el ascua a su sardina? Aquí estamos ante un ejemplo de
ello.
El evangelista nos dice que los adversarios de
Jesús, en este caso herodianos, buscaban comprometerle. Y así plantean una
pregunta envenenada donde aparentemente una respuestas positiva llevaría a la
aceptación y justificación del Imperio Romano, el poder imperial que oprimía a
los judíos en aquel momento; y donde la otra posible respuesta llevaría a la
negativa a pagar tributo a ese Estado, lo que conducía a Jesús a una posible
acusación por traición a su pueblo, que implicaba además reconocer al Cesar
como Rey y Señor del pueblo judío desplazando a Dios como Señor de Israel: “Yo
soy el Señor y no hay otro”, hemos leído en la primera lectura. Esta era la
postura de todo buen israelita.
La situación se presenta pues como una tensión,
un conflicto entre Dios y el Cesar, entre el poder divino y el poder político o
también entre la conciencia individual y los derechos del Estado.
¿Cómo resuelve Jesús el problema y, en
definitiva, cual es la enseñanza que llega hasta nosotros a través de este
episodio evangélico?
Jesús comienza haciendo una pregunta a sus
interlocutores: "¿Qué dice la ley?". Y en este caso concreto
"¿qué hay en la moneda?". ¿Qué dice la moneda? Como si dijera, léelo
tú mismo y sabrás la respuesta, cumple la ley y no me preguntes lo que ya sabes
solo para hacerme caer.
Pero Jesús nos dice algo más.
Dad al Cesar lo que es del Cesar y a Dios lo
que es de Dios.
¿Fue una respuesta evasiva
para salir del paso o está diciendo algo fundamental?
Nosotros después de tantos años de cristianismo
interpretamos que Jesús, aquí, pone las bases para la normal relación entre la
organización política y la religiosa. La organización política tiene una
dimensión social y económica necesarias para el buen funcionamiento de la
comunidad que la religión debe respetar. Al dar, al Cesar lo que es del Cesar y
a Dios lo que es de Dios, está apostando, además, por dar a cada uno lo suyo,
está apostando, en definitiva, por una Justicia distributiva como base de toda
relación social.
La pregunta realizada tiene además
implicaciones éticas. Y es que cumplir la ley, a veces no es tan fácil. El
problema aparecerá en toda su magnitud cuando los hombres y mujeres queriendo
vivir con coherencia su fe adulta de creyentes cristianos comprometidos se
preguntan, por ejemplo, si: ¿se debe obedecer a un Estado, a un Cesar, que
tenga leyes injustas y que pisotea los derechos humanos? En definitiva, si se
debe callar y aceptar pasivamente la injusticia o una legislación opuesta a la
ética y moral más evidente y reducir el ámbito de lo religioso a la intimidad
personal y a la vida de piedad; o bien ejercer la propia libertad en el ámbito
social o comunitario en toda su plenitud.
La conclusión a la que llegamos es la
siguiente: El cristiano comprometido debe tener unos criterios sociales y
políticos. Puede o mejor diríamos, debe, hacer una crítica constructiva a
políticos, autoridades estatales y también eclesiásticas, para ayudarlos a
realizar su función siempre encaminada a la consecución del Bien Común.
En este sentido el Papa Francisco, en su
reciente exhortación Evangelii Gaudium, dedica algunos párrafos animando a los
fieles en el compromiso político para el bien común. Dice así:
“¡Pido a Dios que crezca el número de políticos
capaces de entrar en un auténtico diálogo que se oriente eficazmente a sanar
las raíces profundas y no la apariencia de los males de nuestro mundo!”.
Y quita los miedos a tantos cristianos sobre su
deber de intervenir en la vida política. “La política, tan denigrada, es una
altísima vocación, es una de las formas más preciosas de caridad, porque busca
el bien común”. (E.G. nº205)
Y a Dios lo que es de Dios
Jesús después de contestar a quienes pretendían
comprometerle añade por su cuenta algo que no le habían preguntado, es como si
quisiera decir a aquellos maestros de la ley: Está bien que os aclaréis con
respecto a las leyes humanas, pero también pensad en dar a Dios lo que es de
Dios.
En la otra cara de la moneda no había ninguna
imagen de Dios, pero en la mente de todos estaba presente la frase del Génesis
que les recordaba que habían sido creados por Dios a su imagen y semejanza.
Así, si en la moneda hay una imagen del Cesar, en el hombre debe estar acuñada
la imagen de Dios.
De esta simbología se deduce la consecuencia de
que toda persona es depositaria de esta imagen divina que debe cuidar. Es
decir, debemos vivir nuestras vidas trabajando siempre por un desarrollo humano
integral para hacer valer esa imagen divina que dentro llevamos desde que
nacemos. Es la base para poder desarrollar una vida espiritual que no es un
añadido a nuestra personalidad sino la plenitud de la persona. Y en esa
plenitud está la gloria de Dios.
¿Y qué podemos dar a Dios
Esta es la pregunta que debemos hacernos hoy.
El salmo interleccional que hemos leído nos habla de dar gloria al Señor,
"Aclamad la gloria y el poder del Señor”. Pero Jesús va más allá,
introduce otro lenguaje novedoso para sus paisanos y una nueva actitud. No echa
por tierra las costumbres judías, él también va al templo a orar, pero empieza
a hablar de un Reino nuevo que hay que CONSTRUIR, no sólo se trata de alabar la
Gloria sino de Construirla. Un Reino que está en los sencillos, los pobres, los
pequeños, es decir en aquellos que solo ponen su esperanza en el Señor padre de
todos.
También el Papa Francisco habla de una nueva
evangelización que ha de comenzar por escuchar ese “clamor de los pobres”. En
un mundo global como el que vivimos, ha de ser una tarea “global”, porque los
pobres son pueblos enteros, regiones olvidadas, hombres y mujeres de otras
culturas que necesitan levantarse de su indigencia con la ayuda nuestra.
Esa construcción del Reino es lo que podemos
dar a Dios. ¿Es una sugerencia piadosa o es más bien la obligación del
cristiano de dar a Dios lo que es de Dios?
ESTUDIO BÍBLICO
Iª Lectura: Isaías (45,1.4-6):
Dios no se desentiende de la historia humana
I.1. La lectura de Isaías debe ser interpretada
con una visión religiosa de la historia universal. El Deuteroisaías, profeta
del exilio (segunda parte del libro de Isaías, cc. 40-55), se ve envuelto en la
aclamación y entusiasmo que los pueblos sometidos a Babilonia hacen de un
guerrero famoso y fundador del imperio persa: Ciro el Grande (a. 540 a. C). Si
los profetas anteriores se habían valido de Asiria como imperio para poner de
manifiesto el castigo de Dios al pueblo de Israel por su infidelidad, ahora el
pueblo judío, en el destierro, necesita un libertador ¿Qué hará Dios? En la
teología veterotestamentaria no todo es posible asumirlo sin el matiz de una
teología global. Ciro no puede venir de parte del Dios de Israel, pero así lo
ve este profeta anónimo. Aunque no tanto por el "rey de reyes" persa,
sino por la libertad que trae a Israel con su nueva política.
I.2. Piensa este profeta desconocido que Dios
se vale de la historia humana, concreta y universal, para que sus planes vayan
hacia adelante. Este es un momento de liberación, y por eso se usan expresiones
agudas, de tonos altos, para hablar de un guerrero, que ni siquiera conoce a
Yahvé. El poder que trae en sus manos es poder de liberación para los
desterrados en Babilonia. Se dice, con razón, que el profeta no canta al
imperialismo, sino a la libertad. Los imperialismos no pueden consagrarse y, de
hecho, profetas posteriores (v. g. Ageo y Zacarías) pondrán en entredicho al
imperio persa, porque Dios, el Dios de universo y de la salvación, no se encarna
en el imperialismo, ya que éste solamente se sostiene con sangre e injusticia.
I.3. Pero es verdad que en la historia humana
podemos ver la mano de Dios en la bondad o en los principios éticos y sociales
de pueblos y de gobernantes que anteponen el bien a todos los otros valores. Es
una cuestión discutida en el ámbito teológico, en lo que ha venido a llamarse
la "teología de la historia". Los profetas eran muy sensibles a ello,
a veces exageradamente sensibles, para lo positivo y para lo negativo. Pero no
les falta una parte de razón; al menos para dar a entender que Dios no se
desentiende totalmente de lo que hacemos los hombres. Si los dones que Él nos
ha dado los aplicamos para la paz, la libertad y la justicia, estaremos en el
camino de los "planes de Dios".
II Lectura: Iª Tesalonicenses
(1,1-5ª): La respuesta al evangelio
II.1. La IIª Lectura da inicio a la 1ª
Tesalonicenses, que es la primera carta de Pablo y el primer escrito del Nuevo
Testamento. El apóstol celebra la fe, la esperanza y el amor de aquella
comunidad que él había fundado en la capital de Macedonia. Técnicamente es lo
que se llama una "acción de gracias", que es la forma en la que Pablo
da comienzo en sus cartas a las comunidades. Pero se resalta la elección por
parte de Dios (eklogên) de esa comunidad. Y la respuesta de esa elección, por
parte de la comunidad, ha sido aceptar el evangelio que se le predicó. No
eligieron oro y plata, sino un mensaje que les acarrearía desventajas frente a
la sociedad e incluso frente a la sinagoga, porque algunos de ellos se pasaron
al evangelio de Pablo.
II.2. Se resalta, pues, la firme esperanza de
esta comunidad que, en las dificultades que hubieron de sufrir los cristianos,
no abandonaron su fe. La esperanza es una virtud escatológica y, en el contexto
del otoño y del final que se acerca poco a poco del año litúrgico, nos va a
introducir en esos temas de las cosas finales. Ellos hicieron una elección
definitiva, inigualable por el evangelio que él les predicó y que les trajo la
fuerza del Espíritu. Es una elección por la salvación que se les anunció, una
salvación que no se tocaba con las manos, aunque sí se anunciaba próxima, como
ha de ponerse de manifiesto en algunos pasajes de esta carta Iª a los
Tesalonicenses.
Evangelio: Mateo (22,15-22): La
dignidad humana no se compra, es un don
III.1. El evangelio de Mateo, hoy, nos sitúa en
el corazón de las polémicas que Jesús mantiene con los dirigentes en Jerusalén
y que los evangelistas sitúan al final de su vida, precediendo a la pasión (cf.
Mc 12,13-17; Lc 20,20-26). Esta vez querían comprometerlo a fondo con las autoridades
romanas, que vigilaban ferozmente cualquier movimiento social o político para
castigar cualquier rebeldía. Oponerse al César, incluso en nombre de Dios, era
ir contra la «pax romana», uno de los mitos de la época. Los espías pretenden
halagarlo (Mateo sigue a Marcos y nos habla de los fariseos y los herodianos;
Lucas, más coherente, nos habla de espías para entregarlo al gobernador), pero
en el punto de mira está el prefecto romano Poncio Pilato, que era un
gobernante de una crueldad sin miramientos, vengativa y arbitraria. Los judíos
lo odiaban porque había introducido en Jerusalén bustos e insignias del César,
además de haber usado el dinero sagrado del templo para construir un acueducto
que llevara el agua a Jerusalén (Josefo, De Bello 2,9,2; 2,9.4).
III.2. La hierocracia y aristocracia de la
ciudad santa mandan sus espías para poder deshacerse de este profeta galileo
que anuncia el Reino de Dios, pero que no coincide con el reino de Roma, ni con
el concepto que tienen del mismo algunos partidarios de la revolución contra
Roma, ni específicamente con el reino que ellos quieren manipular en nombre de
Dios. Los rebeldes dejaban a las claras que la única soberanía que aceptaban
bajo el suelo de Judea es la de Dios (Ex 20,4-5); en ello Jesús podría estar de
acuerdo. Pero las trazas, entre uno y otros, son muy distintas. Es verdad que
Jesús parecía estar en un callejón sin salida: frente a Poncio Pilato, frente a
las autoridades, frente a los revolucionarios nacionalistas, frente a todos. No
obstante, él la encontró; la encontró recurriendo a las dignidad humana que
Dios ha puesto en el corazón de toda persona como imagen suya. Los espías, con
su trampa, van a caer en su propia ignominia, porque llevan en sus manos el
“denario” con la efigie de Tiberio… pero Jesús no lleva nada en su zamarra.
Solamente tiene su palabra y la fuerza de la sabiduría del reinado de Dios.
III.3. Cuando es preguntado, intencionadamente
pide la moneda del tributo con la efigie del César y responde: la moneda hay
que dársela al emperador; ¿por qué? Porque es el dinero, y el dinero es lo más
sucio de este mundo. Los que acuñan moneda tienen poder y por el dinero dominan
a los hombres. Entonces, ¿hay que someterse a él? ¡Ni hablar! Por eso añade con
una intencionalidad manifiesta: «y a Dios lo que es de Dios». El dinero no es
de Dios, sino que de Dios somos nosotros mismos, y por lo mismo nosotros
solamente debemos estar sometidos a Dios. Ya San Agustín, que afirmaba: “El
César busca su imagen, dádsela. Dios busca la suya: devolvédsela. No pierda el
César su moneda por vosotros; no pierda Dios la suya en vosotros” (Com. Ps
57,11). La trampa la resuelve Jesús, no solamente con inteligencia, sino con
sabiduría, donde salta por los aires la legalidad con la que pretenden acusarlo
en su caso. La respuesta de Jesús no es evasiva, sino profética; porque a
trampas legales no valen más que respuestas proféticas. El tributo de hacienda
es socialmente necesario; el corazón, no obstante, lleva la imagen de Dios
donde el hombre recobra toda su dignidad, aunque pierda el “dinero” o la imagen
del césar de turno que no valen nada.
III.4. Aquí Jesús responde con una afirmación
liberadora que solamente pueden captar los que no están cegados por el poder,
el dinero, el odio y la injusticia. Quizás la mejor ilustración a todo ello la
tengamos en San Ireneo, en esa expresión, que es paradigma de muchas
radicalidades humanas y divinas: «La gloria de Dios es el hombre viviente; la
vida del hombre es la visión de Dios». Todo esto quiere decir que el evangelio
de Jesucristo implica, en una simultaneidad inconfundible, que de la misma
manera que nos descubre al Dios viviente, nos descubre a la vez, y no por otro
camino, al hombre viviente. Podemos usar los bienes de este mundo con eficacia,
pero lo que no podemos hacer es vender nuestra vida al mejor postor. Al
"césar" de turno podemos darle el dinero, o los impuestos, pero
nuestra libertad nadie nos la podrá arrebatar.
(Fray Miguel de Burgos Núñez).