Comedores sociales
Una opción cada vez más demandada
En época de crisis, los comedores sociales han vuelto a servir de
alivio a multitud de familias que necesitan cosas tan básicas como algo que
llevarse a la boca, día tras día.
El Comedor Social San Antonio, de Torreblanca, es uno de los comedores urbanos
más antiguos de la ciudad, que se encarga diariamente de alimentar y educar,
aproximadamente, a sesenta niños con edades comprendidas entre los tres y
dieciseis años.
Antes de originarse la crisis económica en nuestro país, este comedor
proporcionaba comida a cincuenta menores; pero en la actualidad, la demanda se
ha incrementado hasta llegar a desbordarlo y no poder suministrar todo lo que
ellos quisieran.
HASTA LA COCINA
Actualmente nos encontramos inmersos en una crisis económica que ha producido una demanda asistencial de comedores sociales y ha originado una situación de pobreza en Sevilla que hace años que no se daba.
Los comedores
sociales han prestado y prestan servicio a multitud de personas con bajos
recursos, que acuden a ellos para cubrir sus necesidades básicas.
Muchos de estos son financiados y subvencionados por el Ayuntamiento de Sevilla
y la Junta de Andalucía aunque las aportaciones son mínimas; al mismo tiempo,
también colaboran algunas organizaciones como Cáritas, asociaciones y
hermandades sacramentales.
El 87% de las Cáritas Diocesanas manifiesta que con la acción de Cáritas se está supliendo a las Administraciones públicas, sobre todo en dar cobertura a necesidades básicas y ayudas de emergencia, en agilidad y efectividad de intervención social, así como en la atención de necesidades de personas excluidas de los servicios sociales; además, en Cáritas se establece una relación más cercana con los demandantes y la tramitación de los casos es más rápida que en los servicios sociales, dando respuesta y convocando una primera entrevista con el solicitante a los cuatro días.
En Sevilla hay varios comedores, siendo los más populares el de San Vicente de Paúl, el de San Juan de Dios y el de San Juan de Acre; pero a su vez, hay otros más humildes como el de San Antonio de Padua de Torreblanca. Este comedor, a diferencia de los demás, sólo ofrece almuerzo a niños con edades comprendidas entre los tres y dieciseis años. La pobreza en los menores españoles se encuentra situada en torno al 26%, según UNICEF.
En San Antonio, no
sólo aprenden a comer, sino que las monitoras los educan en valores y los
enseñan a comportarse adecuadamente, aunque el tiempo que disponen para ello es
limitado.
Una asociación de vecinos es la que lo subvenciona y promueve, aunque está muy
vinculadoa la asociación Loyola y a la organización católica Cáritas Diocesana,
ya que su coordinadora es la directora de la Cáritas parroquial del barrio y
por esto, la conexión es totalmente directa.
El papel de los trabajadores sociales en este comedor es el de llevar los casos de las familias que tienen a sus hijos dentro de esta instalación. Éstos no son un recurso específico de Cáritas parroquial, ya que no hay ninguna Cáritas que tenga un comedor social a día de hoy en Sevilla, sólo colaboran con ellos en la medida de sus posibilidades .
Los empleados de
estas organizaciones, que se ocupan de este tipo de comedores, desempeñan una labor
fundamental en estos lugares, porque son los que entrevistan y revisan los
casos de las familias que solicitan este tipo de ayudas; además, son ellos los
que los derivan a estas instalaciones, haciéndolos pasar previamente por los
servicios sociales ,que son los que tienen que atenderlos y ocuparse de las
personas que reclaman y necesitan cubrir sus necesidades básicas, pero que por
problemas económicos de la Administración, acaban derivándolos a estas
organizaciones para que se hagan cargo de las funciones que ellos mismos
tendrían que desempeñar. Es por esto, por lo que podemos decir que la relación
entre servicios y comedores sociales es totalmente directa y recíproca.
El perfil de las personas que acuden a comedores sociales ha cambiado
considerablemente desde el año 2007 hasta hoy.
Antes de desencadenarse la crisis económica solían acudir personas en situación de exclusión social, con déficits psicopersonales, de tipo formativo o actitudinal; mientras que la gente que visita ahora los comedores son personas mucho más normalizadas, que han perdido sus puestos de trabajo, no tienen prestaciones ni redes familiares de apoyo. Esta clase de personas suelen mostrar una gran vergüenza social al acudir a los comedores, ya que nunca antes se habían visto en la situación de pedir ayuda para subsistir; es más, casi siempre suelen ir a buscar recursos las mujeres, aunque sea el marido el que se encuentre en situación de desempleo.
En Sevilla, el perfil coincide con obreros de la construcción aunque también destacan las mujeres de mediana edad (40-50 años), desempleadas, con poco nivel educativo, que tienen familias numerosas y hijos menores a cargo, sin ingresos… Ese suele ser el perfil aunque cambia dependiendo del barrio en el que nos encontremos; por ejemplo en el Parque Alcosa hay muchos inmigrantes y en el Polígono Sur suele acudir población gitana.
Cáritas ha prestado servicio a un gran número de personas, concretamente a un 74% de familias y un 24% de personas solitarias, que recurren a los servicios de acogida para cubrir sus necesidades primarias y en tres años, el número de respuestas se ha disparado al pasar de 400.000 personas atendidas en 2007 a 950.000 en 2010.
La demanda se ha incrementado porque muchas personas se han quedado sin prestación y por esta razón, se han abierto más centros de ayuda en diversos lugares, por lo que se ha terminado atendiendo a más gente.
Por Rosa Jaramillo.
En 2010 unas 300.000 personas acudieron por primera vez a Cáritas; son aquellas que han pasado de la vulnerabilidad a la pobreza o de la integración a la vulnerabilidad, afectadas principalmente por el paro creciente.
Sin embargo, asociaciones como Cáritas no son las que suplen a los comedores sociales ni las que les aportan los suministros, sino que esta es la función que lleva a cabo el Banco de Alimentos.
El Banco de Alimentos de Sevilla (BAS) es una organización no gubernamental, si ánimo de lucro, basada en el voluntariado que recoge y almacena alimentos en sus instalaciones, para repartirlos a diferentes centros asistenciales, comedores…
Esta organización no gubernamental forma parte de la Federación Española de Banco de Alimentos, que engloba a cincuenta de ellos en toda España y que compone una red en la que trabajan más de 1200 voluntarios.
Las donaciones que reciben provienen de instituciones, empresas, supermercados, fábricas, industrias de productos alimenticios o personas particulares, (recogidos con una furgoneta), que se identifican con los objetivos de éste.
La principal fuente de recursos de la organización son excedentes de productos que no son aptos para la venta , ya que están mal etiquetados o tienen una fecha de caducidad próxima a la consumición.
Los supermercados
realizan la llamada “operación kilo” que consiste en recoger a las puertas de
los centros: azúcar, arroz, aceite, alubias, garbanzos, harinas, pastas… Estos
alimentos son comprados por los consumidores de las grandes superficies y son
donados al Banco después de haber sido informados.
El supermercado donde se realiza la operación se compromete a dar al Banco la
misma cantidad que los consumidores hayan comprado para tal fin.
Los destinatarios de la labor del BAS son parados de larga duración, inmigrantes, discapacitados físicos y psíquicos, niños, adolescentes, personas mayores, indigentes, toxicómanos… Todos ellos reciben los alimentos a través de entidades que colaboran con el Banco como hermandades, asociaciones y organizaciones (Cáritas), parroquias, residencias de ancianos, casas de acogida, …
Los comedores sociales también son beneficiarios del Banco de Alimentos, que distribuye a 352 centros asistenciales 3.741.555 kilos/año de alimentos para que se beneficien unas 40.000 personas, aproximadamente.
El comedor San
Antonio de Pauda de Torreblanca es uno de los que colabora con el BAS,
atendiendo a niños necesitados y que comen de los suministros que el banco les
aporta.
Este comedor, que en principio sólo iba a ser de verano, surgió en el año 1985.
Los pequeños entraban en él a las 09.00 y salían a las 13.30. Durante toda la
mañana, realizaban numerosas actividades hasta que llegaba la hora de almorzar.
Así estuvo funcionando dos o tres años y en 1987 dejó de ser comedor de verano para convertirse en escolar. Hoy día abre sus puertas de lunes a viernes (horario escolar) a las 13.50 y las cierra como dice su coordinadora, Manoli Domouso, “ Cuando se termine de comer y recoger”.
Los voluntarios, mediante juegos, animan a los menores a comer de todo, aunque no les guste ni las frutas ni las verduras; pero al final acaban aprendiendo, a través de juegos, lo que los monitores les inculcan a lo largo del curso.
Una vez que terminan de almorzar, los niños se organizan en grupos de trabajo para recoger y limpiar las mesas, barrer el comedor y dejarlo todo en su sitio. A esto es a lo que se refiere su coordinadora con que es un comedor educativo, es decir que no se dedican únicamente a darles de comer, sino que les enseñan valores, modos de comportarse, forma de sentarse en la mesa…
Es cierto que el número de comedores es insuficiente para la cantidad de personas que se encuentran en una situación difícil y que los pocos que hay, tienen unas subvenciones ridículas e insignificantes para los gastos que acarrean.
Debido a la crisis económica, muchas organizaciones y asociaciones se han convertido en las sustitutas de la Administración Pública, que supuestamente es la que tendría que velar por las personas que se encuentran en esta situación; y que si no fuera por la labor que las organizaciones solidarias desempeñan, aumentaría muchísimo más la marginación y exclusión social.
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