Lástima que en el aquel tiempo no hubiese cámaras fotográficas para que San José o el mismo Jesús le hubiese sacado una buena foto. Yo estoy seguro que saldría sonriendo.
Le hemos puesto todas las caras habidas y por haber. Pero eso sí, como era tan buena y tan santa, siempre seria. Cara bonita, pero seria.
Pareciera que para ser bueno y santo hay que plegar bien los labios y no enseñar los blancos dientes con una sonrisa.
Conocemos demasiado bien a la Virgen Dolorosa.
¿Y conoceremos igualmente a la Virgen de la Alegría?
Porque yo estoy seguro de que María debió de ser la mujer más feliz y alegre del pueblo. Y razones tenía de sobra para ello.
¡Yo no quiero pensar que María nunca le regaló una sonrisa y hasta una linda carcajada a José!
¿Y ustedes se imaginan a una madre que no le regale cada día infinidad de sonrisas al Niño, haciéndole cuchi cuchi o haciéndole cosquillitas en la barriguita?
Sonrisas del Niño.
Sonrisas de la Madre.
Sonrisas del Carpintero.
Yo quiero la Virgen de la sonrisa de la visitación.
Yo quiero la Virgen de la sonrisa del encuentro beatífico con Dios.
¿No fue a caso la Asunción el momento de suprema felicidad de María?
¿No fue a caso la Asunción el momento de la suprema realización de María?
¿No fue a caso la Asunción el momento del supremo encuentro con Dios?
Y si en el cielo hacen fiesta por un pecador que se convierte, ¿qué fiesta no habrá habido en el cielo con la llegada de la que nació Inmaculada y nunca tuvo salpicadura alguna del mismo.
Yo quiero la Virgen de la sonrisa que hace fiesta en el cielo.
En infinidad de pueblos serán Fiestas patronales, con música y baile.
Pero ¿y en la Iglesia?
Bueno espero que la Misa sea cantada.
¿Pero con curas con una piedad y fervor que más parece dolor de estómago?
¿Con monaguillos que tienen prohibido perder su formalidad?
¿Con un Pueblo de Dios con caras largas de fervor, hasta que salgan de la Iglesia y entonces suene la fiesta?
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