"ventana abierta"
Lecturas bíblicas de la
Solemnidad de Cristo Rey, ciclo Litúrgico "A":
Así habla el Señor: ¡Aquí estoy yo! Yo mismo
voy a buscar mi rebaño y me ocuparé de él. Como el pastor se ocupa de su rebaño
cuando está en medio de sus ovejas dispersas, así me ocuparé de mis ovejas y
las libraré de todos los lugares donde se habían dispersado, en un día de nubes
y tinieblas. Yo mismo apacentaré a mis ovejas y las llevaré a descansar
-oráculo del Señor-. Buscaré a la oveja perdida, haré volver a la descarriada,
vendaré a la herida y curaré a la enferma, pero exterminará a la que está gorda
y robusta. Yo las apacentaré con justicia. En cuanto a ustedes, ovejas de mi
rebaño, así habla el Señor: Yo voy a juzgar entre oveja y oveja, entre carneros
y chivos (Ezequiel 34, 11-12 y 15-17).
Hermanos: Cristo resucitó de entre los muertos,
el primero de todos. Porque la muerte vino al mundo por medio de un hombre, y
también por medio de un hombre viene la resurrección. En efecto, así como todos
mueren en Adán, así también todos revivirán en Cristo, cada uno según el orden
que le corresponde: Cristo, el primero de todos, luego, aquellos que estén
unidos a él en el momento de su Venida. En seguida vendrá el fin, cuando Cristo
entregue el Reino a Dios, el Padre, después de haber aniquilado todo
Principado, Dominio y Poder. Porque es necesario que Cristo reine hasta que
ponga a todos los enemigos debajo de sus pies. El último enemigo que será vencido
es la muerte. Y cuando el universo entero le sea sometido, el mismo Hijo se
someterá también a aquel que le sometió todas las cosas, a fin de que Dios sea
todo en todos (1 Corintios 15, 20-26 y 28).
Jesús dijo a sus discípulos: Cuando el Hijo del
hombre venga en su gloria rodeado de todos los ángeles, se sentará en su trono
glorioso. Todas las naciones serán reunidas en su presencia, y él separará a
unos de otros, como el pastor separa las ovejas de los cabritos, y pondrá a
aquellas a su derecha y a estos a su izquierda. Entonces el Rey dirá a los que
tenga a su derecha: "Vengan, benditos de mi Padre, y reciban en herencia
el Reino que les fue preparado desde el comienzo del mundo, porque tuve hambre,
y ustedes me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; estaba de paso, y
me alojaron; desnudo, y me vistieron; enfermo, y me visitaron; preso, y me
vinieron a ver". Los justos le responderán: "Señor, ¿cuándo te vimos
hambriento, y te dimos de comer; sediento, y te dimos de beber? ¿Cuándo te
vimos de paso, y te alojamos; desnudo, y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo
o preso, y fuimos a verte?". Y el Rey les responderá: "Les aseguro
que cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron
conmigo". Luego dirá a los de su izquierda: "Aléjense de mí,
malditos; vayan al fuego eterno que fue preparado para el demonio y sus
ángeles, porque tuve hambre, y ustedes no me dieron de comer; tuve sed, y no me
dieron de beber; estaba de paso, y no me alojaron; desnudo, y no me vistieron;
enfermo y preso, y no me visitaron". Estos, a su vez, le preguntarán:
"Señor, ¿cuándo te vimos hambriento o sediento, de paso o desnudo, enfermo
o preso, y no te hemos socorrido?". Y él les responderá: "Les aseguro
que cada vez que no lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, tampoco lo
hicieron conmigo". Estos irán al castigo eterno, y los justos a la Vida
eterna» (Mateo 25, 31-46).
Prepararse para la fiesta...
Predicaciones
del P. Alejandro W. Bunge:
Queridos amigos:
Esta fue mi predicación de hoy, 23 de
noviembre de 2008, Solemnidad de Cristo Rey del Ciclo Litúrgico A, en la
Abadía Santa Escolástica y en el Hogar Marín:
1. CUANDO ALGO NO ANDA BIEN, LO PRIMERO QUE
PENSAMOS ES QUE LA CULPA LA TIENE "OTRO"... La primera reacción
cuando surge un problema suele ser buscar las excusas, que nos libren del peso
de la responsabilidad. Hubiera sido seguramente un éxito de la pantalla
televisiva si se hubiera podido transmitir en directo desde la intimidad del
equipo argentino que disputaba la Copa Davis de Tenis todo lo que sucedía el
sábado a la noche, después de la derrota del tercer punto, en el partido de
dobles, que dejó al equipo en la cuerda floja ante su intento de ganar la
competencia. Quizás abundaban reproches, y no con dedos que apuntaban al propio
pecho sino al de otros...
Por eso creo que es muy importante que en el Mensaje
de la Conferencia Episcopal Argentina que los Obispos argentinos nos
entregaron hace nueve días para ayudarnos a preparar la celebración del
bicentenario de nuestra patria, aún teniendo en cuenta todo lo que puede
disgustarnos de la marcha de la gestión de la cosa pública, no hayan levantado
mirando hacia los demás el siempre listo "dedo acusador", sino que
hicieron un recuento de nuestras realidades, con sus fortalezas y debilidades,
y con una mirada hacia el pasado para aprender de nuestra historia, proponen en
un tono de diálogo abierto un conjunto de metas a alcanzar a la luz de la
celebración que se avecina (cf. Mensaje..., números 31-40). A propósito
del Mensaje..., a mi gusto resulta ya aleccionador que los Obispos se
propongan la celebración del bicentenario no como una fecha sino como un
período para una tarea. Siguen con a los próceres de nuestra patria, que desde
el primer grito de libertad dado el 25 de mayo de 1810 trabajaron con
constancia para conquistarla, ante de la declaración formal de la independencia
el 9 de julio de 1816. Nos dicen con esto, me parece, que los hechos deben
acompañar y sostener las palabras, y de esa manera la celebración del
bicentenario no puede ser sólo la recordación de una fecha (la de 1810 o la de
1816), sino un período para ponernos al día con la gran deuda de los
argentinos, que es la "deuda social", es decir, lo que le debemos a
la sociedad de la que nos servimos quizás más de lo que le damos (cf. Mensaje..., número
5)...
De esta manera se supera la tentación de pensar
que la culpa de lo que nos pasa es "de los otros", como parecen hacer
los que en la parábola de hoy Jesús pone a su izquierda, acusándolos de su
falta de piedad, porque tuvo hambre y no le dieron de comer, tuvo sed y no le
dieron de beber, estaba de paso y no lo alojaron, desnudo y no lo vistieron,
enfermo y preso y no lo visitaron. Ellos buscan sus excusas, diciendo que nunca
se lo encontraron a Jesús en esas situaciones, pero esas excusas no los
disculparán, ya que cada vez que no lo hicieron con el más pequeño de sus
hermanos, les dice Jesús, es decir, de nuestros propios hermanos, es con Él que
no lo han hecho...
Ante los niños que en las grandes ciudades de
nuestra patria piden por la calle los bienes más elementales que no tienen para
subsistir, ante la creciente pérdida de la cultura del trabajo que va siendo
reemplazada por la dádiva, ante la falta de educación, que retrasa por muchos
años la posibilidad del resurgimiento de generaciones enteras que quedan
sumidas en la mayor pobreza, que no es precisamente la económica, ¿quién puede
lavarse las manos, distrayéndose con acusaciones a otros, como si no tuviera
nada que ver, y hubiera recién aterrizado en estas tierras, proveniente de no
sé qué galáctica de supuestos e inocentes salvadores de la patria?...
2. JESÚS SIEMPRE NOS ESPERA EN LOS MÁS PEQUEÑOS
DE NUESTROS HERMANOS... Jesús nos llama a través de las necesidades de cada uno
de nuestros hermanos para que vayamos a su encuentro, para que vayamos a
atenderlo con nuestra buena voluntad y nuestro amor...
Todos nosotros sabemos y lo saben los Obispos,
que conocen y alientan el trabajo de Caritas y de otras instituciones
de hombres de buena voluntad, que hace ya mucho tiempo vienen dando a niños y a
adultos, en muchos lugares, todo lo que tienen para comer y para atender a sus
necesidades más básicas. No necesitamos, para saberlo, que la televisión y la
radio nos lo digan y nos lo muestren, como lo hacían unos años atrás, en los
momentos más críticos de las crisis que hemos pasado. Tendríamos derecho,
incluso, a desconfiar de las olas de imágenes que nos inundan cuando la pobreza
se convierte en noticia, ya que también el hambre puede utilizarse vilmente
para hacer campañas políticas. El hambre y la pobreza, la falta de trabajo y de
la voluntad de educar están presentes también cuando no salen en los medios
masivos de comunicación. Hay muchas situaciones de pobreza que no aparecen en
los medios y son un lacerante realidad, a las que responde Cristo Rey a través
del amor de aquellos que lo dejan reinar en sus corazones...
Allí nos espera Jesús, en cada uno de los más
pequeños de nuestros hermanos, que claman desde sus necesidades, y nos muestran
el rostro de Cristo que se acerca a nosotros, esperando el amor como el fruto
preciado de nuestra fe. Dios nos hizo a su semejanza, y en lo que más nos
parecemos es precisamente en nuestra capacidad de amar, es decir, de ocuparnos
de las necesidades de nuestros hermanos, sin más interés que su propio bien. Un
amor, entonces, que no es sólo un sentimiento más o menos duradero, sino una
decisión perseverante de ocuparnos del bien de nuestros hermanos, haciendo por
ello todo lo que está en nuestras manos...
Tengamos en cuenta que, a la hora del balance
final, cuando lleguemos a las puertas del Cielo, Jesús no nos preguntará
cuántas veces nos hemos confesado, cuántas veces hemos ido a Misa, o cuántas
veces o cuántos Rosarios hemos rezado.
Todas estas prácticas de piedad nos
ayudarán a alimentar y expresar nuestro amor a Dios, y a fortalecernos para
vivir perseverantemente comprometidos en el amor, sobre todo cuando recibamos
como pago la ingratitud o la indiferencia. Pero a la hora del balance final
Jesús simplemente nos pondrá a prueba, con el filtro del amor, que pondrá en
evidencia si lo hemos atendido en nuestros hermanos pequeños...
3. HAY QUE PREPARARSE CON AMOR PARA LA FIESTA
DEL REINO DE DIOS, EL CIELO... Como hemos dicho ya en el Domingo
pasado, el Cielo, que es la fiesta completa y total del amor de Dios, no
se improvisa. Por esta razón, sólo con amor el corazón se ensancha de una
manera tal que se hace capaz de disfrutar el Cielo...
Hay que tener en cuenta, sin embargo, que en el
medio del amor está la Cruz. Porque se trata de una amor capaz de construir
paciente y perseverantemente el bien de nuestros hermanos. Son los gestos de
amor de cada día, grandes o pequeños, con los que acudimos en auxilio del que
tiene hambre o sed, del que está sin techo o sin ropa, del que está enfermo o
en la cárcel, los que nos preparan para la fiesta del Amor de Dios...
Las necesidades de los que en nombre de Dios
golpean a nuestra puerta podrán ser las que Jesús menciona en la parábola de
hoy, u otras semejantes. Pero seguirán siendo siempre estos "embajadores
de Jesús", con quienes Él se identifica, hasta el punto de decirnos que
cuando los atendemos a ellos es a Él a quien atendemos y cuando los dejamos sin
respuestas es a Él a quien hemos dejado de atender, los que vengan a golpear
nuestra puerta. De la misma manera, seguirá siendo sólo la respuesta del amor
la que nos vaya preparando para la fiesta del Cielo. Hoy celebramos a Jesús
como Rey, culminando el año litúrgico en el que hemos ido recorriendo todo su
misterio, desde que comenzamos a preparar la Navidad pasada. Es momento para
tener en cuenta que el Reino de Dios, que se manifestará plenamente en el
Cielo, es el Reino del amor. Y es con el amor con el que se anticipa y se
prepara el Cielo...