"ventana abierta"
De la mano de María
Héctor L. Márquez
(Conferencista católico)
REFLEXIÓN PARA EL
JUEVES, DE LA PRIMERA SEMANA DEL T.O. (1)
“Sintiendo lástima, extendió la mano y lo tocó,
diciendo: ‘Quiero: queda limpio’”.
Jesús continúa su misión. En la lectura que nos
presenta la liturgia de hoy (Mc 1, 40-45) vemos la reacción de Jesús ante un
leproso que se presenta ante Él y le pide que lo cure: “Si quieres, puedes
limpiarme”, le dice el leproso. Un acto de fe. Jesús se conmueve ante la
situación del leproso: “Sintiendo lástima (la palabra griega utilizada
significa “conmovido en las entrañas”), extendió la mano y lo tocó, diciendo:
‘Quiero: queda limpio’”.
De todos los evangelistas, Marcos es quien más
acentúa la dimensión humana de Jesús. Marcos habla con toda naturalidad de las
emociones intensas de Jesús, mientras que Mateo y Lucas tienden a omitirlas o
mitigarlas en los pasajes paralelos (comparar este pasaje con los relatos
paralelos en Mt 8,3 y Lc 5,12). Asimismo, en el pasaje de la curación del
hombre con la mano paralizada, los fariseos estaban al acecho para ver si
curaba en sábado para poder acusarle; entonces, mirándolos en torno a todos “con
indignación (οργης = ira)” dice al paralítico: “extiende la mano…” (comparar Mt
12,13 y Lc 6,10).
No hay duda. Jesús es un hombre que comparte
nuestras emociones. Pero también es Dios. Y Marcos no desaprovecha ninguna
oportunidad para adelantar el objetivo de su relato evangélico: Demostrar que
Jesús es el Hijo de Dios y presentarlo como el gran taumaturgo o hacedor de
milagros (Él sólo hace lo que en la mitología requiere de muchos).
Hay otro detalle que quisiéramos resaltar. La
lectura nos dice que Jesús “tocó” al leproso, algo que chocaba con la ley,
rayando en el escándalo. La lepra era la peor enfermedad de la época de Jesús.
Nadie podía acercarse ni tocar a los leprosos. De hecho, los leprosos estaban
aislados, marginados de la sociedad. Caminaban haciendo sonar una campana
mientras gritaban: “¡Impuro, impuro!”, para que todos se alejasen (Cfr. Lv 13,45). Aun así, el leproso decide
acercarse a Jesús. Reconoce su poder. Jesús, por su parte, quiere dejar
establecido que el amor, la misericordia, están por encima de la ley, como
cuando cura en sábado (Mc 3, 1-6; Lc 13-14).
La lectura nos dice que Jesús, luego de curar
al leproso le pide que no se lo diga a nadie: “No se lo digas a nadie; pero,
para que conste, ve a presentarte al sacerdote y ofrece por tu purificación lo
que mandó Moisés”. El famoso “secreto mesiánico” del evangelio según san
Marcos. Está claro que Jesús no quiere hacer alarde de su poder. Tampoco quiere
comprometer su misión.
Como todo el que ha tenido un encuentro
personal con Jesús, el leproso no puede contener su alegría. Tiene que
compartir su experiencia con todos. “Cuando se fue, empezó a divulgar el hecho
con grandes ponderaciones, de modo que Jesús ya no podía entrar abiertamente en
ningún pueblo; se quedaba fuera, en descampado; y aun así acudían a él de todas
partes”.
Y tú, ¿has tenido un encuentro personal con Jesús? Si de veras lo has tenido, no podrás contener las ganas de compartir esa experiencia con todos. De eso se trata… ¡Anda!, ¿qué esperas?
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