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Sean bienvenidos

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Invitación y bienvenida

Hola amig@s, bienvenid@s a este lugar, "Seguir la Senda.Ventana abierta", un blog que da comienzo e inicia su andadura el 6 de Diciembre de 2010, y con el que sólo busco compartir con ustedes algo de mi inventiva, artículos que tengo recogidos desde hace años, y también todo aquello bonito e instructivo que encuentro en Google o que llega a mí desde la red, y sin ánimo de lucro.

Si alguno de ustedes comprueba que es suyo y quiere que diga su procedencia, o por el contrario quiere que sea retirado de inmediato, por favor, comuníquenmelo y lo haré en seguida y sin demora.

Doy las gracias a tod@s mis amig@s blogueros que me visitan desde todas partes del mundo y de los cuales siempre aprendo algo nuevo. ¡¡¡Gracias de todo corazón y Bienvenid@s !!!!

Si lo desean, bajo la cabecera de "Seguir la Senda", se encuentran unos títulos que pulsando o haciendo clic sobre cada uno de ellos pueden acceder directamente a la sección que les interese. De igual manera, haciendo lo mismo en cada una de las imágenes de la línea vertical al lado izquierdo del blog a partir de "Ventana abierta", pasando por todos, hasta "Galería de imágenes", les conduce también al objetivo escogido.

Espero que todos los artículos que publique en mi blog -y también el de ustedes si así lo desean- les sirva de ayuda, y si les apetece comenten qué les parece...

Mi ventana y mi puerta siempre estarán abiertas para tod@s aquell@s que quieran visitarme. Dios les bendiga continuamente y en gran manera.

Aquí les recibo a ustedes como se merecen, alrededor de la mesa y junto a esta agradable meriendita virtual.

No hay mejor regalo y premio, que contar con su amistad.

No hay mejor regalo y premio, que contar con su amistad.
No hay mejor regalo y premio, que contar con su amistad. Les saluda atentamente: Mª Ángeles Grueso (Angelita)

lunes, 25 de enero de 2021

REFLEXIÓN PARA LA FIESTA DE LA CONVERSIÓN DE SAN PABLO. LUNES, 25 - ENERO - 2021

"ventana abierta"

De la mano de María

Héctor L. Márquez (Conferencista católico)

REFLEXIÓN PARA LA FIESTA DE LA CONVERSIÓN DE SAN PABLO

“…una gran luz del cielo me envolvió con su resplandor, caí por tierra y oí una voz que me decía: ‘Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?'”

Hoy celebramos la Fiesta litúrgica de la Conversión de san Pablo. Y la liturgia nos ofrece como primera lectura la narración de Pablo de su propia conversión (Hc 22,3-16). Como lectura alterna, se nos ofrece el mismo relato desde la perspectiva del narrador (Hc 9,1-22).

El relato de la conversión de san Pablo es tan denso, y lleno de simbolismo, que resulta imposible pretender analizarlo en el poco espacio disponible.

Nos limitaremos a preguntar: ¿Qué ocurrió en ese instante, en esa fracción de segundo que pudo haber durado ese rayo improviso, enceguecedor, que hasta le hizo caer en tierra?  Se trató sin duda de una de esas experiencias que cambian nuestras vidas y que, por su intensidad, resultan inenarrables; esas experiencias que producen la verdadera metanoia, palabra griega que se traduce como conversión, y se refiere a ese movimiento interior que solo puede surgir en una persona que tiene un encuentro íntimo con Cristo. “Metanoia” se refiere literalmente a una situación en que un caminante ha tenido que volverse del camino en que andaba y tomar otra dirección. Se trata de morir al hombre viejo para resucitar a una vida nueva en Cristo Jesús (Cfr. Rm 1,4).

En teología, esta metanoia se asocia al arrepentimiento, mas no un arrepentimiento que denota culpa o remordimiento; sino que es producto de una transformación en lo más profundo de nuestro ser, en nuestra relación con Dios, con nuestro prójimo y nosotros mismos, iluminados y ayudados por la gracia divina.

Este encuentro fue el que le cambió radicalmente la existencia a Pablo.  En el camino a Damasco Saulo se convirtió porque, gracias a la luz divina, “creyó en el Evangelio”. En esto consistió su conversión y la nuestra: en creer en Jesús muerto y resucitado, y en abrirse a la iluminación de su gracia divina.  En aquel momento Saulo comprendió que su salvación no dependía de las obras buenas realizadas según la ley, sino del hecho que Jesús, por amor, había muerto también por él, el perseguidor, y había resucitado.

Pablo de Tarso era un hombre bueno; un buen judío; temeroso de Dios, observante de la ley; un verdadero fariseo. Pero nunca había tenido un encuentro con el Resucitado; nunca había experimentado ese Amor indescriptible.

Cuando nos enfrentamos a esa Verdad, que gracias al bautismo ilumina la existencia de todo cristiano, cambia completamente nuestro modo de vivir.  Convertirse significa, también para cada uno de nosotros, creer que Jesús “se entregó a sí mismo por mí”, muriendo en la Cruz (Cfr. Ga 2, 20) y, resucitado, vive conmigo y en mí; sí, contigo y en ti.

Todo el que se “convierte”, todo el que ha tenido un encuentro personal con Jesús y ha experimentado su Amor infinito, su Misericordia, tiene que comunicarlo a otros, tiene que compartir esa experiencia. Por eso Pablo, tan pronto fue bautizado, se alimentó y recuperó las fuerzas, “en seguida se puso a predicar a Jesús en las sinagogas: que Él era el Hijo de Dios” (Hc 9,19).

Hoy, en la fiesta de la Conversión de san Pablo, pidamos al Señor que derrame su Santo Espíritu sobre nosotros, para que podamos tener una profunda experiencia de conversión y de encuentro íntimo con Él, como la que tuvo Saulo en el camino de Damasco. 

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