"ventana abierta"
De la mano de María
Héctor L. Márquez
(Conferencista católico)
REFLEXIÓN PARA EL SÁBADO DE LA PRIMERA SEMANA DEL T.O. (1)
“Al pasar, vio a Leví, el de Alfeo, sentado al
mostrador de los impuestos, y le dijo: «Sígueme»”.
El relato evangélico que nos trae la liturgia
para hoy (Mc 2,13-17) podríamos dividirlo en tres partes. Comienza con la
repetición por parte de Marcos de algo que es como una constante en su
evangelio. La gente se acercaba a Jesús, y Él “les enseñaba”. El anuncio del
Reino.
Inmediatamente, sin preámbulos, nos narra la
vocación de Leví (Mateo) en dos oraciones cortas: “Al pasar, vio a Leví, el de
Alfeo, sentado al mostrador de los impuestos, y le dijo: «Sígueme.» Se
levantó y lo siguió”. De nuevo esa mirada penetrante, imposible de resistir,
acompañada de una sola palabra: “Sígueme”. Mateo fue el quinto discípulo
reclutado por Jesús. Sigue conformando su “equipo de trabajo”. Esta vez escoge
a un publicano (recaudador de impuestos). En cada ciudad había al menos un
recaudador de impuestos, flanqueado por guardias armados. Trato de imaginarme
la escena. Mateo trabajando, cuadrando sus cuentas. De momento siente esta
“presencia” ante él, y una voz que le habla. Al escuchar el llamado de Jesús,
Leví se levantó y dejó la mesa con todos los libros en que llevaba cuenta de
los impuestos recaudados, y el dinero, para seguirle. Así es el llamado de
Jesús. Te pregunto: Y tú, ¿has sentido el llamado de Jesús para seguirle?
Debes tener presente que si decides seguirlo Él
siempre va a salir en tu defensa; nunca te va a dejar solo. Eso lo vemos en
este relato, cuando nos dice que tan pronto Leví se levantó de la mesa para
seguirle, Jesús se fue a la casa de éste y se sentó a la mesa con un grupo de
publicanos y pecadores: “Estando Jesús a la mesa en su casa, de entre los
muchos que lo seguían un grupo de publicanos y pecadores se sentaron con Jesús
y sus discípulos”. Unos escribas y fariseos que le vieron, se escandalizaron y
dijeron a los discípulos: “¡De modo que come con publicanos y pecadores!”.
Los escribas y fariseos no le hablaron a Jesús,
se dirigieron a los discípulos con el propósito aparente de desanimarlos y
criticar a Jesús, o al menos hacerle desmerecer ante sus ojos. Jesús no se hizo
esperar, y salió de inmediato en defensa de éstos: “No necesitan médico los
sanos, sino los enfermos. No he venido a llamar a los justos, sino a los
pecadores”. Jesús aprovechó la oportunidad, no solo para defender a sus
discípulos, sino para enseñarles.
Jesús nos ama tal y como somos; santos y
pecadores. Lo único que Él quiere es nuestra salvación, y va a hacer todo lo
que esté a su alcance para salvarnos. Él no juzga a los que se le acercan, los
trata a todos con la misma compasión y misericordia, con el mismo amor.
Somos pecadores, pero eso no debe ser obstáculo
para que nos acerquemos a Él. Si le invitamos a nuestra mesa Él se sentará con
nosotros, y nos invitará a la suya (constantemente nos invita al banquete
eucarístico). Eso nos hace preguntarnos: Yo, ¿juzgo a los que se me acercan, o
soy comprensivo y tolerante con ellos? Gracias, Señor por aceptarme como soy,
con todos mis defectos y debilidades. Ayúdame igualmente a no juzgar a mi
prójimo y mostrarme comprensivo y tolerante con ellos, para que vean tu
infinito amor y misericordia reflejados en mí.
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