"Ventana abierta"
DICHOSOS LOS QUE CREEN A PESAR DE LO QUE VEN
José Luis Sicre
Fe adulta
Domingo 2º de Pascua. Ciclo C.
[NOTA PREVIA: Este domingo se conoce como de la
Divina Misericordia, devoción promovida a partir de 1930 por una religiosa
polaca, Sor María Faustina, e instituida como fiesta por Juan Pablo II. Ya que
el tema de la misericordia divina ha sido central en la Semana Santa, me limito
a comentar los textos bíblicos, centrados especialmente en la fe.]
Todas las apariciones de Jesús resucitado son peculiares. Incluso cuando se cuenta la misma, los evangelistas difieren: mientras en Marcos son tres las mujeres que van al sepulcro (María Magdalena, María la de Cleofás y Salomé) y también tres en Lucas, pero distintas (María Magdalena, Juana y María la de Santiago), en Mateo son dos (las dos Marías) y en Juan una (María Magdalena, aunque luego habla en plural: «no sabemos dónde lo han puesto»). En Mc ven a un muchacho vestido de blanco sentado dentro del sepulcro; en Mt, a un ángel de aspecto deslumbrante junto a la tumba; en Lc, al cabo de un rato, se les aparecen dos hombres con vestidos refulgentes. En Mt, a diferencia de Mc y Lc, se les aparece también Jesús. Podríamos indicar otras muchas diferencias en los demás relatos. Como si los evangelistas quisieran acentuarlas para que no nos quedemos en lo externo, lo anecdótico. Uno de los relatos más interesantes y diverso de los otros es el de este domingo (Juan 20,19-31).
Las peculiaridades de este relato
de Juan
1. El miedo de los discípulos. Es el único caso en el que se destaca algo tan
lógico, y se ofrece el detalle tan visivo de la puerta cerrada. Acaban de matar
a Jesús, lo han condenado por blasfemo y por rebelde contra Roma. Sus
partidarios corren el peligro de terminar igual. Además, casi todos son
galileos, mal vistos en Jerusalén. No será fácil encontrar alguien que los
defienda si salen a la calle.
2. El saludo de Jesús: «paz a vosotros». Tras la referencia inicial
al miedo a los judíos, el saludo más lógico, con honda raigambre bíblica,
sería: «no temáis». Sin embargo, tres veces repite Jesús «paz a vosotros».
Alguno podría presumir: «Normal; los judíos saludan shalom
alekem, igual que los árabes saludan salam
aleikun». Pero no es tan fácil
como piensa. Este saludo, «paz a vosotros» sólo se encuentra también en la
aparición a los discípulos en Lucas (24,36). Lo más frecuente es que Jesús no
salude: ni a los once cuando se les aparece en Galilea (Mc y Mt), ni a los dos
que marchan a Emaús (Lc 24), ni a los siete a los que se aparece en el lago (Jn
21). Y a las mujeres las saluda en Mt con una fórmula distinta: «alegraos».
¿Por qué repite tres
veces «paz a vosotros» en este pasaje? Vienen a la mente las palabras
pronunciadas por Jesús en la última cena: «La paz os dejo, os doy mi paz, y no
como la da el mundo. No os turbéis ni os acobardéis» (Jn 14,27). En estos
momentos tan duros para los discípulos, el saludo de Jesús les desea y comunica
esa paz que él mantuvo durante toda su vida y especialmente durante su pasión.
3. Las manos, el costado, las
pruebas y la fe. Los relatos de apariciones pretenden demostrar la realidad física de Jesús
resucitado, y para ello usan recursos muy distintos. Las mujeres le abrazan los
pies (Mt), María Magdalena intenta abrazarlo (Jn); los de Emaús caminan,
charlan con él y lo ven partir el pan; según Lucas, cuando se aparece a los
discípulos les muestra las manos y los pies, les ofrece la posibilidad de
palparlo para dejar claro que no es un fantasma, y come delante de ellos un
trozo de pescado. En la misma línea, aquí muestra las manos y el costado, y a
Tomás le dice que meta en ellos el dedo y la mano. Es el argumento supremo para
demostrar la realidad física de la resurrección. Curiosamente se encuentra en
el evangelio de Jn, que es el mayor enemigo de las pruebas física y de los
milagros para fundamentar la fe. Como si Juan se hubiera puesto al nivel de los
evangelios sinópticos para terminar diciendo: «Dichosos los que crean sin haber
visto».
4. La alegría de los discípulos. Es interesante el contraste con lo que cuenta
Lucas: en este evangelio, cuando Jesús se aparece, los discípulos «se asustaron
y, despavoridos, pensaban que era un fantasma»; más tarde, la alegría va
acompañada de asombro. Son reacciones muy lógicas. En cambio, Juan sólo habla
de alegría. Así se cumple la promesa de Jesús durante la última cena: «Vosotros
ahora estáis tristes; pero os volveré a visitar y os llenaréis de alegría, y
nadie os la quitará» (Jn 16,22). Todos los otros sentimientos no cuentan.
5. La misión. Con diferentes fórmulas, todos los evangelios
hablan de la misión que Jesús resucitado encomienda a los discípulos. En este
caso tiene una connotación especial: «Como el Padre me ha enviado, así os envío
yo». No se trata simplemente de continuar la tarea. Lo que continúa es una
cadena que se remonta hasta el Padre.
6. El don de Espíritu Santo y el
perdón. Mc y Mt no dicen nada
de este don y Lucas lo reserva para el día de Pentecostés. El cuarto evangelio
lo sitúa en este momento, vinculándolo con el poder de perdonar o retener los
pecados. ¿Cómo debemos interpretar este poder? No parece que se refiera a la
confesión sacramental, que es una práctica posterior. En todos los otros
evangelios, la misión de los discípulos está estrechamente relacionada con el
bautismo. Parece que en Juan el perdonar o retener los pecados tiene el sentido
de admitir o no admitir al bautismo, dependiendo de la preparación y disposición
del que lo solicita.
“Dichosos los que crean a pesar
de lo que ven”
En este pasaje del evangelio se da un
importante cambio con respecto a los destinatarios. En la primera parte, Jesús
se dirige a los once: a ellos les saluda con la paz, a ellos los envía en
misión. En la segunda se dirige a Tomás, invitándolo a no ser incrédulo. En la
tercera se dirige a todos nosotros: “Dichosos los que crean sin haber visto”.
Podríamos añadir: “Dichosos los que crean a pesar de lo que ven”. Basta pensar en las desgracias que ocurren a menudo en nuestro mundo, en los grandes fallos de la Iglesia, en las luchas más o menos ocultas por el poder dentro de ella, en otros detalles contrarios al evangelio. Para muchos, estos motivos son suficientes para abandonar la Iglesia o incluso la fe. Conviene escuchar a Jesús, que nos dice: “Bienaventurados los que creen a pesar de lo que ven”.
“Dichosos los que crean a pesar
de lo que ven”
En este pasaje del evangelio se da un
importante cambio con respecto a los destinatarios. En la primera parte, Jesús
se dirige a los once: a ellos les saluda con la paz, a ellos los envía en
misión. En la segunda se dirige a Tomás, invitándolo a no ser incrédulo. En la
tercera se dirige a todos nosotros: “Dichosos los que crean sin haber visto”.
Podríamos añadir: “Dichosos los que crean a
pesar de lo que ven”. Basta pensar en las desgracias que ocurren a menudo en
nuestro mundo, en los grandes fallos de la Iglesia, en las luchas más o menos
ocultas por el poder dentro de ella, en otros detalles contrarios al evangelio.
Para muchos, estos motivos son suficientes para abandonar la Iglesia o incluso
la fe. Conviene escuchar a Jesús, que nos dice: “Bienaventurados los que creen
a pesar de lo que ven”.
Una primera lectura que hay que
leer con atención (Hechos 5,12-16)
El evangelio ha proclamado dichosos a quienes
creen sin ver. La primera lectura habla de la dicha de ver milagros y
beneficiarse de ellos. Comienza diciendo que “los apóstoles hacían muchos
signos y prodigios en medio del pueblo”. Y termina subrayando el papel
principal de Pedro; en opinión de la gente, incluso su sombra basta para curar
a alguno. Por eso le traen enfermos hasta de los alrededores de Jerusalén.
En una lectura rápida, parece que son estos
milagros los que favorecen la expansión de la comunidad cristiana (“crecía el
número de los que se adherían al Señor”). Sin embargo, lo que cuenta Lucas es
más sutil.
Además de los apóstoles, juega un papel capital
la comunidad (“los fieles se reunían en común en el pórtico de Salomón”). Y es
a ella a la que se adhieren los nuevos creyentes.
Los milagros de los apóstoles y de Pedro
continúan la labor de Jesús, que “pasó haciendo el bien”. Esos enfermos se
benefician pero no entran en la comunidad cristiana. Los que pasan a formar
parte de ella son los que ven la forma de vida de la comunidad.
Lectura del libro del Apocalipsis
1,9-11a.12-13.17-19
Durante los domingos de Pascua, la segunda
lectura se toma del libro del Apocalipsis, recogiendo pasajes sueltos, sin
conexión especial entre ellos. Pero el Apocalipsis de Juan es una obra muy
adecuada para la época de Pascua, porque alienta la esperanza en medio de las
persecuciones y asegura que el triunfo ya conseguido por Jesús repercutirá en
toda la Iglesia. El fragmento de hoy constituye el comienzo (mutilado,
naturalmente) de la obra.
José Luis Sicre
Nota: si hay algo
que caracteriza a nuestra sociedad es que NO PREGUNTA. Y pienso que, si no
pregunta, es que no duda… Y si
no DUDA, no pregunta. Y si no pregunta es porque no le interesan las
respuestas. Ni las busca, ni se detiene en ellas, y no profundiza.
“Que piensen OTROS, que me den respuestas hechas , aunque sean las de ellos. Yo
me las apropio y de esta manera me quito el trabajo de pensar, de dudar, de
buscar…
¡Qué tardos y necios de corazón , decía un caminante anónimo a los fugitivos, descorazonados, y en el fondo superficiales discípulos de Emaús (Lucas 24, 13-35). La verdad es que No eran mala gente, tenían buenos sentimientos, funcionaban como personas normales después de haber pasado las tan crueles, injustas y desconcertantes experiencias de su admirado Maestro y su fracaso…
Pero no pensaban,
ni profundizaban. Tenían a mano las soluciones en los problemas que se les
habían presentado. Están tardos y necios…tenían a su lado el mejor maestro y…no
lo veían… Estaban embotados, como Tomás.
Pero la misericordia de Dios SUPERA estas
barreras. Nos presenta tres modos de acercamiento a la duda, a la
pregunta: una lectura sabia, creyente y comprometida de la Escritura. Reuniones para que “se parta
el pan”. Y sobre todo, buena, como una consecuencia lógica, la comunidad que me es
motivo de reflexión, preguntas y respuestas
Y surgirá para la próxima vida, esperanza. No
carcajadas, ni risotadas, sino profunda esperanza. Y eso, en medio de las
inevitables dificultades que vienen a nosotros. Aún sin pedirlas. Y si
viene por ser honestos, libres y comprometidos, aún el camino será más
agradable y más fácil.
Jesús se acercó a la terca duda de Tomás. Por
fin el pobre se convenció. En adelante seguro que continuaron sus dudas…pero
¡qué distinto fue su caminar!...
Así que ya sabemos el modo de proceder. No hay que temer a las dudas, ni a las preguntas… Ya decía – y aconsejaba – el mismo Jesús: “Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis ; llamad, y se os abrirá. Porque cualquiera que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abre. (Mateo 7. 7-11)
El que no experimenta, nunca hallará…a no ser que se lo pidamos al Señor y Él, gratuitamente, nos lo conceda…
No hay comentarios:
Publicar un comentario