"Ventana abierta"

RINCÓN PARA ORAR
SOR MATILDE

RENUNCIA
A TODO LO TUYO, PARA PODER SEGUIRME

25 Caminaba con él mucha gente, y
volviéndose les dijo:
26 « Si alguno
viene donde mí y no odia a su padre, a su madre, a su mujer, a sus hijos, a sus
hermanos, a sus hermanas y hasta su propia vida, no puede ser discípulo mío.
27 El que no
lleve su cruz y venga en pos de mí, no puede ser discípulo mío.
28 « Porque
¿quién de vosotros, que quiere edificar una torre, no se sienta primero a
calcular los gastos, y ver si tiene para acabarla?
29 No sea que,
habiendo puesto los cimientos y no pudiendo terminar, todos los que lo vean se
pongan a burlarse de él, diciendo:
30 "Este
comenzó a edificar y no pudo terminar."
31 O ¿qué rey,
que sale a enfrentarse contra otro rey, no se sienta antes y delibera si con
10.000 puede salir al paso del que viene contra él con 20.000?
32 Y si no,
cuando está todavía lejos, envía una embajada para pedir condiciones de paz.
33 Pues, de
igual manera, cualquiera de vosotros que no renuncie a todos sus bienes, no
puede ser discípulo mío. (Lc. 14,
25-33).
Muchos seguían a Jesús, ¡eran muchedumbres!
Pero Jesús les aclara abruptamente que seguirle, no es sólo estar con ÉI. Ni
tampoco escucharle, solamente. Les habla de los amores que guían sus vidas.
Todos somos lo que amamos, pero ¿qué amor nos arrastra hasta posponer todo por
alcanzar ese amor que quiero y me atrae? Este es un examen de conciencia a
cada uno para que se cuestione a quién quieren seguir.
Ya Moisés, en el Antiguo Testamento, les
exponía esta cuestión ante sus vidas a todo el pueblo de Israel. Y como él,
todos los Profetas que enseñaban el camino Dios: ¿Queréis servir a Yahvé,
vuestro Dios?, o ¿queréis servir a los dioses que tuvieron vuestros padres o a
los baales? Y siempre respondían: “¡lejos de nosotros servir a otros dioses!”.
Su corazón lo deseaba, pero sus lenguas metían. De aquí la infidelidad que
acompañó siempre al pueblo de Israel. Porque Jesús les dijo en otra ocasión:
“no podéis servir a dos señores: a Dios y al dinero”. Y en “el dinero” están
todos los bienes materiales y afectivos que Jesús les propone hoy.
El seguir a Jesús, verdaderamente, no es cosa
baladí. Esta opción de vida implica todo nuestro ser: “o”, nunca las dos
cosas en el mismo orden. Siempre habrá un “primero” y un “segundo”. Y este
segundo, ya lo dijo Jesús, que eran los bienes materiales y espirituales, la
carne y la sangre que es la familia, y lo más costoso: ¡renunciarse a sí
mismo!. Y es que posponerse a sí mismo, implica morir, entregar la vida y
quedar colgado tan sólo de la santa y adorable voluntad de Dios.
Esta muerte espiritual está alimentada por un
Amor que uno no se cansa de contemplar al mirar a Jesús en la Cruz. Él siempre
se sometió amorosamente a los designios del Padre. Entregó todo su Cuerpo y
Sangre por amor nuestro. Este era el deseo del Padre: “tanto amó Dios al mundo
que entregó a su Hijo Único, para que vivamos por medio de ÉI”.
¡Miremos a Jesús que va delante nuestra,
cargado con la cruz de nuestros pecados y sigámosle con todo el valor y el
ánimo que nos da su Espíritu Santo! ¡Entrar en el Corazón de Jesús es
comprender todo esto, es dejarse abrazar por su Amor que arde eternamente y se
derrama sobre toda carne! No nos acobardemos, pues Jesús ha prometido “estar
con nosotros todos los días hasta el fin del mundo”. ¡Tomemos su mano en la
nuestra y oremos para que a fuerza de confianza venzamos todo miedo y peligro!
Y, además, “¿quién nos podrá apartar del amor de Cristo?: ¿la tribulación, la
angustia, los miedos, nuestras cobardías?... ¡En todo vencemos fácilmente por
Aquél que nos ha amado!”
¡Jesús, ven y tómanos para Ti! ¡Qué así sea!
¡Amén!
