"Ventana abierta"
RINCÓN PARA ORAR
EL HIJO DEL HOMBRE, HA DE SER ELEVADO PARA QUE CREÁIS
13 Nadie ha subido al
cielo sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre.
14 Y como Moisés
levantó la serpiente en el desierto, así tiene que ser levantado el Hijo del
hombre,
15 para que todo el que crea
tenga por él vida eterna.
16 Porque tanto amó
Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca,
sino que tenga vida eterna.
17 Porque Dios no ha
enviado a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se
salve por él. (Jn. 3, 13-17)
Hoy celebramos la Exaltación de
la Santa Cruz. En ella fue destruido el poder del infierno y nos
fue dada la Salvación. La Cruz es la señal de
cristiano, la señal de los que creen, fuerza de Dios
y Sabiduría de Dios, porque “lo necio de Dios es
más sabio que los hombres, y lo débil de Dios es más fuerte
que los hombres”. Aún así, sigue siendo escándalo para los que
no creen. Muchos querrían un Cristo sin cruz, pero aquí residen los
pensamientos necios, porque en la economía de la
Salvación, Dios decretó, en sus inescrutables
designios, que su Hijo muriera en la Cruz.
¡Es el medio más inverosímil para
mostrarnos el amor de Dios en un mundo
que desprecia y huye del sufrimiento y quiere una vida
fácil y placentera! Pero, un cristiano no puede gloriarse
sino en la Cruz de Nuestro
Señor Jesucristo. En Ella está nuestra Gloria y Luz.
Y no sólo Jesús subió a la cruz
como acto supremo y más sublime del amor del Padre, sino que nos
invita a todo el que cree a “cargar con la cruz de cada
día y seguirle”. Porque todo el que
ama a Jesús, ama también sus mandatos, y
éste subir a la Cruz con ÉI, es nuestra excelsa prueba de
que lo amamos sobre todas las cosas y sobre nosotros mismos.
¡Oh Señor, enséñanos la Sabiduría de
la Cruz, porque en Ella están encerrados todos los tesoros de tu
gracia! ¡Nosotros no sabemos ni podemos entrar en los caminos de tu
Sabiduría y, por tanto, de tu alegría! ¡Muchos Santos llegaron a entender
la fuerza de la Cruz y no desearon otra cosa sino gloriarse
en ella!. Ya decía san Pablo: “Dios me libre de
gloriarme si no es en la Cruz de Nuestro
Señor Jesucristo, por quien el mundo está crucificado
para mí y yo para el mundo”. El Espíritu Santo instruía a san
Pablo, desde dentro, para no rehuir el entrar en la Cruz.
Pues, ¡en verdad es espesa en gracias y dones, espesa en
Amor infinito que es una Persona Divina, el Espíritu Santo!
En la Cruz, por la Sangre
Preciosa de Jesús, Dios reconcilió consigo todas las
cosas, las del cielo y las de la tierra
y las pacificó consigo. Esto puede
ser, porque en la Cruz estaba presente toda la
Trinidad Santísima: el Padre, recibiendo en sus manos poderosas la
ofrenda de la obediencia de
Cristo; Jesús, el Verbo de Dios, entregándose por
nuestros pecados y, el Espíritu Santo, envolviendo en Amor
tan sublime Misterio. Porque, al morir Jesús en
la Cruz, nos entregó su Espíritu Santo... ¿Cómo
no desear entrar en tan divino Misterio? Y no por nuestro entender
o nuestro deseo, sino porque Él mismo nos invita a
entrar
en ÉI: “Venid a mí todos y bebed del
torrente de mis delicias, pues Yo soy la Fuente
viva que mana hasta la vida eterna”.
¡Oh Jesús, no mires nuestro corazón apocado y temeroso, infúndenos el valor de tu mismo Corazón, y con los ojos cerrados nos dejaremos entrar en tu Santa espesura de la Cruz! ¡Qué así sea! ¡Amén! ¡Amén!