"Ventana abierta"
Comentario al Evangelio Santo Tomás
Ciudad Redonda
Fernando Torres cmf
Celebramos la fiesta de santo Tomás. Fue uno de
los doce apóstoles elegidos por Jesús. Según la tradición terminó llevando la
buena nueva de Jesús hasta la lejana India. En el Evangelio figura como el
hombre de la poca fe, que no se fía de lo que le dicen los demás apóstoles. Él
tiene que ver y tocar para creer.
¿Han pensado ustedes que la mayoría de los 12
apóstoles permanecen casi en el anonimato? Se sabe poquísimo de ellos. Casi se
podría decir que son personajes secundarios en los relatos de los Evangelios.
Como los actores secundarios de las películas que apenas sirven para hacer
bulto en las escenas y que no tienen más que una frase o dos en dos horas de
película. Y a veces no son siquiera frases o actuaciones que nos hablen de lo
buenos que eran o de las cualidades que tenían sino más bien lo contrario.
Pero están ahí. Y su presencia nos dice algo.
Lo primero de todo, me recuerda que Jesús no elige a los mejores sino a los que
quiere. Me recuerda aquello de Pablo de que “llevamos nuestro tesoro en vasijas
de barro” (2 Co 4,7). Lo importante es el mensaje no el mensajero. No conviene
que el mensajero se ponga en el centro sino que anuncie el mensaje. ¿Quién
mejor para anunciar el mensaje sino personas normales, con sus defectos y
limitaciones, tan necesitadas como cualquier otra persona de la misericordia y
compasión de Dios? Eso son los apóstoles: personas normales, gente sencilla y
pobre, sin demasiados estudios. Pero experimentaron en Jesús la presencia del
Dios de Amor, de la Vida, y de eso dieron testimonio.
En segundo lugar, los apóstoles nos recuerdan
que todo en la vida necesita tiempo. No fue un proceso automático el
convertirse en testigos. Necesitaron mucho tiempo con Jesús para entender un
poco quién era. Algunos de ellos, como es el caso de Tomás, incluso después de
la resurrección seguían con sus dudas, sin ver claro. Nosotros también
necesitamos tiempo. No podemos pretender ser santos al primero golpe. A lo
largo de nuestra vida vamos a meter la pata, a veces gravemente, varias o
muchas veces. Eso no es ni bueno ni malo. ¡Somos así de limitados! Lo
importante es mantener abierto el diálogo con Jesús y estar dispuestos a
aprender de él, a dejar que nos llene con su misericordia, con su amor, con su
perdón. Lo importante no es ser santo desde el mismo momento de nuestro
nacimiento o de nuestro bautismo o de nuestra confirmación. Lo importante es
entrar en un proceso en el que vamos dejando que Jesús nos lleve de la mano,
con nuestras dudas, con nuestras limitaciones, hasta el encuentro con el Padre,
que es todo Amor y Misericordia. Lo importante es dar testimonio de que ese
amor puede llegar a todos, que no es exclusivo de nadie.
Y, en tercer lugar, se dice en la Iglesia que
los obispos son sucesores de los apóstoles. Pues bien, hay que tener mucha
paciencia y comprensión y tolerancia con ellos. Como los apóstoles, ellos son
gente normal, con sus dudas, con sus limitaciones, con su pecado. Como los
apóstoles, necesitan tiempo, están en el proceso. Caminan con nosotros. Pero
eso no significa que ellos conozcan el camino mejor que nosotros. Sólo
significa que el Señor les ha encomendado esa tarea. Hay que orar por ellos,
tenerles mucha paciencia y comprensión y, de vez en cuando, decirles lo que
pensamos sin miedo, que eso también les ayudará a ellos a ser mejores
apóstoles. Como hizo Jesús con Tomás.
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