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Sean bienvenidos

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Invitación y bienvenida

Hola amig@s, bienvenid@s a este lugar, "Seguir la Senda.Ventana abierta", un blog que da comienzo e inicia su andadura el 6 de Diciembre de 2010, y con el que sólo busco compartir con ustedes algo de mi inventiva, artículos que tengo recogidos desde hace años, y también todo aquello bonito e instructivo que encuentro en Google o que llega a mí desde la red, y sin ánimo de lucro.

Si alguno de ustedes comprueba que es suyo y quiere que diga su procedencia, o por el contrario quiere que sea retirado de inmediato, por favor, comuníquenmelo y lo haré en seguida y sin demora.

Doy las gracias a tod@s mis amig@s blogueros que me visitan desde todas partes del mundo y de los cuales siempre aprendo algo nuevo. ¡¡¡Gracias de todo corazón y Bienvenid@s !!!!

Si lo desean, bajo la cabecera de "Seguir la Senda", se encuentran unos títulos que pulsando o haciendo clic sobre cada uno de ellos pueden acceder directamente a la sección que les interese. De igual manera, haciendo lo mismo en cada una de las imágenes de la línea vertical al lado izquierdo del blog a partir de "Ventana abierta", pasando por todos, hasta "Galería de imágenes", les conduce también al objetivo escogido.

Espero que todos los artículos que publique en mi blog -y también el de ustedes si así lo desean- les sirva de ayuda, y si les apetece comenten qué les parece...

Mi ventana y mi puerta siempre estarán abiertas para tod@s aquell@s que quieran visitarme. Dios les bendiga continuamente y en gran manera.

Aquí les recibo a ustedes como se merecen, alrededor de la mesa y junto a esta agradable meriendita virtual.

No hay mejor regalo y premio, que contar con su amistad.

No hay mejor regalo y premio, que contar con su amistad.
No hay mejor regalo y premio, que contar con su amistad. Les saluda atentamente: Mª Ángeles Grueso (Angelita)

lunes, 13 de julio de 2020

La luz y las pupilas.

"Ventana abierta"


La luz y las pupilas
Mamerto Menapace

Felices los afligidos porque serán consolados.

En el encierro de nuestra pequeña geografía familiar, bajo la abundancia de luz de nuestra lámpara de mesa, nuestras pupilas se habían ido reduciendo. Esa experiencia tan cercana de la luz, esa necesidad casi inexistente de esfuerzo para nuestras pupilas las fueron reduciendo en su búsqueda, haciéndolas receptivas sólo en una mínima parte de su inmensa capacidad de visión.

Por eso, al apagarse la luz familiar y al entrar bruscamente en la noche del camino, la oscuridad nos parece abrumadoramente espesa. Uno llega a creer que en la noche no hay nada de luz. Uno sabe por intuición y por memoria, de la existencia de las cosas, de los árboles, de los charcos del camino. Pero en ese momento, en el tiempo de transición, todas las cosas carecen de realidad y confunden sus formas en esa carencia absoluta de luz.

Es entonces cuando la mirada busca instintivamente el cielo. Porque el hombre lleva metida hasta en su sangre la verdad de la relación entre luz y cielo. Pero hay veces en que el cielo está nublado. Y cuando el cielo está nublado, todo se ve más oscuro. Y sin embargo nuestros ojos rastrean el cielo, tratando de tomarlo al menos como fondo sobre el que se pueden distinguir las formas borrosas de los árboles y de las cosas de dimensiones mayores.

Frente a lo espeso de la oscuridad, nuestros ojos buscan al menos el borroso contorno de los objetos familiares como punto de referencia. Y en esa búsqueda de las cosas con el cielo como trasfondo, poco a poco nuestras pupilas se van dilatando. Se va despertando en nosotros esa capacidad adormecida de percibir la gran luminosidad difusa en toda noche. Al rato uno se sorprende del aumento de luz. Y tal vez lo único que ha sucedido, es que ha aumentado nuestra capacidad de percibirla. Y con ello las cosas van recuperando su concreta realidad, y nosotros la alegría y libertad de movernos entre ellas.

Si esa noche avanza hacia el amanecer, entonces, junto al dilatarse de nuestras pupilas, el horizonte crece también en luminosidad, y uno participa de la alegría profunda de sentir en la mañana crecer alrededor de uno y en uno mismo, al colaborar en su construcción.


A una pareja de jóvenes amigos acaba de apagárseles la pequeña lámpara familiar. Se les ha muerto un hijito. Y sin embargo ese hijito les ha enriquecido el corazón con muchas verdades que ellos han leído en las cosas, ayudados por su luz. Porque la lámpara familiar regala al corazón muchas verdades que son material de rumia cuando los ojos se adentran en la noche. 

¡Quisiera, Señor, que estés junto a ellos, noche adentro, en este tiempo de rumia!, ¡en este tiempo de dilatarse de sus pupilas!, y que junto a Vos caminen unidos hacia la alegría del amanecer, que devolverá su verdad a cada cosa y a cada hombre la alegría de vivir, al sentir sus manos comprometidas en el trabajo, en la vida y en el amor. Mientras se dilatan sus pupilas, alúmbrales, Señor, las manos, para que puedan seguir creyendo en la vida.

Si gastas tu noche llorando la puesta del sol, las lágrimas no te dejarán ver las estrellas. (Proverbio árabe).

Publicado en el libro La sal de la tierra, Editorial Patria Grande.

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