"Ventana abierta"
RINCÓN PARA ORAR
SOR MATILDE
DE MADRUGADA, JESÚS SE FUE A SOLAS A ORAR
29 Cuando salió de la sinagoga se fue con
Santiago y Juan a casa de Simón y Andrés.
30 La suegra de Simón
estaba en cama con fiebre; y le hablan de ella.
31 Se acercó y, tomándola
de la mano, la levantó. La fiebre la dejó y ella se puso a servirles.
32 Al atardecer, a la
puesta del sol, le trajeron todos los enfermos y endemoniados;
33 la ciudad entera estaba
agolpada a la puerta.
34 Jesús curó a muchos que
se encontraban mal de diversas enfermedades y expulsó muchos demonios. Y no
dejaba hablar a los demonios, pues le conocían.
35 De madrugada, cuando
todavía estaba muy oscuro, se levantó, salió y fue a un lugar solitario y allí
se puso a hacer oración.
36 Simón y sus compañeros
fueron en su busca;
37 al encontrarle, le
dicen: « Todos te buscan. »
38 Él les dice: « Vayamos a
otra parte, a los pueblos vecinos, para que también allí predique; pues para
eso he salido. »
39 Y recorrió toda Galilea,
predicando en sus sinagogas y expulsando los demonios. (Mc.1,
29-39)
“Los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan
limpios” y los hombres quedan libres de sus demonios… Esta es la primera tarea
de Jesús al abrir sus ojos a la vida pública. Todo, como dijo ocho siglos antes
Isaías de Él: acercarse a los cuerpos y restablecerles el equilibrio de la
salud. Y esto, porque estamos heridos y por nosotros mismos no nos podemos
restaurar… Y por estos signos, todos sabrán que “ha llegado el Reino de Dios” y
se mueve, como un regalo entre los hombres. El Reino de Dios entra en el hombre
y le devuelve la vista; y los cojos son capaces de andar; y a los leprosos se
les devuelve la carne limpia, como la de un niño. Todo por la gracia de Dios,
que es amor al hombre, en su estado actual.
Las manos de Jesús tocan y restablecen todo; sus pies
caminan para ir hacia las dolencias y los demonios y los expulsa del alma del
hombre, donde se habían asentado… Jesús se entrega en cuerpo y alma a esta
tarea y su cuerpo y espíritu, se resienten por la fatiga y necesita “huir” a
solas, para acariciar el Rostro de su Padre y oír su voz confortadora…
¡Cómo serían esas horas en las que Jesús está cara a
cara con su Padre Dios!… Sería un diálogo de Espíritu a Espíritu de Dios, en un
flujo y reflujo de Amor, pues no es otra cosa lo que pasa en la Trinidad
Santísima: ¡una comunicación en el Espíritu Santo!… Esto no nos está permitido
desvelar, pero sí que llegan a nosotros unos destellos de esa Luz cegadora que
es Dios… Jesús nos ha abierto estos Misterios para que, sin pasarlos por la
cabeza, sino aposentándolos en el corazón, vivamos de ellos… ¡Que estos
reflejos de Dios cubran nuestra vida y todo se vuelva opaco ante esta gran Luz,
pues a Ella estamos llamados: “a que Dios sea todo en todos”…
Pero como Jesús también es Hombre verdadero, su voz
humana se dejaría oír en estas espesas soledades: “¡Abba!… ¡Padre!... ¡Papá!”…
Toda su alma sedienta de Dios, con ansia de Dios: “¡Mi carne tiene ansia de
Ti!”. ¡La carne de todo hombre, y más la de Jesús, ansía beber de la Fuente de
Agua Viva, que es la comunión de Amor!… “¡Abba!”... “¡Papaíto mío!... ¡Si yo
soy tu Hijo Amado, tú eres mi Papá deseado y querido en todo mi ser!”
¡Realmente, el Amor, es el alimento más añorado por el alma de todo hombre!…
Y de este embeleso y contemplación le arrancaron y
despertaron sus discípulos, que andaban buscándole: “¡todo el mundo te busca!”…
Pero Jesús no “ha salido del Padre”, sólo para una
pequeña aldea, sino para toda Galilea y para el mundo entero: “¡Vámonos a otra
parte para predicar también allí y curar y echar demonios!”… Su celo por salvar
a todos es insaciable y no le frena ni la fatiga y el cansancio, ni siquiera su
necesidad ontológica de orar a solas y hablar con el Padre…
Estos pasajes del Evangelio nos tienen que empujar a
imitar a Jesús: “aprended de mí”…
¿Cómo son mis ratos de oración a solas?... ¿Escucho a Dios en el silencio, sin interrumpir su Palabra, que a veces es como un susurro suave de Amor y necesita tiempo para dejarse oír y perseverancia?… ¡Porque el tiempo de Dios no se mide como el mío: adaptar mi paso al suyo, para salir de estos ratos de oración empapado de su gracia, que es Amor!…
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