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Sean bienvenidos

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Invitación y bienvenida

Hola amig@s, bienvenid@s a este lugar, "Seguir la Senda.Ventana abierta", un blog que da comienzo e inicia su andadura el 6 de Diciembre de 2010, y con el que sólo busco compartir con ustedes algo de mi inventiva, artículos que tengo recogidos desde hace años, y también todo aquello bonito e instructivo que encuentro en Google o que llega a mí desde la red, y sin ánimo de lucro.

Si alguno de ustedes comprueba que es suyo y quiere que diga su procedencia, o por el contrario quiere que sea retirado de inmediato, por favor, comuníquenmelo y lo haré en seguida y sin demora.

Doy las gracias a tod@s mis amig@s blogueros que me visitan desde todas partes del mundo y de los cuales siempre aprendo algo nuevo. ¡¡¡Gracias de todo corazón y Bienvenid@s !!!!

Si lo desean, bajo la cabecera de "Seguir la Senda", se encuentran unos títulos que pulsando o haciendo clic sobre cada uno de ellos pueden acceder directamente a la sección que les interese. De igual manera, haciendo lo mismo en cada una de las imágenes de la línea vertical al lado izquierdo del blog a partir de "Ventana abierta", pasando por todos, hasta "Galería de imágenes", les conduce también al objetivo escogido.

Espero que todos los artículos que publique en mi blog -y también el de ustedes si así lo desean- les sirva de ayuda, y si les apetece comenten qué les parece...

Mi ventana y mi puerta siempre estarán abiertas para tod@s aquell@s que quieran visitarme. Dios les bendiga continuamente y en gran manera.

Aquí les recibo a ustedes como se merecen, alrededor de la mesa y junto a esta agradable meriendita virtual.

No hay mejor regalo y premio, que contar con su amistad.

No hay mejor regalo y premio, que contar con su amistad.
No hay mejor regalo y premio, que contar con su amistad. Les saluda atentamente: Mª Ángeles Grueso (Angelita)

domingo, 5 de julio de 2020

‘Yo soy la verdad’, carta pastoral del Arzobispo de Sevilla. Domingo, 5 - Julio - 2020

"Ventana abierta"


Arcchidiócesis de Sevilla
Carta pastoral del Arzobispo de Sevilla


‘Yo soy la verdad’ 


Queridos hermanos y hermanas:

El Evangelio de este domingo XIV del Tiempo Ordinario contiene unas palabras de Jesús de gran importancia: “Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, así te ha parecido mejor”. El mejor comentario a estas palabras de Jesús nos lo brinda san Pablo en la primera carta a los Corintios: “Fijaos en vuestra asamblea, hermanos: no hay en ella muchos sabios en lo humano, ni muchos poderosos ni muchos aristócratas, sino que lo necio del mundo lo ha escogido Dios para humillar a los sabios, y lo débil de mundo lo ha escogido Dios para humillar lo poderoso. Aún más, ha escogido la gente baja del mundo, lo despreciable, lo que no cuenta, para anular a lo que cuenta, de modo que nadie pueda gloriarse en presencia del Señor” (1Cor 1,26-29).

Las palabras de Jesús y de Pablo arrojan una luz particular para el mundo de hoy. Es una situación que se repite. Muchos sabios e ilustrados se han alejado de la fe y miran con desdén a la muchedumbre de los creyentes que rezan, que creen en los milagros, que se arrodillan con piedad ante la Esperanza Macarena o el Señor del Gran Poder. Muchos son intelectuales, profesores universitarios, políticos y profesionales de los medios de comunicación. Son muy influyentes porque tiene a su disposición potentes altavoces.

Conozco personas que se refugian en el agnosticismo o la increencia para acomodarse acríticamente a lo que hoy se lleva, para vivir más cómodamente o para no perder ventajas profesionales o económicas. También conozco no pocas personas no creyentes que son honestas e inteligentes. Sus posiciones se deben a la formación impartida por falsos maestros, al ambiente, a experiencias de vida, y no tanto a una resistencia a la verdad. Yo mismo tengo relación con algunas de ellas y les tengo un gran aprecio. Recuerdo un encuentro con una persona de un cierto relieve en la izquierda española, que quiso comer conmigo en Córdoba y que al comienzo me pidió que le dejará bendecir la mesa, cosa que hice con agrado. Antes de terminar estalló en un sollozo imponente, que según él tenía como origen una nostalgia sincera de lo religioso. Otro político notabilísimo, en mi periodo de Secretario General de la Conferencia Episcopal Española, me confesó que su agnosticismo no era indoloro sino cruento y doloroso.

En no pocos casos el núcleo del problema es la cerrazón a toda revelación de lo alto, y por tanto a la fe, que no es causada por la inteligencia, sino por el orgullo, un orgullo particular que consiste en el rechazo de toda dependencia y en la reivindicación de una autonomía absoluta de la razón, que muchas veces no es limpia y desinteresada, sino más bien nacida del interés de no complicarse la vida. Filósofos, que no pueden ser acusados de mediocridad o de capacidad dialéctica, han escrito: “El acto supremo de la razón está en reconocer que hay una infinidad de cosas que la superan” (Blas Pascal). Soren Kierkegaard por su parte escribió: “Una tarea del conocimiento humano consiste en comprender que hay cosas que no puede comprender y descubrir cuáles son éstas”.

A todos los que, por orgullo, deficiente formación, dificultades de orden intelectual, malas experiencias, el escándalo de la Iglesia o cálculos humanos poco confesables, han abandonado la Iglesia o nunca estuvieron en ella, les invito humildemente a buscar con sincera honestidad la verdad. En el evangelio de hoy el Señor afirma inequívocamente “Yo soy la Verdad”, para decir a continuación: “Nadie va al Padre sino por mí… Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados y yo os aliviaré”.

Es una invitación, no es un reproche. Está dirigida a los cansados de buscar sin encontrar, a quienes han pasado la vida atormentándose, y a quienes se han dado de bruces con el misterio sin lograr desvelarlo. A tantos inteligentes y sabios honestos que buscan la verdad, Jesús les dirige esta invitación llena de amor: Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados y yo os daré el alivio y la paz que es fruto del encuentro con la Verdad.

No puedo terminar sin recordar a las personas sencillas, a las que el Señor menciona en el evangelio de este domingo. El Concilio Vaticano II nos dice que en la Iglesia hay carismas muy sencillos que no es lícito menospreciar porque son muy útiles para la edificación de la Iglesia (LG 12). Los poseen personas de oración intensa, que viven cerca del Señor, gozando de su amor y de su intimidad, y que por una especie de afinidad o connaturalizad con la verdad, conocen los misterios del Reino. Las conocemos. Están en nuestras parroquias y seguramente en nuestra familia.

Para ellas y para todos, mi saludo fraterno y mi bendición.

+ Juan José Asenjo Pelegrina
Arzobispo de Sevilla

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