"Ventana abierta"
Dominicas Lerma
Comentarios a la Palabra de Dios
19 DE MARZO - SAN
JOSÉ
SOLEMNIDAD
II Sam. 7, 1-5.12.14a.16
1
Cuando el rey se estableció en su casa y Yahveh le concedió paz de todos sus
enemigos de alrededor,
2
dijo el rey al profeta Natán: « Mira; yo habito en una casa de cedro mientras
que el arca de Dios habita bajo pieles. »
3
Respondió Natán al rey: « Anda, haz todo lo que te dicta el corazón, porque
Yahveh está contigo. »
4
Pero aquella misma noche vino la palabra de Dios a Natán diciendo:
5 «
Ve y di a mi siervo David: Esto dice Yahveh. ¿Me vas a edificar tú una casa
para que yo habite?
12
Y cuando tus días se hayan cumplido y te acuestes con tus padres, afirmaré
después de ti la descendencia que saldrá de tus entrañas, y consolidaré el
trono de su realeza.
14a
Yo seré para él padre y él será para mí hijo.
16
Tu casa y tu reino permanecerán para siempre ante mí; tu trono estará firme,
eternamente. »
- La promesa dinástica a David fundamente
el mesianismo real. La profecía se elabora a base de una
contraposición: no será David quien edifique una casa (un templo) a Jahvé (v.
5) sino que será Jahvé quien levante una casa, (una dinastía) a David (v.
11). La promesa de refiere esencialmente a la permanencia del linaje
davídico sobre el trono de Israel (v. 12-16). Así lo entienden David
(v. 19.25.27.29; 23, 5; Sal. 89, 30-38; 132, 11-12). Es el texto de la
alianza de Jahvé con David y su dinastía, rebasando pues a Salomón su hijo.
- Pero el claroscuro de la profecía deja
entrever un descendiente privilegiado en quien Dios se complacerá.
Es el primer eslabón de las profecías sobre el Mesías, hijo
de David (Is. 7, 14; Mi. 5, 2; Ag. 2, 23). Act. 2, 30 aplicará el
texto a Cristo.
- En esta profecía, con este símbolo
mesiánico, el pueblo de Dios toma conciencia que convierte en esperanza.
(v. 14a) - Es
una fórmula de adopción, como en Sal. 2, 7; 110, 3; pero también es
la primera expresión del mesianismo real; cada rey de la dinastía
davídica será una imagen (imperfecta: v. 14b; Sal. 89, 31-34) del rey ideal del
futuro.
Rm 4,13.16-18.22
13
En efecto, no por la ley, sino por la justicia de la fe fue hecha a Abraham y
su posteridad la promesa de ser heredero del mundo.
16
Por eso depende de la fe, para ser favor gratuito, a fin de que la Promesa
quede asegurada para toda la posteridad, no tan sólo para los de la ley, sino
también para los de la fe de Abraham, padre de todos nosotros,
17
como dice la Escritura: Te he constituido padre de muchas naciones: padre
nuestro delante de Aquel a quien creyó, de Dios que da la vida a los muertos y
llama a las cosas que no son para que sean.
18
El cual, esperando contra toda esperanza, creyó y fue hecho padre de muchas
naciones según le había sido dicho: Así será tu posteridad.
22
Por eso le fue reputado como justicia.
- La promesa no se funda en la Ley
sino en la fe.
(v. 13) - La
palabra clave aquí es la PROMESA. Y su contenido, a favor de Abraham
viene descrito en conexión con un pasado (Gen 18,18). Abraham, tendrá una
descendencia innumerable, es decir, “los herederos del mundo”, los
creyentes en general. Pero según (Gal 3,16), es sobre todo Jesucristo, el
“heredero del mundo”. Pablo enfrenta aquí la Ley a la justicia de la fe,
mirando a Abraham. Como la Ley de Moisés, llegó después de Abraham, da Pablo
beligerancia a esta oposición, con cierta naturalidad. Pero para el judío, no
es tan clara la conclusión que saca Pablo. Ellos son los depositarios de la
promesa hecha a Abraham y no la Iglesia universal, en Cristo su Cabeza, como
afirma Pablo.
(v. 16-17a) -
Brevemente se establece la correspondencia entre la fe de Abraham y la
eficacia de la gracia de Dios al presente. Así la promesa debía
ser firme para toda la descendencia. Validez universal de la
realidad salvífica. Aquí deberían identificarse judíos y cristianos, pero los
judíos se cuentan entre los hijos de Abraham sólo en razón de la fe. Abraham es
padre de todos nosotros, por tanto de la única comunidad de salvación, que es
la Iglesia. Así judíos y gentiles quedan unidos en ella, como se pone de
manifiesto claramente en la unidad de la voluntad salvífica de Dios. La fe
cristiana del presente, no es otra que la fe de Abraham (V 17b-25).
(v. 17b) - “La fe
en Dios que da vida a los muertos y llama al ser las cosas que no existen”.
Delante de Dios, es como hay que entender esta afirmación de Pablo (3,30, IICor
1,9). Ya en el judaísmo se reconocía a Dios como el que resucita a los muertos,
de donde lo ha tomado Pablo. Pero no se refiere al rejuvenecimiento milagroso
del poder fecundante de Abraham sino al (V5): “el que justifica al impío”.
En ella tiene lugar la vivificación de los muertos, nuevo acto creador de Dios
con el que “llama al ser las cosas que no existen”.
(v.
18)
- Abraham creyó “esperando contra toda esperanza”.
He aquí la paradoja de la fe que consiste en esperar cuando no hay esperanza.
La fe es suscitada por Dios y resultado de una acción divina vivificante. Se
apoya en la llamada de Dios que suscita la vida y que se escucha en el
Evangelio. Abrazar el Evangelio como oferta generosa de salvación que Dios
hace, es una fe en esperanza, contra toda esperanza. Esta es la del cristiano
en la Iglesia.
(v. 22)
- Y “se le imputó como justicia”. Porque Abraham
fue así, por eso dice la Escritura que se le tomó en cuenta como justicia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario