"Ventana abierta"
RINCÓN PARA ORAR
YO LES HE DADO LA GLORIA QUE TÚ ME DISTE
1 Así habló Jesús, y
alzando los ojos al cielo, dijo: «Padre, ha llegado la hora; glorifica a tu
Hijo, para que tu Hijo te glorifique a ti.
2 Y que según el poder
que le has dado sobre toda carne, dé también vida eterna a todos los que tú le
has dado.
9 Por ellos ruego; no
ruego por el mundo, sino por los que tú me has dado, porque son tuyos;
14 Yo les he dado tu
Palabra, y el mundo los ha odiado, porque no son del mundo, como yo no soy del
mundo.
15 No te pido que los
retires del mundo, sino que los guardes del Maligno.
16 Ellos no son del
mundo, como yo no soy del mundo.
17 Santifícalos en la
verdad: tu Palabra es verdad.
18 Como tú me has
enviado al mundo, yo también los he enviado al mundo.
19 Y por ellos me
santifico a mí mismo, para que ellos también sean santificados en la verdad.
20 No ruego sólo por
éstos, sino también por aquellos que, por medio de su palabra, creerán en mí,
21 para que todos sean uno. Como
tú, Padre, en mí y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros, para que
el mundo crea que tú me has enviado.
22 Yo les he dado la
gloria que tú me diste, para que sean uno como nosotros somos uno:
23 yo en ellos y tú en mí, para
que sean perfectamente uno, y el mundo conozca que tú me has enviado y que los
has amado a ellos como me has amado a mí.
24 Padre, los que tú me has
dado, quiero que donde yo esté estén también conmigo, para que contemplan mi
gloria, la que me has dado, porque me has amado antes de la creación del mundo.
25 Padre justo, el
mundo no te ha conocido, pero yo te he conocido y éstos han conocido que tú me
has enviado.
26 Yo les he dado a conocer tu Nombre y se lo seguiré dando a conocer, para que el amor con que tú me has amado esté en ellos y yo en ellos.»
Hoy celebramos la fiesta
de Jesucristo, Sumo y Eterno Sacerdote. ÉI es
el Único Sacerdote perfecto y eterno. Los sacerdotes de
la Antigua Alianza, en Israel, ofrecían a
Dios animales e incienso en sus sacrificios para
intentar ser aceptados por Dios, junto con el pueblo a ellos
confiados. Pero, Jesús, al entrar en el mundo dijo: “tú no
quieres sacrificios ni ofrendas, pero me has preparado
un Cuerpo. No te agradan holocaustos ni
víctimas expiatorias por el pecado. Por eso dije: “aquí
estoy ¡oh Dios!, para hacer tu voluntad” (Hebreos 10,5-10).
Y con esta voluntad todos quedamos santificados, porque, Jesús, se
ofreció una vez para siempre ofreciéndose a Sí mismo.
Pero Jesús no es sólo
Sacerdote Único, sino que Él es también el altar donde se
ofrece a Sí mismo, la Víctima eterna para saldar
nuestra deuda por el pecado. Como Él ha pagado por todos y para
siempre, desde ahora ya no son necesarios otros sacrificios.
Nosotros, unidos al sacerdocio de Cristo, somos santos
con Él y por Él. Y también, por voluntad de Dios,
“somos sacerdotes para ofrecer dones y sacrificios, oraciones y ofrendas
que, por Jesús, son agradables a Dios.
Este no es el “sacerdocio
ministerial”, sino el “sacerdocio común de los fieles”. ¡Es un
misterio grande que Dios nos haya regalado este sacerdocio, en unión con
Jesús! ¡Dios, por quien existe todo, ha querido que, mientras dura nuestra
vida en la tierra, tengamos sacerdotes y ministros, en
la Persona de Cristo, y ofrezcan el sacrificio agradable a
Dios: ¡su Hijo, con su Cuerpo y con su Sangre! Y quiere que
de Él vivamos y en Él muramos al mundo y al pecado y lleguemos
así santos hasta el gran Día final de su Venida en Gloria.
Y es que, Jesús, nuestro
gran Pontífice, ha penetrado los cielos porque es
el Hijo de Dios y
desde allí intercede por nosotros enviándonos su gracia
para resistir a la tentación y concedernos su misericordia que
siempre será eterna a favor nuestro.
¡La carta a los hebreos (4,14- 5,10) nos habla tan bellamente de nuestro Gran Sacerdote, Jesús, que querríamos que todos tomaran esta Palabra de Dios tan bella y ungida por su Espíritu Santo, e hicieran hoy oración de escucha y silencio con Ella!
¡Jesús, que nuestra vida sea un ofrecimiento continuo a tu Santo Nombre y a tu Santidad! ¡Que te devolvamos la vida y nuestro ser, con acción de gracias, como sacrificio que te agrade! ¡Que te entreguemos con fe todos nuestros actos, buenos y menos buenos, y que ni siquiera nos reservemos nuestros pecados, pues por ellos has muerto en una Cruz para librarnos del poder de las tinieblas! ¡Todo, todo lo mío es tuyo, porque Tú te me has entregado todo entero! ¡Santifícanos con tu brazo poderoso para ser santos como Tú y contigo y llévanos, por el poder de tu Sacerdocio, a la Gloria eterna! ¡Qué así sea! ¡Amén! ¡Amén!
No hay comentarios:
Publicar un comentario