"Ventana abierta"
RINCÓN PARA ORAR
SOR MATILDE
JESÚS EN SU PASIÓN
20 Pilato les habló de nuevo, intentando librar a Jesús,
21 pero ellos seguían gritando: «¡Crucifícale, crucifícale!»
22 Por tercera vez les dijo: «Pero ¿qué mal ha hecho éste? No encuentro en él ningún delito que merezca la muerte; así que le castigaré y le soltaré.»
23 Pero ellos insistían pidiendo a grandes voces que fuera crucificado y sus gritos eran cada vez más fuertes.
(Lc. 23, 1-49)
Entramos en la Pasión de Jesús, arrodillando el alma en adoración y postrados ante Dios por “el amor excesivo” que nos ha mostrado en su Hijo, el Amado, su Predilecto. Pero ante la enormidad del precio que ha pagado Jesús para salvarnos, no menos quedamos sin palabras, porque en Él nos ha mostrado todo el amor que nos tiene, a nosotros, sus hijos en el Hijo, y pecadores e ingratos ante tanto amor.
Porque, en cada personaje que rodea la Pasión, podemos descubrirnos, tanto para herir a Jesús, como cuando nos arrastra la compasión y la misericordia para con nuestro Dios hecho Hombre, como uno de nosotros. Es un gran consuelo ver a Jesús rodeado de tanta miseria y poder acercarnos a ÉI con amor en el corazón y en nuestras manos, que pueden hacerse piedad al contacto de su Cuerpo sagrado.
Y lo primero con lo que topamos con la mirada es con los sacerdotes, ancianos y escribas. Una casta de hombres que, a toda costa, buscaban su honor y su gloria por encima de la adoración a Dios ¡y eso que su único oficio era alabar y glorificar a Dios en el culto a su Palabra y en el Templo! ¡Señor, que huyamos de los honores y mayorías al verte tan humillado y sin abrir tu boca!
Después, viene Herodes y sus soldados. Él, un hombre cruel y que no tuvo reparo en burlarse de Jesús, hombre inocente y bueno. Y con sus seguidores le hace vestir una túnica de loco, lo despreció. ¡Jesús, que siempre defendamos a los que en el mundo no tienen voz y más si son tratados con desprecio y burla!
¡Oh, Poncio Pilato, hombre débil cuando se trata de defender al justo: “yo no encuentro en él nada malo”! Mas sucumbió cuando estaba por medio su honra y gloria ante el Emperador romano: ¡se lavó las manos para echar de sí la horrenda culpabilidad de matar a un justo! ¡Señor, que usemos bien el amor a la verdad cuando peligre nuestra reputación! ¡Dios y su honor antes que mis intereses y pecar, contra ti, impunemente!
¡Jesús, van desfilando ante ti muchos personajes y cada uno vive tu Pasión según su corazón bueno o pervertido!… ¡Las mujeres que lloran y se lamentan por ti y tú las hace entrar dentro de sí mismas, porque de nada sirven los lamentos y lágrimas si no hay sincero deseo de convertirse al Amor y seguir tus pasos!… ¡A cada uno con los que te encuentras, los pones de cara a la Verdad y al Amor que eres Tú! ¡Por todos pides al Padre el perdón por tan gran pecado! ¡Han matado al Hijo de Dios, pero no lo sabían, pues si lo hubieran sabido nunca lo habrían hecho!
Y, ya en el suplicio de la cruz, dos condenados y culpables: uno, te injuria y, el otro, te pide misericordia y un lugar en tu Corazón. El temor de Dios arrebató al ladrón bueno hasta la gloria; la impiedad, dejó fuera de tu gracia al mal ladrón.
Ya muerto, Jesús, Tú sigues hablando. El centurión romano, un pagano, al verte como morías y orabas, dio gloria a Dios con una confesión de fe perfecta: “¡realmente, este hombre era justo!”. Y todo el resto del pueblo, en esta hora suprema del amor de Dios, recibe la gracia inaudita de la conversión dándose golpes de pecho.
¡Señor Jesús, hemos intentado caminar a tu lado en esta Vía Dolorosa hacia el Calvario, hasta recoger finalmente en la copa de nuestro corazón todo tu amor y piedad! ¡Sigue mostrándote misericordioso con nosotros, pecadores e injustos! ¡Conviértenos a Ti! ¡Amén! ¡Amén!
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