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Sean bienvenidos

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Invitación y bienvenida

Hola amig@s, bienvenid@s a este lugar, "Seguir la Senda.Ventana abierta", un blog que da comienzo e inicia su andadura el 6 de Diciembre de 2010, y con el que sólo busco compartir con ustedes algo de mi inventiva, artículos que tengo recogidos desde hace años, y también todo aquello bonito e instructivo que encuentro en Google o que llega a mí desde la red, y sin ánimo de lucro.

Si alguno de ustedes comprueba que es suyo y quiere que diga su procedencia, o por el contrario quiere que sea retirado de inmediato, por favor, comuníquenmelo y lo haré en seguida y sin demora.

Doy las gracias a tod@s mis amig@s blogueros que me visitan desde todas partes del mundo y de los cuales siempre aprendo algo nuevo. ¡¡¡Gracias de todo corazón y Bienvenid@s !!!!

Si lo desean, bajo la cabecera de "Seguir la Senda", se encuentran unos títulos que pulsando o haciendo clic sobre cada uno de ellos pueden acceder directamente a la sección que les interese. De igual manera, haciendo lo mismo en cada una de las imágenes de la línea vertical al lado izquierdo del blog a partir de "Ventana abierta", pasando por todos, hasta "Galería de imágenes", les conduce también al objetivo escogido.

Espero que todos los artículos que publique en mi blog -y también el de ustedes si así lo desean- les sirva de ayuda, y si les apetece comenten qué les parece...

Mi ventana y mi puerta siempre estarán abiertas para tod@s aquell@s que quieran visitarme. Dios les bendiga continuamente y en gran manera.

Aquí les recibo a ustedes como se merecen, alrededor de la mesa y junto a esta agradable meriendita virtual.

No hay mejor regalo y premio, que contar con su amistad.

No hay mejor regalo y premio, que contar con su amistad.
No hay mejor regalo y premio, que contar con su amistad. Les saluda atentamente: Mª Ángeles Grueso (Angelita)

sábado, 13 de julio de 2024

Reflexión: "LA MADRE QUE NO QUISO MORIR". Sábado, 13 - Julio - 2024.

"Ventana abierta"

LA MADRE QUE NO QUISO MORIR
Web católico de Javier

Una mujer joven se moría... Casada con un médico, ni este ni los más especializados compañeros de profesión que habían acudido a examinar a la enferma, encontraban recursos en la ciencia con que poder curarla.

Resignado el marido, atendió la petición de la enferma: «¡Que venga un sacerdote!»

Y el sacerdote acudió al domicilio que se le había indicado, y encontró junto al lecho de la paciente al marido y los dos hijos que del matrimonio habían nacido. El mayor contaba tres años y el menor de los niños tenía poco más del año.

Se retiró el doctor con sus hijos, para que confesara la enferma...

Cuando el sacerdote preguntó a esta si aceptaba la muerte, la joven madre, cobrando energías, contestó:

-¡Padre, no quiero morir...!

Y se echó a llorar, diciendo:

-No por mí, sino por mis hijos y mi marido.

Calmada luego, exclamó:

-¡Hágase la voluntad de Dios! Pero... quiera Dios librarme de la muerte. ¡Se lo pido con toda mi alma!

Entonces, el confesor le dijo:

-Ponga usted por intercesora a la Santísima Virgen, que Ella es Madre y sabrá comprenderla como nadie... ¡Y ella todo lo puede cerca de Dios!

Y sacando del libro de oraciones una estampa de las tres Avemarías y una novena, se las dio a la enferma, indicando:

-He aquí una devoción muy eficaz. Comience hoy mismo a rezar las tres Avemarías, y juntos  usted con su marido y sus niños, invoquen a María, Omnipotencia Suplicante, Madre de la Sabiduría infinita y Madre nuestra de Misericordia. ¡Pongámoslo así todo en sus manos!

Tres días más tarde, el marido acudió a la iglesia preguntando por el sacerdote que había confesado a su mujer, y al verle éste se apresuró a decirle:

-¿Qué pasa, doctor? ¿Cómo sigue la enferma?

Y el médico, con irreprimible emoción, le contestó:

-¡Padre, milagro de la Virgen! Mi mujer, inexplicablemente, está fuera de peligro y en franca mejoría.

Y, serenándose, añadió:

-Tan pronto salió usted de mi casa el otro día, pusimos en práctica su consejo, y dimos comienzo al rezo de las tres Avemarías; arrodillados mi hijo mayor y yo, y en pie, a la cabecera de la cama de su madre, el pequeñín... ¡Y con qué fervor las rezamos, Padre! Igual hicimos el segundo día y hoy por la mañana... Y esta tarde advertí, con asombro, que la fiebre casi había desaparecido... Y al llegar mis compañeros a efectuar su diaria visita, se sorprendieron igualmente del cambio producido, que no tenía explicación científica... ¡Se ha curado! Ofrezca mañana, Padre, la Santa Misa en acción de gracias a Dios y a Nuestra Señora de las tres Avemarías.

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