"Ventana abierta"
Formación Católica
El tiempo de Pascua, es un tiempo para recoger las gracias, los regalos que Dios nos da por medio de su Gloriosa Resurrección.
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Desde el día de la Resurrección del Señor hasta
el día de Pentecostés transcurren cincuenta días, los llamados días de Pascua
para todos los cristianos. Durante estos días, cuando uno entra en una
Iglesia puede ver a lo largo de la cincuentena el Cirio Pascual junto al Altar
del Sacrificio Eucarístico, que significa la presencia de Cristo Resucitado. El
tiempo de Pascua, es un tiempo para recoger las gracias, los regalos que Dios
nos da por medio de su Gloriosa Resurrección.
Por Padre Francisco Javier
Domínguez
***
Para
muchos cristianos, incluso de Misa Dominical, este hecho pasa desapercibido. Si
le preguntas: perdone, ¿qué regalos ha recibido usted del cielo gracias a la
Resurrección de su Señor? Y
pocos sabrán concretar las Glorias del Señor Resucitado que son prendas de
Salvación para todos nosotros.
Pues bien, para que todos nuestros lectores
puedan saborear los frutos de la Resurrección os lo voy a enumerar y a explicar
en la medida de mis pobres posibilidades. Y todo ello no sólo por cuestión de
saber, sino más bien para que agarrándonos a Nuestro Señor Jesucristo dejemos
que Él nos transforme la vida y podamos vivir por Él, con Él y en Él.
Estos siete regalos o frutos de la Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo se nos van entregando a lo largo de la Cincuentena Pascual Domingo a Domingo.
Primer Fruto de la Resurrección
Por
el pecado de Adán y Eva, el ser humano quedó invalidado para la Vida Eterna
junto a Dios. Por decirlo de alguna manera, el puente que había entre la Gloria
de Dios y la tierra se rompieron en el momento de la desobediencia. Por
ello, solo por la Pasión, Muerte
y Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo se restaura el puente entre el cielo
y la tierra, de tal forma que los seres humanos pueden luchar en
la vida terrenal para unirse al que es «el Camino, la Verdad y la Vida» y así
poder ir algún día tras morir al Cielo junto a Dios. ¡Gloria a Dios!
Segundo Fruto de la Resurrección
Nuestro
Señor Jesucristo ha Resucitado, está vivo. Por ello en esta vida tan llena de
inseguridades, en un mundo donde falla todo: falla la salud, falla el
dinero, fallan las amistades, falla la familia… Hay un pilar que no cae NUNCA,
y ese pilar es JESUCRISTO. Él ha Resucitado y está vivo, y si lo dejas entrar en tu vida vas a
experimentar su presencia real junto a ti. En cada Santa Misa
Él baja del cielo a la tierra y se mete en un trozo de pan y un poco de vino
para habitar dentro de ti. Cuando vas a un sacerdote a confesarte, no es el
sacerdote, es Cristo el que está allí para darte una vida nueva. No estamos
solos. Aunque todo falle, siempre nos quedará Cristo. Pero no debemos olvidar
la forma de actuar tan humilde de Dios. ¿Cómo vino a la tierra? A través de una
humilde sierva, una joven Virgen y en una pobre gruta. ¿Cómo muere? Como un vil
ladrón. Por ello no te ocurra como a Santo Tomás, que porque vio las llagas
creyó. Recuerda que en esta vida vivimos en Fe, y bajo las apariencias de
pan y vino, Jesucristo está en cada Eucaristía, y en el Sagrario. Y tras tu
confesor está oculto Jesucristo. Ya lo dijo el Señor: Dichosos los que creen
sin ver. No seas incrédulo sino creyente. ¡Gloria a Dios!
Tercer Fruto de la Resurrección
San
Lucas nos pregunta a todos en el tercer Domingo de Pascua: ¿Por qué mataron a
Nuestro Señor Jesucristo? Si vieron sus obras, vieron sus milagros, palparon su
amor, lo miraron a los ojos, esos ojos del Altísimo. ¿Por qué lo mataron? Y nos
dice la Escritura Santa: Lo mataron por IGNORANCIA. Maldita la ignorancia
que tantas veces nos ofusca la mente. Maldita ignorancia con la que el
demonio venda nuestros ojos para que no veamos. Cuantas veces ¿verdad?, cuantas
veces las cosas más importante pasan cerca de nuestras vidas y no nos damos
cuenta. Hay tantos líos, tantos problemas humanos, económicos, familiares… Que
a veces nos cargamos lo más valioso que tenemos como decir un te quiero a tus
padres, un abrazo a tu hermano, pedir perdón a una persona, tomarte una tapa
con tu padre viejito, dar las gracias a tu madre por lo bien que ha hecho la
comida para ti, o ir a ver a la abuela que está ya babeando… Y luego se mueren,
y nos damos cuenta de todo lo que podíamos haber hecho y no hicimos, o nos
arrepentimos de todo lo mal que les hicimos. Pues bien, hay una ignorancia aun
peor. Y es la ignorancia de vivir en esta vida terrenal sin prepararse para la
futura. Ya nos los dijo Nuestro Señor Jesucristo: ¿De qué te sirve ganar el
mundo entero si pierdes la vida? O Atesorad tesoros en el cielo donde no hay
polilla ni carcoma que se los coman. Pues Jesucristo Muerto y Resucitado se presenta frente a
nuestras vidas para ser luz en nuestras oscuridades, para eliminar esa
ignorancia que nos lleva la muerte y a perder la felicidad. Cristo
es la Luz, y solo junto a Él podemos ver y podemos vivir en esta vida como
verdaderos Hijos de Dios. ¡Gloria a Dios!
Cuarto Fruto de la Resurrección
Jesucristo,
el Señor, no quiere a los cristianos solos y dispersados cada uno a su
rumbo. Él nos dice: Allí donde dos o más estéis reunidos en mi nombre, allí
estoy yo con vosotros. Más aún, nos dice que Él es el Buen Pastor, que nos
quiere a todos reunidos como un rebaño de ovejas donde Él es el Buen
Pastor que nos cuida y nos lleva hacia los pastizales eternos junto al Padre.
Cada uno somos de un padre y una madre, cada uno con unas virtudes y unos
defectos; pero todos unidos en una misma fe, alrededor de un mismo amor:
Cristo. La Iglesia no son los templos, las catedrales… La Iglesia somos los cristianos reunidos en
torno a Cristo, y que como rebaño nos dejamos amar y cuidar por
el Buen Pastor. ¡Gloria a Dios!
No hay nadie en el mundo, ni
entre nuestros familiares y amigos que desee tanto nuestra verdadera felicidad
como lo quiere Cristo.
Quinto Fruto de la Resurrección
Dice
Cristo, el Señor: Yo soy la vid, mi Padre es el Labrador y vosotros los
sarmientos. Permaneced en Mí. El sarmiento no puede dar fruto por sí mismo. Sin
mí no podéis hacer nada. No hay nadie en el mundo, ni entre nuestros
familiares y amigos que desee tanto nuestra verdadera felicidad como lo quiere
Cristo. Que pobreza tan
grande es no tener a Cristo de verdad en tu vida. Para
ser felices de verdad en esta vida no hay otro Camino que Jesucristo. Por mucho
que los seres humanos se empeñen en buscar atajos, caminos propios… todo es
vanidad de vanidades. Todo lo que esté al margen de Jesucristo es pérdida de
tiempo. Y solo tenemos una vida para llegar a entender y vivir, que si no
permanecemos unidos a Él estamos realmente perdidos. Y qué dicha tan grande poder permanecer unido al
que es el Amor de los amores. Porque recordad lo que nos
dice: «Como el Padre me ha amado, así os he amado yo. Permaneced en mi amor y
mi alegría estará con vosotros». Que distinta es la sublime alegría que da el
Señor en lo profundo del alma a las alegrías efímeras y tantas veces falsas que
da el mundo. ¡Gloria a Dios!
Sexto Fruto de la Resurrección
No
todo el que dice Señor, Señor entrará en el Reino de los cielos. Es decir, para
recibir en tu vida la verdadera alegría del Señor Resucitado, para degustar
aquí en la tierra por anticipado el reino de los cielos no basta con
decir: «Creo en Jesucristo». Obras son amores y no buenas razones. Es más, nos
dice la Escritura Santa en 1 Jn 2,3-6 : En esto sabemos que conocemos a Cristo.
En que guardamos sus mandamientos. Quien dice: «Yo lo conozco», y no guarda sus
mandamientos, es un mentiroso, y la verdad no está en él. Pero quien guarda su
Palabra, ciertamente el amor de Dios ha llegado en él a su plenitud. En esto
conocemos que estamos en Él. Quien dice que permanece en Él debe vivir como vivió Él. Todos
esos que se dicen cristianos pero no asisten a la Santa Misa, no se Confiesan,
no oran, no perdonan, no ayudan a los demás… porque no les da la gana, no
podrán vivir en la Alegría de la Resurrección. ¡Gloria a Dios!
Séptimo Fruto de la Resurrección
Para
guinda de este gustosísimo pastel, la Resurrección del Señor nos regala nada
más y nada menos que la Efusión del Espíritu Santo. Es decir, a la Tercera
Persona de la Santísima Trinidad, el Paráclito, el Defensor, la fuerza
vivificadora… El que nos sostiene para vivir unidos a Cristo mientras caminamos
por este valle de lágrimas. El Espíritu Santo es el que nos capacita para vivir según Dios y no según
la carne, como vemos en Gálatas 5, 18-25: «Las obras de la
carne son conocidas: fornicación, impureza, libertinaje, idolatría, hechicería,
enemistades, discordias, envidia, cólera, ambiciones, divisiones, rivalidades,
borracheras, orgías y cosas por el estilo. Y os prevengo como ya os previne, que
quienes hacen estas cosas no heredarán el reino de Dios.
En cambio, el fruto del Espíritu es: Amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, lealtad, modestia, dominio de sí. Contra estas cosas no hay ley. Y los que son de Cristo Jesús han crucificado la carne con las pasiones y los deseos. Si vivimos por el Espíritu, marchemos tras el Espíritu». ¡Gloria a Dios!
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