"Ventana abierta"
La Buena Semilla
Me regocijo en tu palabra como el que halla
muchos despojos.
Salmo 119: 162
Tu dicho me ha vivificado.
Salmo 119: 50
Un mensajero de cuatro patas
Sucedió en China, alrededor de 1920, en un
hospital misionero de Shanghái. Un perro entró en el patio y buscó en una
papelera algo para comer. Con sus dientes atrapó los restos de un viejo libro y
los llevó hasta el campamento militar, cerca de allí. Los soldados vieron al
perro con su botín. Intrigados, lo persiguieron, tomaron las hojas y comenzaron
a leer. Eran páginas de una Biblia en chino, varias páginas del Antiguo
Testamento.
Los soldados se interesaron mucho en esos
textos antiguos. Descubrieron cómo Dios, desde tiempos remotos, dirigió a
hombres y mujeres de fe, incluso a todo el pueblo de Israel.
Decepcionados por tener un libro incompleto,
supusieron que el perro habría encontrado aquellas hojas en el patio del
hospital cercano. Entonces fueron allí y preguntaron al hombre encargado de
este asunto:
– ¿Sería posible obtener un ejemplar de este
libro en buen estado?
– ¡La Biblia! Por supuesto… Es la Palabra de
Dios dirigida a todos nosotros.
El hombre les dio varios ejemplares, pero no
fueron suficientes… Todos querían leer la Palabra de Dios. ¡Hubo que llevarles
Biblias dos y tres veces!
Poco después eran cada vez más numerosos los
soldados que asistían a los cursos bíblicos impartidos en el hospital. Varias
veces un misionero fue a explicarles más concretamente el mensaje del evangelio
de Dios relacionado con su Hijo (Romanos 1: 2). Muchos recibieron a Jesucristo
como su Salvador y Señor.
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