"Ventana abierta"
RINCÓN PARA ORAR
SOR MATILDE
¡CORAZÓN DE JESÚS, EN TI CONFÍO!
31 Los judíos, como era el día de la
Preparación, para que no quedasen los cuerpos en la cruz el sábado - porque
aquel sábado era muy solemne - rogaron a Pilato que les quebraran las piernas y
los retiraran.
32 Fueron, pues, los soldados y quebraron
las piernas del primero y del otro crucificado con él.
33 Pero al llegar a Jesús,
como lo vieron ya muerto, no le quebraron las piernas,
34 sino que uno de los
soldados le atravesó el costado con una lanza y al instante salió sangre y
agua.
35 El que lo vio lo
atestigua y su testimonio es válido, y él sabe que dice la verdad, para que
también vosotros creáis.
36 Y todo esto sucedió para
que se cumpliera la Escritura: No se le quebrará hueso alguno.
37 Y también otra Escritura
dice: Mirarán al que traspasaron. (Jn. 19, 31-39)
¡Qué fuerza tiene el Corazón de Jesús, es una fuente
inagotable de gracia! ¡Quién lo invoca con estas palabras: “¡Corazón de Jesús,
en ti confío!”, sabe de lo que estoy hablando!... ¡Cuántos beneficios no ha
arrancado a los que así han rezado, no una vez sino muchas!... Todo esto, no lo
digo sólo yo, sino que muchos santos han hablado de la ternura y cariño que
Jesús derrama en los que ponen sólo en Él toda su confianza... Y la primera de
las gracias que experimenta el que le mira y acude tanto a Él, es una cercanía
y presencia tan viva, que es como si estuviera siempre a nuestro lado…¡Y esta
compañía es dulcísima, porque ya sólo con pronunciar en el corazón el Nombre
Jesús, está y no se sabe cómo ni dónde, ¡pero se percibe que nos rodea y que es
todo nuestro y nosotros todo suyo!... ¡Qué gran suavidad y amor reserva Jesús a
los que quieren entregárselo, con toda su pobreza y debilidad, porque también
es Hermano Mayor y Padre de los desvalidos!... ¡Nuestra miseria acogida y
entregada derrite su Corazón, que está deseando entrar en el nuestro!... ¡Éste
es el Corazón de Jesús!...
Ya el salmista, y eso que no había conocido a Jesús,
pero si algo de su amor, cantaba: “¡Qué bondad tan grande, Señor, reservas para
tus fieles y concedes a los que a ti se acogen, a la vista de todos… En el
asilo de tu presencia los escondes... Los ocultas en tu Tabernáculo” ...
Juan, el joven evangelista, fue testigo, el más
cualificado, de este amor que derrama de continuo el Corazón de Jesús: Éste
mismo, le concedió, en la Última Cena, apoyar su cabeza sobre su pecho y no un
breve instante, sino el tiempo suficiente para quedar contagiado y abrasado de
amor y de fidelidad… ¡Así, Juan no conoció los titubeos de las negaciones de
Pedro!... Aunque la misericordia y el Amor del Corazón de Jesús le devolvió a
la fidelidad, ya sin fisuras... Y es que Jesús rogó por Pedro… Y su oración es
la voluntad de Dios: “Yo he rezado por ti, Pedro, para que tu fe no se
apague”... “Y no sólo eso, sino que esta fe que yo te concedo, va a confirmar
en mi amor y seguimiento a tus hermanos”... El Corazón de Jesús está siempre
abierto para interceder ante el Padre por todos los hombres... Desde que la
lanza le abrió en la cruz su Costado, ya nunca más se ha cerrado esta Llaga:
“el agua”, símbolo del Bautismo, y “la Sangre”, que es la Eucaristía, nos
acompañan siempre y esto, hasta el fin de los siglos: “Yo estoy con vosotros
todos los días hasta el fin del mundo”... Él, que nos creó sin nosotros, no ha
querido salvarnos sin nuestro consentimiento a su Amor. ¡Y en estas “tablas divinas
de salvación”, nos está de continúo rescatando y atrayéndonos a su Corazón...!
Qué gran ternura y caridad, que Jesús, ¡aún después de muerto, nos dejó ver las
entrañas de su Corazón, que arde en Amor por nosotros!…
¡Así, digamos sin cansarnos: “Corazón de Jesús, confío
en Ti”... ¡Sagrado Corazón de Jesús, en Ti confío!...
¡Esta plegaria le es muy grata y siempre es escuchada!...
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