"ventana abierta"
De la mano de María
Héctor L. Márquez
(Conferencista católico)
REFLEXIÓN PARA EL PRIMER
LUNES DEL T.O. (1)
Con la celebración
del Bautismo del Señor en el día de ayer, concluyó el Tiempo de Navidad. Hoy
comenzamos el Tiempo Ordinario (año impar), y para este día la liturgia nos
presenta como primera lectura el comienzo de la carta a los Hebreos (1,1-6).
Esta lectura nos “aterriza” en la plenitud de los tiempos y la llegada del Hijo
que es la Palabra, y lo que esa Palabra implica: “En distintas ocasiones y de
muchas maneras habló Dios antiguamente a nuestros padres por los profetas.
Ahora, en esta etapa final, nos ha hablado por el Hijo, al que ha nombrado
heredero de todo, y por medio del cual ha ido realizando las edades del mundo”.
Y para que no quede duda de quién es ese “Hijo”, nos remite al Bautismo
del Señor: “Pues, ¿a qué ángel dijo jamás: ‘Hijo mío eres tú, hoy te he
engendrado’, o: ‘Yo seré para él un padre, y él será para mí un hijo’? Y en
otro pasaje, al introducir en el mundo al primogénito, dice: ‘Adórenlo todos
los ángeles de Dios’”.
No hay duda, Jesús ha llegado, se ha manifestado en dos epifanías distintas,
y ha comenzado su misión. Juan ha sido arrestado. Jesús comienza a predicar la
Buena Nueva del Reino, haciendo un llamado a la conversión. La tarea es
formidable. Llegó el momento de reclutar sus primeros discípulos, y la lectura
evangélica que nos lanza de lleno en el Tiempo Ordinario nos narra ese episodio
(Mc 1,14-20).
Se trata de la vocación (“llamado”) de Simón (Pedro) y su hermano Andrés,
y Santiago y su hermano Juan (los hijos del Zebedeo). Jesús escoge sus primeros
discípulos de entre los pescadores, y utiliza la pesca, y el lenguaje de la
pesca, para simbolizar la tarea que les espera a los llamados. Nos dice el
pasaje que a los primeros les dijo “Venid conmigo y os haré pescadores de
hombres”. Siempre que escucho esta frase recuerdo a un párroco español que
tuvimos en nuestra comunidad por muchos años (el Padre Paco), que en su inglés
de Castilla la Vieja describía nuestra misión como “fishing and fishing”.
La escritura no nos dice qué le dijo a los segundos, pero debe haber sido
algo similar. Lo cierto es que los cuatro, sin vacilar, dejaron las redes, y
los segundos incluso dejaron a su padre (Cfr. Lc 14,26), para seguir a
Jesús. Y ese seguimiento implicaba, por supuesto, aceptar el reto que Jesús les
lanzó junto con la invitación: convertirse en “pescadores de hombres”. Esto nos
evoca el pasaje de Jeremías (20,7): “¡Tú me has seducido, Señor, y yo me dejé
seducir!” De nuevo esa mirada… ¡imposible de resistir!
Como hemos dicho en ocasiones anteriores, el seguimiento de Jesús tiene que ser radical, no hay términos medios (Cfr. Ap 3,15-16). Con ese pensamiento comenzamos el Tiempo Ordinario. Esa es la prueba de fuego para determinar si verdaderamente vivimos la Navidad, o si simplemente nos limitamos a celebrarla. Jesús nos llama a ser pescadores de hombres, pero ello implica dejar nuestras “redes” que solo nos sirven para pescar las cosas del mundo. ¿Estamos dispuestos a aceptar el reto?
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