¿Razones? La fe no suele tener razones. La fe es sencillamente cuestión de saber mirar, y saber ver.
Donde los demás vieron vino, ellos vieron la gloria de Jesús.
Donde los demás vieron el segundo vino, ellos vieron las señales de Dios.
Donde los demás vieron agua convertida en vino, ellos vieron las señales de la divinidad de Jesús.
¿Será que Dios ya cerró el periódico de sus noticias de cada día?
¿Será que Dios ya no habla hoy a los hombres?
¿Será que Dios no da señales de sí mismo, como si se hubiese perdido o desparecido?
¿No será que nosotros hemos perdido la visión?
¿No será que, tal vez, ya no compramos el periódico porque las noticias de Dios no nos interesan o no nos parecen actuales e importantes y preferimos entretenernos con la página policial o la página de deportes?
Porque mientras tanto, Dios sigue hablando cada día.
Dios sigue haciéndose noticia cada día.
Dios sigue manifestándose cada día.
Dios sigue haciéndose presente entre nosotros cada día.
Desde el Documento de Medellín (1968), al menos en América Latina nos hemos cansado de repetir “reconocer, ver, discernir los signos de los tiempos”, que no eran sino los signos de las presencias de Dios en los acontecimientos de la historia.
¿Que Jesús ya no nos regala gratis el vino? Pero nos regala las viñas que nos lo dan.
¿Que Jesús ya no convierte el agua en vino? Pero nos regala la sed del corazón.
¿Que Jesús ya no nos saca de los apuros como a aquella pareja de Caná de Galilea? Pero nos ha dado la inteligencia y la libertad y la voluntad para que nosotros seamos capaces de salir de ellos.
¿Que Jesús ya no nos sana como aquellos enfermos que acudían a él? Pero nos regala cada día con los médicos y con las medicinas que pueden sanarnos y curarnos. ¿A caso las manos de los médicos no son como una prolongación de las manos de Dios hoy?
¿Que Jesús ya no multiplica los panes y los peces cuando tenemos hambre? Pero nos regala los trigales y nos regala los barcos de pesca y maravillosas redes para pescarlos en el mar.
La fe crece y se madura sabiendo ver a Dios en los acontecimientos de cada día.
La fe crece y se madura sabiendo escuchar a Dios en el sufrimiento de la humanidad. “He escuchado los gemidos de mi pueblo”, le dice Dios a Moisés.
La fe crece y se madura viendo a Jesús en el hermano que nos pide pan, nos pide de beber, nos pide un vestido o nos llama desde la cárcel.
Porque la fe no es cuestión de saber, sino de experiencia. Cuestión descubrir sus señales, aún en aquellos acontecimientos dolorosos de la vida.
Para los que saben ver los signos de Dios su fe se va madurando día a día.
Para los que saben ver los signos, Dios no es el ausente sino el que está ahí.
Para crecer en la fe es preciso saber ver, saber mirar. Porque cada acontecimiento de la historia es una señal que Dios nos envía para que lo veamos.
Sin signos no hay señales ni noticias de Dios.
La gran noticia de Dios es que hoy somos cada uno de nosotros.
Cada amanecer es una señal de Dios para quien amanece despierto y con los ojos abiertos.
Señor, Hiciste tu primer signo en una boda.
Hiciste tu primer signo en unas vasijas de agua.
Hiciste tu primer signo en la abundancia del buen vino.
Y ahora sigues haciendo tus signos en el agua de nuestras vidas.
Sigues haciendo tus signos en el vino de nuestras vidas.
Señor, hazme tu signo y que mi vida sea la mejor noticia tuya a los hombres.
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