El rostro de Dios, anhelo del hombre
En realidad, muchas plegarias de la literatura religiosa universal manifiestan la convicción de que el Ser supremo puede ser percibido e invocado como una padre, al que se llega a través de la experiencia de la solicitud amorosa del padre terreno. Precisamente esta relación ha suscitado algunas corrientes del ateísmo contemporáneo la sospecha de que la idea misma de Dios es la proyección de la imagen paterna. Esta sospecha, en realidad, es infundada.
Sin embargo, es verdad que, partiendo de su experiencia, el hombre siente la tentación de imaginar a la divinidad con rasgos antropomórficos que reflejan demasiado el mundo humano. Así, la búsqueda de Dios se realiza a "tientas", como dijo San Pablo en el discurso a los atenienses (Hech 17,27). Por consiguiente, es preciso tener presente esta claroscuro de la experiencia religiosa, conscientes de que sólo la revelación plena, en la que Dios mismo se manifiesta, puede disipar las sombras y los equívocos y hacer que resplandezca la luz.
La bendición de Dios, otorgada a su pueblo por la mediación sacerdotal de Aarón, insiste precisamente en esta manifestación luminosa del rostro de Dios: "El Señor ilumine su rostro sobre tí y te sea propicio. EL Señor te muestre su rostro y te conceda la paz" (Nm 6, 25-26)
Bendiciones
Revista RESURRECCION, Nº 76
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