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Sean bienvenidos

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Invitación y bienvenida

Hola amig@s, bienvenid@s a este lugar, "Seguir la Senda.Ventana abierta", un blog que da comienzo e inicia su andadura el 6 de Diciembre de 2010, y con el que sólo busco compartir con ustedes algo de mi inventiva, artículos que tengo recogidos desde hace años, y también todo aquello bonito e instructivo que encuentro en Google o que llega a mí desde la red, y sin ánimo de lucro.

Si alguno de ustedes comprueba que es suyo y quiere que diga su procedencia, o por el contrario quiere que sea retirado de inmediato, por favor, comuníquenmelo y lo haré en seguida y sin demora.

Doy las gracias a tod@s mis amig@s blogueros que me visitan desde todas partes del mundo y de los cuales siempre aprendo algo nuevo. ¡¡¡Gracias de todo corazón y Bienvenid@s !!!!

Si lo desean, bajo la cabecera de "Seguir la Senda", se encuentran unos títulos que pulsando o haciendo clic sobre cada uno de ellos pueden acceder directamente a la sección que les interese. De igual manera, haciendo lo mismo en cada una de las imágenes de la línea vertical al lado izquierdo del blog a partir de "Ventana abierta", pasando por todos, hasta "Galería de imágenes", les conduce también al objetivo escogido.

Espero que todos los artículos que publique en mi blog -y también el de ustedes si así lo desean- les sirva de ayuda, y si les apetece comenten qué les parece...

Mi ventana y mi puerta siempre estarán abiertas para tod@s aquell@s que quieran visitarme. Dios les bendiga continuamente y en gran manera.

Aquí les recibo a ustedes como se merecen, alrededor de la mesa y junto a esta agradable meriendita virtual.

No hay mejor regalo y premio, que contar con su amistad.

No hay mejor regalo y premio, que contar con su amistad.
No hay mejor regalo y premio, que contar con su amistad. Les saluda atentamente: Mª Ángeles Grueso (Angelita)

viernes, 25 de agosto de 2017

Reflexión del Papa Francisco. Viernes, 25 - Agosto - 2017

"Ventana abierta"


Evangelio del día: ¿Somos capaces de ver el rostro de Jesús en los débiles?…
Reflexión del Papa Francisco
Por: Fray Nelson


Jesús, citando el Libro del Deuteronomio, responde:
“Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todo tu espíritu. Este es el más grande y el primer mandamiento”.

Jesús habría podido detenerse aquí. En cambio Jesús agrega algo que no había sido preguntado por el doctor de la ley. De hecho dice:

“El segundo es semejante al primero: Amarás a tu prójimo como a ti mismo”.

Este segundo mandamiento tampoco lo inventa Jesús, sino que lo retoma del Libro del Levítico. Su novedad consiste justamente en el juntar estos dos mandamientos, el amor por Dios y el amor por el prójimo, revelando que son inseparables y complementarios, son las dos caras de una misma medalla.

No se puede amar a Dios sin amar al prójimo y no se puede amar al prójimo sin amar a Dios…

En efecto, la señal visible que el cristiano puede mostrar para testimoniar el amor de Dios al mundo y a los demás, a su familia, es el amor por los hermanos.

El mandamiento del amor a Dios y al prójimo es el primero no porque está encima del elenco de los mandamientos.

Jesús no lo coloca en el vértice, sino al centro, porque es el corazón desde el cual debe partir todo y hacia donde todo debe regresar y servir de referencia.

Ya en el Antiguo Testamento la exigencia de ser santos, a imagen de Dios que es santo, comprendía también el deber de ocuparse de las personas más débiles como el forastero, el huérfano, la viuda…

A este punto, a la luz de esta palabra de Jesús, el amor es la medida de la fe, y la fe es el alma del amor. No podemos separar más la vida religiosa, de piedad, del servicio a los hermanos, de aquellos hermanos concretos que encontramos.

No podemos dividir más la oración, el encuentro con Dios en los Sacramentos, de la escucha del otro, de la cercanía a su vida, especialmente a sus heridas. Acuérdense de esto: el amor es la medida de la fe. Tú ¿cuánto amas?…

Jesús abre un claro que permite ver dos rostros: el rostro del Padre y aquel del hermano… Y deberíamos preguntarnos, cuando encontramos a uno de estos hermanos, si somos capaces de reconocer el rostro de Cristo en él: ¿somos capaces de esto?

[…] Jesús nos dona el Espíritu Santo, que nos permite amar a Dios y al prójimo como Él, con corazón libre y generoso. (Reflexión antes del rezo del ángelus, 12 de octubre de 2014)

Oración de sanación

Señor, cierra todas las heridas de mi corazón que no me dejan ser capaz de servirte con pasión. Dame la fuerza y valentía de donarme a los demás.

No puedo decir que te amo si por otro lado desprecio a los demás, sobre todo los que están en necesidad. Sería un mentiroso si así lo hiciese.

Es amando a los demás como puedo lograr amarte verdaderamente a Ti. No puedo separar la caridad hacia el otro de la gracia santificadora de tu amor.

Dame el don de tener un amor generoso. Dame de tu fuerza para no dejarme vencer por las dificultades que me quieran trabar la misión de honrarte.

Abro mi corazón para que tu luz y tu verdad penetren en su profundidad y lo renueven con la fuente inagotable de tu compasión y de tu amor por todos.

Pasa tu mano sanadora sobre mí para que todo sentimiento de odio, ira, rencor y egoísmo sea desterrado de mi mente, corazón, alma y espíritu.

Líbrame de mis inseguridades. Que pueda ver mis propios errores para así corregirme bajo la Ley de tu Palabra y poder así caminar seguro y confiado.

Todo te lo debo a Ti, por eso todo te lo entrego. Bendice mis planes, mi vida y mis acciones para que todo yo pueda irradiarte sólo a Ti. Amén.

Propósito para hoy

Ser especialmente generoso en la ofrenda de la próxima Santa Misa de la que participaré.

Frase de reflexión

“La Confirmación es importante para el cristiano; nos da fuerzas para defender la fe y anunciar el Evangelio con entusiasmo”. Papa Francisco

A mi madre en su cumpleaños. "FELIZ CUMPLEAÑOS MAMÁ". (Mariachi) Autor: Lucio Rebolledo Valeriano / Arreglista: Alex Rebolledo. Viernes, 25 - Agosto - 2017

"Ventana abierta"

domingo, 20 de agosto de 2017

Oración de Comunión Espiritual. La mujer cananea. 20 - Agosto - 2017

"Ventana abierta"


Oración de Comunión Espiritual


La mujer cananea


Estimados amigos seguidores de este blog., y todos aquellos amigos que pasen por aquí y quieran acompañarnos.
Hagamos como cada domingo nuestra Comunión Espiritual, de esta manera mostramos también nuestro deseo de recibir al Señor.
"Señor Jesucristo hijo de David, acoge mi súplica confiada. No vengo de tierras paganas, mi corazón confía en Ti y te dice que te ama. Corazón que está marcado por la infidelidad y el pecado, no se siente digno de sentarse a tu mesa y de recibir tu Pan, le basta una migaja de tu misericordia para sentir el don de tu salvación, de tu amor, ese amor que no tiene fronteras de raza, de color, lengua, cultura, nacionalidad, religión.
En tu mesa, Señor, se reparte por igual para todos el pan de los hijos. 
Tu Iglesia, sacramento de salvación, lo lleva y da a todos los hombres, para que todos los pueblos te bendigan, y alaben tu nombre, hasta los confines del orbe. 
¡Cómo no pedirte hoy que aumentes mi fe!, como la de aquella mujer cananea que se conformaba con las migajas que caían de la mesa del amo.
Atiéndeme, Señor, que voy tras de Ti con dificultad, porque me cuesta seguir el ritmo de tus pasos, ten compasión de mí, Señor,  hijo de David, ten compasión de mí, socórreme".


miércoles, 16 de agosto de 2017

Los 7 corazones de un sacerdote. 16 - Agosto - 2017

"Ventana abierta"


Los 7 corazones de un sacerdote
AGOSTO 16, 2017
Catholic Link

Dios llama a quienes quiere a ser sacerdotes. Él los elige de entre su pueblo para consagrarlos, para hacerlos suyos. Desde ese momento ya no se pertenecen a sí mismos, sino que pertenecen a Dios. Es por eso que, poco a poco, el corazón del sacerdote se va configurando con el de Jesús, va aprendiendo la humildad y la mansedumbre. De esta forma podemos identificar los 7 corazones del sacerdote que es uno solo visto desde diferentes aspectos de su vocación consagrada.
El sacerdote no se casa, pero aun así es padre; no vive con una mujer, pero es esposo; no tiene algunos hermanos, sino toda la humanidad; no es amigo de pocos, sino de muchos; no tiene grandes campos, pero es un verdadero pastor; en fin, el corazón de un sacerdote es el de otro Cristo.
El corazón del sacerdote es un…

1. Corazón de padre


El sacerdote no se casa, es cierto, pero eso no impide que sea un verdadero padre por vocación. La fecundidad que Dios les da es diferente, es una fecundidad interior, del que planta la semilla del Evangelio y la deja crecer. Es aquél que engendra para la vida eterna. Un padre que guía, que enseña, que educa, que juega, que se divierte y que también corrige. Un padre espiritual, de esos que escuchan los problemas, que aconsejan y que ayudan a superar los momentos difíciles. Un padre que se involucra en la vida de sus hijos, pero que también les deja volar solos. Un padre que está presente en los momentos importantes como los sacramentos y, también, en momentos cotidianos como un buen partido de fútbol. El sacerdote es un padre por vocación, por eso le llamamos de “padre”, nada es casualidad.
«¿Qué padre de entre ustedes, si un hijo suyo le pide un pez, en lugar de un pez le da una serpiente? ¿O si le pide un huevo, le da un escorpión? Pues si ustedes, siendo malos, saben dar a sus hijos cosas buenas, ¿cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan» (Lucas 11, 11-13).

2. Corazón de hijo


Esta dimensión del corazón del sacerdote es muy importante para el ministerio pastoral, ya que una verdadera experiencia de Dios Padre será esencial a la hora de saberse padre de sus hermanos los hombres. Para ser padres primero hay que ser hijos, un hijo que se equivoca y que pide perdón, un hijo que confía y ama a sus padres, un hijo que se deja corregir con humildad, un hijo que responde con respeto y devoción. Ser hijo de Dios no suele ser tan fácil como algunos dicen por ahí, ser hijo tiene deberes y tiene derechos. Ser hijo es nuestra primera llamada cuando nacemos. Somos parte del cuerpo de Jesús, por ende, somos hijos en el Hijo con mayúscula. Es por Cristo que podemos ser llamados hijos de Dios, lo cual se realiza en el bautismo que nos imprime un carácter indeleble en el alma. El sacerdote actúa siempre de cara a Dios, porque «de Él, por Él y para Él son todas las cosas» (Romanos 11, 36).
«Miren qué amor tan grande nos ha mostrado el Padre: que nos llamemos hijos de Dios, ¡y lo somos! Por eso el mundo no nos conoce, porque no le conoció a Él. Queridísimos: ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que seremos» (1 Juan 3, 1-2).

3. Corazón de hermano


¡Uff, qué difícil es ser hermano! Y es que «los amigos se escogen, los hermanos se acogen» como bien decía San Francisco de Asís. A los hermanos se les acepta con amor, se les quiere como son. Siempre buscamos lo mejor para ellos, los aconsejamos, los ayudamos y a la vez nos dejamos aconsejar y ayudar por ellos. Es una relación mutua de amor, que no se elige, se acoge.

El sacerdote está llamado a ser hermano de todos, sin preferencias de ningún tipo. 

Todos son importantes para él. Sea quien sea, haga lo que haga, sepa que en el sacerdote tiene un hermano en quien confiar. Pero ojo, que su hermano sacerdote no está exento de imperfecciones y debilidades, al contrario, el sacerdote también trabaja por mejorar constantemente y vencer su amor propio día a día. Eso es hermoso: ver que tanto los sacerdotes como quienes no son sacerdotes deben luchar día a día por la santidad. Y esta lucha la llevamos juntos, nos apoyamos en la batalla.
«¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos? Y extendiendo su mano hacia sus discípulos, dijo: -Éstos son mi madre y mis hermanos. Porque todo el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos, ése es mi hermano y mi hermana y mi madre» (Mateo 12, 48-50).

4. Corazón de esposo


En la Iglesia Católica Romana los sacerdotes no se casan, y esto no es por discriminación, al contrario, la Iglesia como madre y maestra ha visto prudente en los siglos precedentes que el sacerdote guardara el celibato en pro de su misión. Y es que el amor del sacerdote se derrama a toda la familia de la Iglesia. Este compromiso se asume de manera libre y siempre por amor. Como bien dice Mateo en su Evangelio: «no todos son capaces de entender esta doctrina, sino aquellos a quienes se les ha concedido» (cfr. 19, 11).
Desde antiguo se le ha llamado a Cristo “esposo de la Iglesia”, el sacerdote se configura también como el “esposo” actuando en nombre de Dios, a quien se compromete a guardar fidelidad y a educar a sus hijos en la fe. Esta es una dimensión muy importante en su vida, siendo esposo tiene obligaciones y deberes. Así es como vive dentro de una gran familia cuidando de ella con amor y protegiéndola incluso, si es necesario, con la vida.
«Maridos: amen a sus mujeres como Cristo amó a la Iglesia y se entregó a sí mismo por ella para santificarla, purificándola mediante el baño del agua por la palabra, para mostrar ante sí mismo a la Iglesia resplandeciente, sin mancha, arruga o cosa parecida, sino para que sea santa e inmaculada» (Efesios 5, 25-27).

5. Corazón de amigo


Yo diría que el sacerdote es de los mejores amigos que podemos tener. Sabemos que podemos confiar en él pase lo que pase, que allí va a estar cuando le necesitemos, que se va a preocupar porque quiere lo mejor para todos. El sacerdote está llamado a ser amigo, en primer lugar, de Jesús. Hacer de Él el amigo de los amigos. Es a través de esta relación que el sacerdote puede ser llamado amigo de los demás, porque aprendió de Cristo lo que significa una verdadera amistad. 

Sí, el sacerdote también tiene sus discusiones con Jesús por cosas que no entiende o le cuestan, pero lo mejor es que luego se reconcilia, así es la amistad. Piensen en sus amigos, ¿quién no se ha peleado con ellos? ¡Todos hemos discutido con nuestros amigos! Es normal, porque nuestra relación no depende de los problemas, al contrario, se funda en el amor desinteresado de los dos. La verdadera amistad la encontramos en Jesús, Él es el modelo de amigo que todos quisiéramos tener; y el sacerdote mientras más cerca esté de Jesús, mejor amigo será en la vida de los otros.
«Un amigo fiel es protección poderosa, quien lo encuentra, halla un tesoro. Un amigo fiel no tiene precio, es de incalculable valor. Un amigo fiel es medicina que salva, lo encontrarán los que temen al Señor» (Eclesiástico 6, 14-16).

6. Corazón de pastor


La imagen del pastor con el rebaño de ovejas está en directa relación con Cristo, el Buen Pastor. El sacerdote se configura como pastor del rebaño de Dios a través de su consagración sacerdotal, porque actúa como otro Cristo, es el instrumento por el cual Dios ha querido actuar en la vida de los hombres. Esto es algo grande, a veces difícil de entender (para todos), pero es un regalo gigantesco de Dios para los hombres en su Iglesia. 

El sacerdote busca a las ovejas perdidas del rebaño y las acerca al redil; las ama, las trae de vuelta, las abraza con ternura cuando las encuentra. 

Un pastor debe ser auténtico, es decir, debe dejar pastar tranquilamente a las ovejas; es quien las cuida, pero también les da su espacio. Las ovejas conocen la voz de su pastor, no se acercan a cualquiera. El Papa Francisco decía hace unos años que los sacerdotes deben tener “olor a oveja”, deben involucrarse en sus vidas, compartir con ellas, cargarlas cuando es necesario. No es una misión fácil, pero confiados en la gracia de Dios sabemos que se puede cumplir con alegría y amor.
«Congregaré los restos de mis ovejas de todas las tierras adonde las expulsé, y las haré volver a sus pastos para que crezcan y se multipliquen. Pondré sobre ellas pastores que las apacienten, para que no teman más, ni se espanten, ni falte ninguna» (Jeremías 23, 3-4).

7. Corazón como el de Cristo


El corazón sacerdotal es un corazón identificado con el de Cristo: con sus sufrimientos,con sus dolores, con sus sentimientos, con sus alegrías, etc.

Hay una jaculatoria que repetimos siempre los religiosos, es: «Jesús manso y humilde de corazón, haz mi corazón semejante al tuyo». Estas palabras están dirigidas a todos los consagrados a Dios, pero especialmente a quienes Él ha elegido para el sacerdocio. Santa Faustina Kowalska escribía en su diario: «Oh Jesús, haz mi corazón semejante al Tuyo, o más bien transfórmalo en Tu propio [Corazón] para que pueda sentir las necesidades de otros corazones y, especialmente, de los que sufren y están tristes» (cfr. n°514. Diario, La Divina Misericordia en mi alma). Esta es la llamada que Dios nos hace, es una llamada que requiere mucho abandono personal, mucho amor, mucha abnegación y renuncia; una llamada que no deja lugar a la mediocridad, una llamada a darlo todo por el Reino de Dios. «Con Cristo estoy crucificado: vivo, pero ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí. Y la vida que vivo ahora en la carne la vivo en la fe del Hijo de Dios, que me amó y se entregó a sí mismo por mí» (Gálatas 2, 19-20).
«Lleven mi yugo sobre ustedes y aprendan de mí que soy manso y humilde de corazón, y encontrarán descanso para sus almas: porque mi yugo es suave y mi carga es ligera» (Mateo 11, 29-30).
El corazón sacerdotal busca ser lo más parecido al de Cristo, por eso se va configurando con Él poco a poco desde el seminario. El corazón sacerdotal es un corazón abierto a todos, lleno de amor para dar. Un corazón que arde de amor por Cristo. Un corazón que también es herido, que perdona y que sana. Un corazón amado por Dios. En síntesis, es como el corazón de Cristo en la tierra. Dejemos a Santa Teresita del Niño Jesús que nos ayude a comprender este gran don con sus sencillas y profundas palabras:
«Comprendí que si la Iglesia tenía un cuerpo, compuesto por diferentes miembros, el más necesario, el más noble de todos no le faltaba, comprendí que la Iglesia tenía un corazón, que este corazón estaba ardiendo de amor. Comprendí que el Amor solo hacía obrar a los miembros de la Iglesia, que si el Amor llegara a apagarse, los Apóstoles ya no anunciarían el Evangelio, los Mártires rehusarían verter su sangre… Comprendí que el amor encerraba todas las vocaciones. Que el amor era todo, que abarcaba todos los tiempos y todos los lugares… En una palabra, que es ¡eterno!» (Santa Teresa del Niño Jesús, ms. autob. B 3v).

Evangelio: San Mateo 18, 15, 20. Si tu hermano peca repréndelo a solas entre los dos... 19ª. Semana del T.O. Miércoles 16 - Agosto - 2017.

"Ventana abierta"

martes, 15 de agosto de 2017

Oración de Comunión Espiritual. Asunción de la Virgen María al Cielo. 15 - Agosto - 2017

"Ventana abierta"


Oración de Comunión Espiritual


Solemnidad de la Asunción de la Virgen María al Cielo


Estimados amigos, estamos en el momento de la Comunión, comulgamos el Cuerpo de Cristo, un Cuerpo que se formó en el seno purísimo de María.
Hagamos juntos, como siempre, la Comunión Espiritual, todos aquellos amigos seguidores de este blog, y todos aquellos que pasen por éste esporádicamente, y que lo deseen. Proclamemos así, la grandeza del Señor.
"Sí, mi alma también proclama tu grandeza, Señor, y lo hace por María, la llena de gracia, porque Tú miraste la pequeñez de tu esclava y tu Palabra se hizo en Ella para con nosotros; por eso la felicidad brota de nuestra boca por siglos y siglos en tu Iglesia vencedora del dragón.
Tú misericordia llega hasta nosotros por siempre y podemos contemplarla en el rostro de Cristo, el Hijo de María. Los pobres, los humildes, los hambrientos, los necesitados lo encuentran todo en Ti, Señor. Los saciados, orgullosos y ricos sienten la vaciedad en sus vidas.
Tu memoria, Señor, perdura por siempre colmando de favores a tus siervos.
En María, en su Asunción en cuerpo y alma al Cielo, contemplamos la grandeza de tu amor por tus criaturas.
María, imagen de la Iglesia que un día será glorificada, en Ella encontramos el consuelo y la esperanza.
Tú amasaste, María, en tus entrañas, el mejor Pan, el Pan Vivo bajado del Cielo. Danos de ese Pan, del Pan de tus entrañas, el Pan amasado y cocido en tu seno, el Pan de Vida que nos alimenta y que sacia nuestra hambre"


Del Papa Francisco en el Ángelus de la Solemnidad de la Asunción de la Bendita Virgen María. 15 - Agosto 2017

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Del Papa Francisco en el Ángelus de la Solemnidad de la Asunción de la Bendita Virgen María.


 Plaza de San Pedro - 15 de agosto de 2017

Fuente: http://w2.vatican.va/content/francesco/it/angelus/2017/documents/papa-francesco_angelus_20170815.html


Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Hoy, solemnidad de la Virgen María, el Evangelio nos presenta a la joven de Nazaret, que, tras haber recibido el anuncio del Ángel, partió de prisa para estar cerca de Elizabeth, en los últimos meses de su embarazo prodigioso.


Entrando en su casa, María escucha de su boca las palabras que vinieron a formar la oración del "Ave María": “Bendita tú entre las mujeres y bendito es el fruto de tu seno” ( Lc 1:42). De hecho, el mayor regalo que María le hace a Isabel, y al mundo entero, es Jesús, que ya vivía en ese momento en ella; y vive no sólo por la fe y la espera, como en tantas mujeres del Antiguo Testamento: “de la Virgen, Jesús tomó carne humana, para realizar su misión de salvación”.


En la casa de Elizabeth y de su esposo Zacarías, donde antes reinaba la tristeza por la falta de hijos, ahora existe la alegría de un bebé en camino: un niño que se convertirá en el gran Juan Bautista, el precursor del Mesías. Y cuando llega María, la alegría se desborda e inunda los corazones, porque la presencia invisible pero real de Jesús llena todo con significado: la vida, la familia, la salvación de las personas ...


 ¡Todo! Esta alegría total se expresa en la voz de María en la maravillosa oración que el Evangelio de Lucas nos ha transmitido y que, desde la primera palabra latina, se llama Magnificat. Es un canto de alabanza a Dios que obra grandes cosas a través de personas humildes, desconocidas para el mundo, como es María misma, como su esposo José, y como también es el lugar donde viven, Nazaret. Dios obras grandes cosas con los humildes, el Señor realiza grandes obras en el mundo con los humildes, porque la humildad es como un vacío que da paso a Dios. El humilde es poderoso, porque es humilde, no porque es fuerte. Y esta es la grandeza del humilde y de la humildad. Me gustaría preguntaros, y también preguntarme a mí mismo: "¿Cómo es mi humildad?".



El Magnificat canta al Dios misericordioso y fiel, que cumple su plan de salvación con los pequeños y los pobres, con aquellos que tienen fe en Él, que confían en su Palabra, como María. Así se entiende la exclamación de Elizabeth: "Bienaventurados los que han creído" ( Lc 1,45). En aquella casa, la venida de Jesús a través de María creó no solo un clima de alegría y comunión fraterna, sino también un clima de fe que conduce a la esperanza, la oración y la alabanza.



Nos gustaría que todo esto suceda hoy en nuestros hogares. Nos gustaría que una vez más, la celebración de Santa María de la Asunción, nos trajese a nosotros, a nuestras familias, a nuestras comunidades, este inmenso don, la única gracia que hay que pedir siempre antes y por encima de las otras gracias que deseamos profundamente: ¡La gracia que es Jesucristo!


Al traer a Jesús, Nuestra Señora también nos trae una nueva alegría, llena de significado; nos brinda una nueva habilidad para cruzar fielmente los momentos más dolorosos y difíciles; nos brinda la capacidad de misericordia, de perdonarnos, de entendernos, de apoyarnos unos a otros.


María es un modelo de virtud y fe. Al contemplarla hoy asunta al Cielo, en el cumplimiento final de su viaje terrena, le agradecemos que nos haya precedido en la peregrinación de la vida y la fe: ella es la primera discípula. Y le pedimos que nos proteja y apoye; que podemos tener una fe fuerte, alegre y misericordiosa; eso nos ayudará a ser santos, y a encontrarnos con ella, un día, en el Cielo.

lunes, 14 de agosto de 2017

Novena a Ntra. Sra. de los Reyes en su Ascensión al Cielo. 14 - Agosto - 2017

"Ventana abierta"


Novena a Ntra. Sra. de los Reyes 
en su Ascensión al Cielo
14 - Agosto - 2017


Tema del Noveno Día: "María, creyó en la Palabra del Señor y en su cumplimiento".

Versículo introductorio

V. Dichosa, tu, María porque has creído.

R. Porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá.

Lectura

Lc 1, 46-55 - "Alegría del alma en el Señor".

Comentario

"Dichosa tú por haber creído" (Lc 1,45). Vinculando esta expresión de Isabel dirigida a María con la de Jesús dirigida a Tomás «dichosos los que crean» (Jn 20,29), vemos cómo esta bienaventuranza, que interesa a toda la humanidad, designa el culmen de la libertad humana: es dichoso y feliz y realiza el designio de Dios quien alcanza la plenitud de su vocación. La libertad humana está hecha para la fe, en la que obtiene su perfección y su culminación.

El hombre se salva, no simplemente obedeciendo a una ley exterior, sino amando, entregándose y creyendo en Dios. María, dichosa por haber creído, es figura antropológica de la vocación humana a la felicidad.

Peticiones

a) Señor, por intercesión de la Virgen María, Virgen oyente, orante y oferente, te pedimos que también nosotros escuchemos y oremos tu Palabra divina y haz que nuestra ofrenda de cada día te sea agradable y sea dedicación a los que sufren para que permanezcamos fieles al evangelio y al espíritu de nuestra Santa Madre Fundadora.

Ave María… y Gloria al Padre

b) Señor, por intercesión de la Virgen María, que permaneció firme y fuerte junto a la cruz de su hijo, te pedimos para que sepamos estar junto a los enfermos y seamos portadores de evangelio, consuelo y paz.

Ave María… y Gloria al Padre

c) Señor, por intercesión de la Virgen María, que fue elevada al cielo y glorificada sobre los coros de los ángeles y santos, te pedimos que Ella mire con materno amor a todos y dirija nuestros pasos y nos impulse a encarnar el espíritu y carisma que vivió Santa María para que, recorriendo el camino de la caridad perfecta, lleguemos un día a la gloria del cielo.

Ave María… y Gloria al Padre

Oración final

Oh Señor, os pedimos que nos proteja a todos nosotros la oración de la Madre de Dios, la cual, aunque sabemos que salió de este mundo muriendo como los demás, resucitada a nueva vida, ha sido llevada al Cielo y coronada por Reina de todo lo creado. Os suplicamos también que, ya que no podemos agradaros con nuestras solas obras, nos salvemos por la intercesión de la misma Virgen María. Amén.