"Ventana abierta"
RINCÓN PARA ORAR
SOR MATILDE
VIGILIA PASCUAL EN LA NOCHE SANTA
1 El primer día de la
semana, muy de mañana, fueron al sepulcro llevando los aromas que habían
preparado.
2 Pero encontraron que
la piedra había sido retirada del sepulcro,
3 y entraron, pero no hallaron
el cuerpo del Señor Jesús.
4 No sabían que pensar
de esto, cuando se presentaron ante ellas dos hombres con vestidos
resplandecientes.
5 Como ellas temiesen
e inclinasen el rostro a tierra, les dijeron: «¿Por qué buscáis entre los
muertos al que está vivo?
6 No está aquí, ha
resucitado. Recordad cómo os habló cuando estaba todavía en Galilea, diciendo:
7 "Es necesario que el Hijo
del hombre sea entregado en manos de los pecadores y sea crucificado, y al
tercer día resucite. " »
8 Y ellas recordaron
sus palabras.
9 Regresando del
sepulcro, anunciaron todas estas cosas a los Once y a todos los demás.
10 Las que decían estas cosas a los apóstoles eran María Magdalena, Juana y María la de Santiago y las demás que estaban con ellas.
11 Pero todas estas
palabras les parecían como desatinos y no les creían.
12 Pedro se levantó y corrió al sepulcro. Se inclinó, pero sólo vio las vendas y se volvió a su casa, asombrado por lo sucedido. (Lc. 24, 1-12)
El Sábado Santo todo es oscuridad y
negrura: ¡ha muerto Jesús, Nuestro Señor!
Y Jesús, ¿dijo a sus discípulos que en Él, todo
acabaría en la muerte? ¡No, les dijo que de ella resucitaría! Pero, “¿quién
creyó nuestro anuncio?”. Nadie tenía experiencia física de lo que era
morir y resucitar, por ello todos dudaban y su fe en Jesús se
tambaleaba, sin ellos desearlo.
“De madrugada, las mujeres fueron al
sepulcro llevando los aromas que habían preparado”. Todo, como
si Jesús estuviera muerto en el sepulcro. Y su primer desconcierto
fue “la piedra corrida” y, ¡dentro, no encontraron el
cuerpo del Señor! ¡Estaban aturdidas y
asustadas, cuando dos hombres con vestidos refulgentes
se les aparecieron! ¡Su miedo y pavor subieron de
punto! ¡Y cayeron rostro en tierra!... En esta impotencia, ellos
les aseguraron que: “¡¡JESÚS VIVE, HA
RESUCITADO!!”. Y les recordaron las Palabras
de Jesús en Galilea… ¿Por qué los Apóstoles no las
creyeron, si ahora se había cumplido todo?... El hecho de la
Resurrección es único en la historia de los hombres. Nadie sabe nada de
este evento porque es objeto de fe y no de especulación. Y es
que Dios, siendo Dios, nos ha regalado
la Resurrección de su Hijo Jesús, para que
la contemplemos y la proclamemos a todos los hombres. Estas mujeres
fueron los primeros apóstoles que la anunciaron a los once y a los
demás. Pero su incredulidad les llevó a negar
algo que era totalmente sobrenatural. Además, la mujer entre los
judíos no podía ser testigo de nada y menos de algo tan insólito... Sólo
Pedro se levantó y fue aprisa al sepulcro para comprobar lo que contaban las
mujeres. Pero no le guió la fe sino la intriga y curiosidad. Así
que, solo se volvió del sepulcro admirado. Y el asombro no es la
fe, sino el umbral de la misma.
¡Y nosotros, en esta Noche
Santa y gloriosa, no dudaremos como los primeros testigos porque
sabemos, ya ciertamente, que Jesús ha resucitado de entre
los muertos y está en la Gloria, a la derecha
del Padre! ¡Él se apareció vivo a los discípulos y a más
de quinientos hermanos! ¡Él es el primero que ha vencido a la
muerte y al pecado y nos resucitará, como Él resucitó, por
la fuerza de su amor! ¡Cristo resucitado es algo que nos ha cambiado la
vida, pues “¿quién puede
perdonar pecados sino Dios?” ¡Pues esto nos ha
traído esta Nueva Vida en Cristo! ¡Estábamos prisioneros
por nuestras malas acciones y Jesús se ha llevado al cielo cautiva nuestra
cautividad: la muerte y el pecado!
La experiencia de ser un pecador, de semejante a Dios, la tenemos todos, aún el que dice que no ha pecado. ¡Más, su vida lo desmiente! Si confesamos ante Dios nuestros pecados, Él, que es Bueno y Justo, nos limpiará todas nuestras culpas por la fuerza de su Resurrección. La muerte se nos transforma en vida con tal que creamos que Jesús es el Hijo de Dios y Hombre verdadero, que vino con su Encarnación a sacarnos de las tinieblas de donde nunca podríamos haber salido. ¡Cristo es nuestra Luz y con su Resurrección nos ha trasladado al mundo de la Luz divina y de su Espíritu Santo! ¡Señor, que tu Resurrección siga salvando gratuitamente a todos los hombres! ¡Amén! ¡Amén! ¡Qué así sea!
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