"Ventana abierta"
El recuerdo de la madre siempre es tranquilizador, pero cuando esta Madre es María, la paz inunda nuestra alma, la sonrisa aflora a nuestros labios, la alegría penetra a nuestra vida. Piensa, pues, con frecuencia en María, tenla presente en todos los momentos de tu vida, invócala sobre todo en los tramos más difíciles y comprometidos.
SI VAS CON ELLA, NO PERDERÁS EL RUMBO
ÁNGELUS
LOS CINCO MINUTOS DE MARÍA
Aunque la Virgen Inmaculada fue santa y
perfecta ya desde el primer instante de su existir; santa más que todos los
santos juntos ya en aquel primer instante de su vida, sin embargo pudo ir
creciendo y creció de hecho en la gracia y santidad momento tras momento.
La gracia va aumentando la virtud y capacidad
del alma, de suerte que cuanto más participamos del amor de Dios, más
receptivos nos hacemos de su acción; por eso María, a pesar de la plenitud
inicial de gracia, pudo ir aumentando más y más ese caudal de santidad.
No basta que vivas en gracia; es preciso que
vayas aumentando en ti la intensidad de vida de la gracia.
MADRE QUE SUFRISTE POR NOSOTROS, HAZ QUE CREZCA
EN MÍ MÁS Y MÁS EL AMOR DE DIOS.
Ave María...
Gloria...
Textos tomados del Libro "Los cinco minutos de María" del Padre Alfonso Milagro.
« María toma la lanza en la que aun está la Sangre de su Hijo»
En este extracto de El Evangelio tal como me fue revelado, la Virgen María está encerrada en el Cenáculo con María Magdalena, el Sábado Santo, cuando el dueño de casa viene a anunciarle que Longino, el oficial romano que traspasó el corazón de Cristo con su lanza, desea verla:
“María Magdalena va a buscar a la Virgen: “Madre, Longino está afuera... Te quiere ofrecer la lanza”.
"Hazlo pasar." El dueño de casa, que está en el umbral, refunfuña: "Pero él es un pagano."
"Yo soy la Madre de todos, como Él es el Redentor de todos."
Longino entra, y en el umbral te saluda a la romana con un gesto del brazo (se ha quitado la capa) y luego vocalmente: «Ave, Domina. Un romano te saluda: Madre de la raza humana. La verdadera Madre. No habría querido estar en... en... en esto, pero recibí órdenes de estarlo. Sin embargo, si sirvo para darte lo que deseas, perdono al destino por haberme elegido para esta horrible cosa. Toma». Y le da la lanza, sin el asta, envuelta en una tela roja.
María la toma, poniéndose aún más pálida. Sus labios se desvanecen debido a su palidez. Parece que la lanza le está haciendo perder sangre. Toda ella se estremece y tiembla, mientras dice: "Que Él te guíe hacia Él, por tu bondad".
–Fue el único Hombre Justo que conocí en el vasto imperio de Roma. Lamento haberlo conocido solo por las palabras de mis compañeros. Ahora... ¡es demasiado tarde!
—No, hijo. Él ya terminó de evangelizar, pero su Evangelio permanece en su Iglesia.
¿Dónde está su Iglesia? Longino se muestra ligeramente irónico.
Ella está sacudida y dispersa, pero mañana se recompondrá como un árbol que recupera sus hojas después de la tormenta. Y aunque no quedara nadie, yo estoy aquí. Y el Evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios y mío, está escrito íntegramente en mi corazón. Solo tengo que mirar mi corazón para poder repetirlo. "Vendré. Una religión que tiene como líder a un héroe así sólo puede ser divina”. ¡Salve, Señora!
Y Longino se marcha.
María besa la lanza todavía con la Sangre de su Hijo... No quiere separarse de Su Sangre, «rubí de Dios en la lanza cruel», dice... »
María Valtorta*: Extracto del volumen 10 de El Evangelio tal como me fue revelado, § 614.
CON MARÍA... EL SÁBADO SANTO
Cuando el mundo calló, cuando la piedra cerró la tumba, cuando incluso los más fieles discípulos huyeron… quedó una sola Mujer.
No gritó. No pidió explicaciones.
Solo se sentó junto a la puerta, con las manos sobre el regazo, y guardó silencio. En sus ojos no había desesperación, pero tampoco descanso. Solo una quietud profunda, como un lago antes del amanecer.
Era la Madre.
La gente pasaba y murmuraba:
—Pobre mujer… Se volvió loca del dolor.
Otros decían:
—Todo ha terminado. Fue bueno, pero humano.
Pero Ella seguía allí. No comía. No dormía. Solo miraba al cielo.
A veces sus labios se movían apenas, como si rezara, o susurrara ese nombre que un día pronunció por primera vez junto a una cuna:
—Jesús…
Los discípulos se escondieron. Pedro lloraba. Juan estaba lejos. Nadie sabía qué hacer.
Nadie, excepto Ella.
En lo más profundo de su corazón, la luz seguía viva.
Ella había sostenido Su cuerpo. Había sentido Su sangre. Había visto cómo lo colocaban en el sepulcro. Y aun así… Ella creía.
No porque hubiese visto un milagro.
Sino porque recordaba.
Recordaba al ángel que le dijo: “Darás a luz al Salvador.”
Recordaba al Niño que hablaba del Padre.
Recordaba cómo en cada paso de Su vida había algo más grande que el dolor.
Y por eso, cuando todos se alejaron, Ella se quedó.
Porque una Madre no se va. Una Madre espera. Una Madre cree.
Cuando llegó el alba y unas mujeres corrieron hacia Ella diciendo:
—¡El sepulcro está vacío! ¡Ha resucitado!
Ella no gritó.
Solo cerró los ojos y susurró:
—Lo sabía… Mi Hijo cumple Su Palabra.
CON MARÍA... EL SÁBADO SANTO
María, Esperanza en la noche.
María, estás sola,
ya no tienes a Jesús. Entras en la noche de la fe, pero en ella alimentas serenamente la esperanza...
"Stabat Mater"
Permaneces en pie, en tu alma reina la calma.
Nosotros venimos a tu lado para consolarte
y eres tú quien nos enseñas con tu serenidad y tu paz, con la fortaleza que irradia tu actitud.
Virgen María, tú nos muestras ya desde hoy el poder y la eficacia de la palabra sustancial que Jesús pronunció ayer desde la cruz:
"Ahí tienes a tu madre"
Realmente tú eres nuestra madre:
nosotros queremos consolarte, pero al verte no podemos ser y no queremos ser más que niños.
Virgen María, Madre nuestra del Sábado Santo, sabíamos que eras para nosotros una madre tierna y bondadosa, pero nunca te habíamos visto tan grande, tan digna, tan fuerte, y a la vez tan dolorosa.
¡Qué lección para nosotros!
Lección de esperanza y de confianza.
Tú nos enseñas cómo hay que llevar el peso del sufrimiento para que sea verdaderamente eficaz y fecundo...
con una esperanza siempre viva...
una esperanza cuyo único punto de apoyo sea la palabra de Dios, la palabra de Jesús
y que nos permitirá entrar en el misterio pascual de la Resurrección.
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