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Sean bienvenidos

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Invitación y bienvenida

Hola amig@s, bienvenid@s a este lugar, "Seguir la Senda.Ventana abierta", un blog que da comienzo e inicia su andadura el 6 de Diciembre de 2010, y con el que sólo busco compartir con ustedes algo de mi inventiva, artículos que tengo recogidos desde hace años, y también todo aquello bonito e instructivo que encuentro en Google o que llega a mí desde la red, y sin ánimo de lucro.

Si alguno de ustedes comprueba que es suyo y quiere que diga su procedencia, o por el contrario quiere que sea retirado de inmediato, por favor, comuníquenmelo y lo haré en seguida y sin demora.

Doy las gracias a tod@s mis amig@s blogueros que me visitan desde todas partes del mundo y de los cuales siempre aprendo algo nuevo. ¡¡¡Gracias de todo corazón y Bienvenid@s !!!!

Si lo desean, bajo la cabecera de "Seguir la Senda", se encuentran unos títulos que pulsando o haciendo clic sobre cada uno de ellos pueden acceder directamente a la sección que les interese. De igual manera, haciendo lo mismo en cada una de las imágenes de la línea vertical al lado izquierdo del blog a partir de "Ventana abierta", pasando por todos, hasta "Galería de imágenes", les conduce también al objetivo escogido.

Espero que todos los artículos que publique en mi blog -y también el de ustedes si así lo desean- les sirva de ayuda, y si les apetece comenten qué les parece...

Mi ventana y mi puerta siempre estarán abiertas para tod@s aquell@s que quieran visitarme. Dios les bendiga continuamente y en gran manera.

Aquí les recibo a ustedes como se merecen, alrededor de la mesa y junto a esta agradable meriendita virtual.

No hay mejor regalo y premio, que contar con su amistad.

No hay mejor regalo y premio, que contar con su amistad.
No hay mejor regalo y premio, que contar con su amistad. Les saluda atentamente: Mª Ángeles Grueso (Angelita)

miércoles, 23 de abril de 2025

Reflexión: "LAS CANICAS ROJAS". Miércoles, 23 - Abril - 2025

"Ventana abierta"

LAS CANICAS ROJAS

“No seremos recordados por nuestras palabras, sino por nuestras acciones”

Durante los duros años de la depresión, en un pequeño pueblo de Idaho (EE.UU,), yo solía parar en el almacén del señor Miller para comprar productos frescos de granja. En aquella época la comida y el dinero faltaban. Un día me fijé en un niño pequeño, de aspecto delicado, con ropa raída pero limpia, que miraba el cajón de los guisantes frescos. Me atrajo su aspecto y no pude evitar escuchar la conversación entre el señor Miller y el niño:

- Hola, Barry, ¿cómo estás?

- Hola, señor Miller: Estoy bien, gracias. Miraba los guisantes. Tienen buen aspecto.

- Sí, son muy buenos. ¿Te gustaría llevar algunos a casa?

- No, señor, no tengo con qué pagarlos.

- Bueno, ¿qué tienes para cambiar por ellos?

- Lo único es esto: mi canica más valiosa.

- ¿De veras? ¿Me la dejas ver? Mmm… el único problema es que esta es azul y a mí me gustan las rojas. ¿Tienes alguna como esta, pero roja? Mira hagamos un cosa: llévate esta bolsa de guisantes y la próxima vez que vengas enséñame la canica roja que tienes.

- ¡Claro que sí! Gracias, señor Miller.

La señora Miller se me acercó y, con una sonrisa, me explicó: “Hay dos niños más como él en nuestra comunidad, todos muy pobres. A Jim le encanta hacer trueques con ellos por guisantes, manzanas, tomates… Cuando vuelven con las canicas rojas, y siempre lo hacen, él decide que en realidad no le gusta tanto el rojo, y los manda a casa con otra bolsa de mercadería y la promesa de traer una canica distinta.

Un tiempo después me mudé a Colorado, pero nunca me olvidé de este hombre, los niños y los trueques entre ellos. Pasaron varios años, volví a visitar a unos amigos en este pueblo y me enteré de que el señor Miller acababa de morir. Esta noche era su velatorio y decidí acercarme. Observé que, entre la gente, había tres hombres jóvenes. Uno llevaba un uniforme militar; los otros dos, trajes elegantes. Se acercaron a la señora Miller, la abrazaron, la besaron, conversaron brevemente con ella y luego se acercaron al ataúd.

Yo también me acerqué a la señora Miller, le recordé quién era y lo que me había contado años atrás sobre las canicas. Ella me dijo: “Esos tres jóvenes son los tres chicos de los que te hablé. Me acaban de decir cuánto agradecían los trueques de Jim. Ahora que él ya no podía cambiarle las canicas, vinieron a pagar su deuda. Nunca hemos tenido riqueza, pero ahora Jim se consideraría el hombre más rico del mundo”.

Levantó los dedos sin vida de su esposo: debajo había tres canicas rojas muy brillantes. Y es que no seremos recordados por nuestras palabras, sino por nuestras acciones.

 

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