"Ventana abierta"
Comentarios breves de Darío Mollá, S.J.
En esta liturgia de la palabra de la solemnidad de la Inmaculada, sorprende, de entrada, el contraste entre la primera y la segunda lectura. La primera lectura habla de la frustación del destino humano; la segunda nos habla de un destino de gloria. Un cambio total de rumbo.
¿Qué es lo que hace posible ese cambio tan radical? En el punto de cambio de esa trayectoria se sitúa el relato evangélico de la Anunciación. En él, la conjunción de la voluntad redentora de Dios con la disponibilidad sencilla de María. Lo grandioso y lo sencillo. San Ignacio habla de dos escenarios: el "solio" real y trono de la divina majestad" y la "casa y aposentos de nuestra Señora en Nazaret".
Dios y el hombre una vez más, pero de otra manera. Dios y el hombre que acepta su condición de criatura y no pretende "ser como Dios". María nos propone un modo de relación con Dios distinto con Dios distinto del que pretendieron Adán y Eva y que llevó a la perdición. Un modo de relación que es apertura a la escucha, limpieza en la pregunta, disponibilidad en la respuesta. Algo tan sencillo como sabernos criaturas, reconocernos como criaturas, obrar como criaturas.
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