"Ventana abierta"
DOMINICAS LERMA
¿SABÍAS QUE…
...EL PRIMER CONVENTO MASCULINO FUE UN AUTÉNTICO ESCÁNDALO?
Hombre, el de mujeres tampoco estuvo libre de habladurías,
así que se puede decir que empezamos todos en igualdad de condiciones. Después
de este tiempo de descanso, ¡continuamos con nuestra historia! ¡Veamos qué
sucedió!
Como vimos hace ya muchos capítulos, allá en los inicios de Prulla, el convento de las primeras monjas estuvo marcado por el hecho de que todas eran herejes (puedes refrescar este episodio, aquí:
https://www.dominicaslerma.es/vivedecristo/sabias-que/3324-sabias-que-20.html).
Bien, vale, un pequeño detalle que jugó en nuestra contra,
pero, ¿¿qué problema había con los varones?? Ellos no eran herejes, ¡¡sino
sacerdotes!! Pues sí, pero siempre hay quien encuentra los tres pies al gato…
En fin, vayamos por partes, que, tras nuestro descanso veraniego, creo que a
todos nos vendrá bien un pequeño repaso de la situación en que habíamos dejado
a nuestros amigos.
Domingo y sus compañeros se encuentran en esta parte de la
historia en Toulousse, tan contentos todos en la casa que les había donado
Pedro Seila. El jovencito, además, seguía feliz, preparándose para recibir la
ordenación sacerdotal. El entusiasmo que mostraba debía de ser realmente llamativo
porque su mejor amigo, un tal Tomás, ¡¡también se había unido a Domingo!! De
este modo, el grupo establecido en Toulousse acompañando al castellano contaba
ya con 6 miembros. ¡Aquello iba sobre ruedas!
Pero aún faltaba la más impresionante de las noticias. Tras
estar observando cuidadosamente todos los movimientos del grupo, viendo que
parecía que la cosa iba realmente en serio, el obispo Fulco agarró papel y
pluma, y aprobó la nueva comunidad, quedando así constituidos como predicadores
a nivel diocesano.
Nuestros amigos dieron saltos de felicidad: ¡¡por fin
empezaban a tener los papeles en regla!! Comenzarían a vestir todos iguales (de
blanco y negro), tendrían todos los bienes en común, y prometieron obedecer las
directrices que diera Domingo.
Aquel encendido entusiasmo hacía sonreír a Domingo, pero,
como buen castellano, no se dejó llevar por la emoción, sino que pidió a todo
el mundo un poco de calma y serenidad… y se retiró a la improvisada capilla de
la casa.
Además de mucha alegría, nuestro buen amigo sintió en su
corazón el peso de la responsabilidad. La Iglesia comenzaba a reconocer esta
obra como un don del Espíritu Santo… y él era señalado como “padre” del
proyecto. Cualquier otro habría tenido que tragar saliva un par de veces para
superar el temblor de las rodillas. Sin embargo, Domingo estaba tranquilo: era
consciente de que, hasta aquí, quien había guiado todo el proyecto había sido
el Señor, ¡¡y el Señor tendría que seguir guiándolo!!
Tras toda la noche en oración, el castellano apareció en el
comedor con una radiante sonrisa y un brillo especial en los ojos. Todos
supieron que había tomado una decisión importante. Pero no solo era importante.
Era revolucionaria. Una decisión que marcaría el rumbo de la futura Orden, y
sería crucial para la Iglesia.
***
Tal vez estás esperando una decisión muy espectacular, pero
no nos vengamos arriba: ¡el Señor suele hacer cosas grandes a partir de actos
pequeños, cotidianos! La gran y crucial decisión de Domingo era muy simple:
estudiar. En esa comunidad iba a estudiar todo el mundo. Todos serían eternos
estudiantes.
Sencillo, ¿verdad? Pues va a ser que no.
Era lógico que los dos nuevos fichajes se dedicaran a hincar
codos, pero recordemos que los demás eran ya sacerdotes, ¡algunos desde hacía
varios años! Además, eso de estudiar no es que fuese algo con demasiada
reputación: recordemos que uno de los problemas principales de la Iglesia de
esta época era la escasa (o nula) formación del clero.
Sin embargo, Domingo era consciente de que para guiar a otros
en la fe, para responder a las preguntas de herejes o creyentes, ¡¡se necesita
estar bien formado!! Él no lo sabía, pero estaba poniendo las bases de lo que
hoy se llama “formación permanente”, considerado aspecto crucial en la Iglesia
universal…
***
Bueno, este era el planteamiento, pero todavía no sabían muy
bien cómo darle forma. Como siempre, del dicho al hecho, hay un trecho… Sin
embargo, unos meses después, de nuevo toda la situación dará un giro
inesperado.
Nuestro querido obispo, Fulco, convocó a Domingo a una reunión
privada.
-¿Qué quería el obispo? -preguntaban sus compañeros,
intrigados.
Y, por fin, Domingo les dio la noticia: ¡¡¡les regalaba la
iglesia de San Román y unos fondos para repararla!!!
El asunto es de capital importancia, pues la tal iglesia
contaba además con un claustro y varias dependencias. Vamos, dicho a las
claras: con un par de retoques, ¡¡se convertiría en el primer convento!!
Y ahí es cuando vino el problema real. El escándalo. El
chismorreo más aireado del siglo. Cuando estaban planificando las obras,
Domingo tuvo la osadía de pedir a los albañiles… ¡¡¡que construyeran celdas
individuales!!!
A nosotros nos parece la cosa más obvia del mundo, y más
cuando la idea es que todos estén estudiando o rezando… pero en aquel entonces
era una innovación descomunal. Lo normal, tanto en los monasterios como en las
casas humildes, eran las “habitaciones corridas”: una sala con varias camas
separadas por cortinas… o incluso ni eso.
La innovación no estaba además falta sospecha: lo de tener
habitación propia… podría ser ocasión de pecar libre e impunemente…
El pueblo entero se echó las manos a la cabeza. Para remate,
comenzó a correrse la noticia de que, aunque el convento tenía una biblioteca
común, Domingo quería que cada hermano pudiera tener sus propios libros. ¡¡Pero
si un libro costaba riñón y medio!! ¿En qué estaba pensando?
-¡¡Dónde ha ido a parar el voto de pobreza!! -comentaba una
señora en el mercado.
-No se preocupe, mujer -respondía otra, no menos indignada- Ese tipo de novedades no tienen futuro… Esa comunidad no durará mucho…
PARA ORAR
-¿Sabías que… el Señor quiere encontrarse contigo en tu celda?
Bueno, bueno, eso de “celda” a todo el mundo le suena fatal porque se ha
asociado a la cárcel, qué le vamos a hacer... Con esa palabra hacemos referencia
a las habitaciones en un monasterio, pero, santa Catalina de Siena (dominica y
doctora de la Iglesia), defendió que también hace referencia a “la celda
interior”, ese espacio de intimidad en el corazón de cada uno.
Así pues, aunque no
vivas en un convento, tú también tienes tu “celda”, en la que puedes entrar en
cualquier momento: “Tú, cuando ores, entra en tu cuarto, cierra la puerta y ora
a tu Padre, que está en lo secreto, y tu Padre, que ve en lo secreto, te lo
recompensará” (Mt 6,6).
La relación que Cristo quiere tener contigo es absolutamente
única. Podemos compartir vivencias, testimonios… pero nadie puede llegar a tu
celda interior: ¡¡es un espacio que Cristo ha preparado solo para ti y para
Él!! Y el Señor ha “amueblado” tu celda con una sensibilidad, unos gustos, unos
dones… Todo eso está llamado a formar parte de tu oración. Hay a quien le ayuda
orar con canciones, otros con el rosario, otros pintando… ¡cada “celda” es
única! ¿Conoces la tuya?
En ella Cristo te espera para crecer en esta aventura de
amor. Y recuerda que lo importante de este camino no es la velocidad, ni la
meta: es la compañía. Al fin y al cabo, estar con Él… ¡¡es estar en el Camino!!
VIVE DE CRISTO
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