"Ventana abierta"
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ÁNGELUS
LA MATERNIDAD DE MARÍA
P. Santiago Martín
Franciscanos de María
Buenos días amig@
Les deseo todo lo mejor, es decir, ese caudal de Paz, de Esperanza que Dios tiene dispuesto siempre para todos aquellos que quieren ser sus amigos.
Esta vez quiero hablarles de lo que significó la Encarnación del Señor y centrarnos en ese momento inicial en el cual el ángel se le aparece a María.
Ella se queda embarazada de Jesús, y posteriormente tendrá lugar la visita a su prima Isabel. El nacimiento en Belén, el momento por tanto de la Encarnación del Señor y todo lo demás.
1. En primer lugar quiero fijarme - nos enseña el P. Santiago- en un punto concreto, aquel por el cual nosotros decimos que María es la Madre de Dios, que este título, este apelativo es el más noble, el más sagrado, el más importante con el cual nosotros podemos llamar a la Virgen.
De hecho, cuando en los primeros siglos empezaron a surgir algunas herejías -algunas tonterías habría que decir- los cristianos se reunieron en la ciudad de Éfeso, y pusieron la primera piedra de los dogmas cuando confesaron que Jesucristo era verdadero Dios. No solamente María era Madre del Hombre Jesús, sino también del Dios que estaba en Jesús, que era Jesús.
"¡María, Madre de Dios!", el título más hermoso con que podemos llamar a Nuestra Señora.
Pero precisamente por eso, quiero detenerme en un aspecto que creo que es de bastante importancia y transcendencia también para nuestra época:
"¡La Maternidad de María!".
La maternidad de Jesús verdadero Dios y verdadero Hombre, no empieza en Belén. La maternidad de maría no empieza el día en que Ella le da a luz en la cueva de Belén y le acuna por primera vez en sus brazos.
La maternidad de María empieza en Nazaret, empieza en el instante en que Ella le dice al ángel:
"¡Aquí está la esclava del Señor. Hágase en mí tu palabra!".
Y dice el texto del Evangelio:
"¡El Espíritu Santo la cubrió con su sombra, y el Verbo se hizo carne!".
Dice después San Juan en el prólogo de su Evangelio: "El Verbo se hizo carne".
El Verbo no se hizo carne el día del parto, el Verbo se hizo carne en el instante mismo de la concepción, no a los cuatro meses, a los seis meses, o a los nueve meses, sino en el instante mismo de la concepción.
Esto es para nosotros tan importante, que a pesar de las enormes presiones que tenemos, no podemos dejar de decir, que la vida humana empieza en el instante mismo de la concepción.
Y en un momento como este, proclamando llenos de gozo que María es la Madre de Dios, tengo que repetir la doctrina de la Iglesia vital para la defensa de la vida humana, esa vida humana que no empieza en el momento en que ya la ley reconoce que el nacido es una persona distinta del padre y de la madre, sino en el momento en el cual el embrión se forma en el seno de la madre, justo en el instante de la concepción.
¿Qué tenemos que hacer nosotros los cristianos, los católicos, una vez que proclamamos esta doctrina?
Tenemos que hacer -como nos dice el Papa, como nos enseña la Iglesia- algo muy importante, que es defender la vida y no ser hipócritas.
Es muy sencillo decir que estamos en contra del aborto, es muy sencillo decirlo, es muy cómodo y es también a veces hipócrita decirlo.
Tenemos que decir que estamos en contra del aborto, pero tenemos que decir también que estamos a favor de la vida, y por lo tanto que tenemos el deber de ayudar a las personas que se encuentran en dificultades.
Si decimos que estamos en contra del aborto y a favor de la vida, y no echamos una mano a las muchachas que se encuentran en problemas, ¡somos unos hipócritas!
Si decimos que no queremos que aborten y después no ayudamos a esas mujeres o a esas muchachas que se encuentran en situaciones difíciles, ¡somos unos hipócritas!
Por eso me gusta mucho, por ejemplo, una iniciativa de la Iglesia escocesa, que pone a disposición de las mujeres que no quieren abortar, pero que están pasando por problemas económicos o familiares, medios incluso económicos para ayudarlas a que lleven adelante su deseo de tener el hijo.
Por lo tanto, todo esto queridos amigos/as, es lo que nosotros proclamamos cuando decimos que María es Madre de Dios desde el instante mismo de su embarazo, desde el instante mismo de la concepción.
Les propongo a ustedes, que vayamos a cualquier parroquia que tenga la advocación de la Encarnación, pero que vayamos con el propósito de decirle a la Virgen, que queremos ser como Ella, defensores de la vida.
Defensores de la vida también donde es más frágil, más amenazada, menos protegida por las leyes.
Defensores de la vida del no nacido todavía, pero que ya es un auténtico ser humano.
Defensores de la vida, pero no con la retórica, sino con obras concretas, con ayudas concretas para estar al lado del que necesita esa ayuda, y se ve quizá abocado a la mayor de las torpezas que puede cometer una mujer, que es matar a su propio hijo.
Feliz día para todos.
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