"Ventana abierta"
Héctor L. Márquez (Conferencista católico)
“En cada uno, el Espíritu se manifiesta para el
bien común”.
La primera lectura de la liturgia para hoy (1
Cor 12,12-14.27-31a) está enmarcada dentro de los capítulos 12 al 14 de la
primera Carta a los Corintios, que nos presentan a la Iglesia como cuerpo
místico de Cristo. Pablo, preocupado por las divisiones que amenazaban la
integridad de la joven comunidad de Corinto (que ya veíamos en la primera
lectura de ayer), aprovecha la coyuntura para enfatizar que la unidad está en
la diversidad.
Debemos recordar que, a diferencia de la
Antigua Alianza que se “heredaba” por la carne, la Nueva Alianza en la persona
de Cristo se transmite por la infusión del Espíritu que recibimos en nuestro
Bautismo. Así todos, al ser bautizados en un mismo Espíritu, a pesar de
nuestras diferencias étnicas, sociales, económicas, de género, pasamos a formar
parte de un todo, del “nuevo pueblo de Dios” que es la Iglesia.
La lectura de hoy está enmarcada en los
versículos precedentes: “Ciertamente, hay diversidad de dones, pero todos
proceden del mismo Espíritu. Hay diversidad de ministerios, pero un solo Señor.
Hay diversidad de actividades, pero es el mismo Dios el que realiza todo en
todos. En cada uno, el Espíritu se manifiesta para el bien común. El Espíritu
da a uno la sabiduría para hablar; a otro, la ciencia para enseñar, según el
mismo Espíritu; a otro, la fe, también en el mismo Espíritu. A este se le da el
don de curar, siempre en ese único Espíritu; a aquel, el don de hacer milagros;
a uno, el don de profecía; a otro, el don de juzgar sobre el valor de los dones
del Espíritu; a este, el don de lenguas; a aquel, el don de interpretarlas.
Pero en todo esto, es el mismo y único Espíritu el que actúa, distribuyendo sus
dones a cada uno en particular como él quiere” (ver. 4-11).
El Espíritu nos ha dotado a cada cual con unos
talentos, unos dones, que podemos y debemos poner al servicio de nuestras
comunidades. Podemos señalar, entre otros, la música o el canto, la animación,
la cocina, la lectura, la enseñanza (en todas sus manifestaciones), la
predicación, la contabilidad, el confortar a los enfermos, la habilidad de
limpiar, ayudar en el altar, utilizar computadoras y otros medios electrónicos,
orar, organizar. En fin, son tantos que resulta difícil enumerarlos. Como
decimos en nuestros cursos de formación, la persona que barre y trapea el
templo parroquial es tan importante para el buen funcionamiento de la
comunidad, como el que predica en un retiro, o el que imparte la catequesis.
“Así como el cuerpo tiene muchos miembros, y sin embargo, es uno, y estos
miembros, a pesar de ser muchos, no forman sino un solo cuerpo, así también
sucede con Cristo” (ver. 12).
La Oración Colecta para hoy nos dice: “Señor, Tú nos enriqueces a cada uno de nosotros con dones y con personalidades diferentes, obra del mismo Espíritu Santo. Danos a todos y a cada uno de nosotros la mentalidad y actitudes de nuestro Señor Jesucristo, única cabeza del cuerpo, para que juntos contribuyamos, con las riquezas y diversidad de talentos recibidos, a edificar tu Iglesia, que es el único cuerpo místico de tu Hijo, Jesucristo nuestro Señor”. ¡Lindo día!
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